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1. El 8 de septiembre, fiesta de la Natividad de María, es el día en que nuestro sitio se renovó abriéndose a la traducción en varios idiomas, que este año se ve enriquecido por un don extraordinario del cielo.
A partir de esta fecha se inaugurará la traducción en chino.
Es el 10 idioma, después del italiano, el francés, el español, el inglés, el alemán, el portugués, El rumeno, el ruso, y el sueco.
Jamás de los jamases, ni que nos hubiéramos propuesto soñarlo, se nos habría pasado por la cabeza pensar en una traducción en chino.
No obstante aquello que parecía imposible se ha hecho realidad.

2. Se podría decir que no hemos buscado la traducción en chino. La ocasión se dio por sí sola.
Nosotros consideramos esta oportunidad como “todo lo que es bueno y perfecto es un don de lo alto y desciende del Padre de los astros luminosos” (Stg 1, 17).

3. En este momento resuenan en nuestro interior las palabras de ánimo que Nuestro Señor durante una visión nocturna le dirigió a San Pablo que estaba yendo hacia Corintio: “No temas. Sigue predicando y no te calles. Yo estoy contigo. Nadie pondrá la mano sobre ti para dañarte, porque en esta ciudad hay un pueblo numeroso” (Hech 28, 9-10).

4. A partir de esta fecha se abre para nosotros un nuevo “camino para anunciar el misterio de Cristo (Col 4,3).

Se abre ante una multitud inmensa de personas a las que Jesucristo ha amado de forma singular y por las que sin reticencia derramó su sangre, el precio de su redención.
En su conocimiento perfecto, Jesús veía a todos los que en el transcurso del tiempo habrían llevado el evangelio hacia ese vasto continente.
Entre ellos veía a los chinos de hoy y también nos veía a nosotros.
También pensaba en nosotros cuando le decía a San Pablo: “No temas. Sigue predicando y no te calles. Yo estoy contigo… porque en esta ciudad hay un pueblo numeroso” (Hech 18, 9-10).

5. Así pues nos resulta espontáneo repetir con María, bajo cuya protección confiamos esta forma de predicación, repetir las palabras que el Espíritu Santo suscitó cuando fue a visitar a su prima Isabel: “Mi alma canta la grandeza del Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador, porque miró con bondad la pequeñez de su servidora. … Porque el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas,… elevó a los humildes ” (Lc 1,46-47.49.52).

A este canto de alabanza a Dios y de acción de gracias se asocien con gusto todos nuestros visitadores.
Deseándoles todo bien, los bendigo y recuerdo en la oración.
Padre Angelo