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Querido Padre Angelo,
ya le he escrito en otras ocasiones, sobre otros asuntos por los que me dio consejos útiles.
Desde hace tiempo me atormenta interiormente un fuerte malestar, respecto a la relación con mi pareja, que conozco desde hace tres años (yo estoy divorciado desde hace 10 años, no por mi culpa, en el sentido que mi esposa me abandonó por otro hombre).
También mi pareja está divorciada. Ella dejó a su marido (10 años atrás) a causa de graves problemas de incomprensión entre ellos.
Yo me siento como si estuviera en un estado permanente de pecado ante Dios.
Porque tengo relaciones completas con mi pareja casados.sin estar casados.
A veces me pregunto como tendría que comportarme para no sentirme culpable.
Esperando una respuesta, le envío cordiales saludos.
Francesco
Respuesta del sacerdote
Querido Francesco,
1. para no sentirte culpable, tendrías que salir de la situación de pecado en la que te encuentras.
No es posible sentirse en paz con Dios hasta que permanezca una situación no conforme con su voluntad y con el compromiso asumido en el día de la boda.
2. Es verdad que algunos proponen soluciones que pareciera que concilian lo imposible: nadar y guadar la ropa, como suele decirse.
Pero el desasosiego en el fondo del alma permanece siempre.
Las palabras de Cristo: «Si Moisés les dio esta prescripción fue debido a la dureza del corazón de ustedes. Pero desde el principio de la creación, Dios los hizo varón y mujer. Por eso, el hombre dejará a su padre y a su madre y los dos no serán sino una sola carne. De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Que el hombre no separe lo que Dios ha unido». Cuando regresaron a la casa, los discípulos le volvieron a preguntar sobre esto. Él les dijo: «El que se divorcia de su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra aquella y si una mujer se divorcia de su marido y se casa con otro, también comete adulterio» (Mc 10,6-12).
3. Es verdad que en ciertas situaciones es obligación permanecer juntos aunque la relación no sea la de marido y mujer, como por ejemplo puede ser el caso de personas que habiendo estado juntas por muchos años, se ayudaron mutuamente y llegando a la ancianidad sería inhumano dejarse.
Sin embargo la situación de incomodidad permanece.
4. Lo mismo ocurre cuando de esa relación han nacido los hijos. Estos tienen el derecho de contar con la presencia de ambos padres.
Pero también en ese caso no es posible no advertir un malestar ante Dios, justamente porque no son marido y mujer.
5. Para no sentir ese desasosiego habría que adormecer la conciencia.
Lo cual es una empresa casi imposible, porque el deber de la conciencia es justamente la de murmurar contra el mal e incitar al bien.
En los que logran adormecerla la situación desgraciadamente se vuelve trágica porque se realiza cuanto dice la Sagrada Escritura: “Porque ya les advertí frecuentemente y ahora les repito llorando: hay muchos que se portan como enemigos de la cruz de Cristo.(…). Su gloria está en aquello que los cubre de vergüenza, y no aprecian sino las cosas de la tierra” (Fil 3,18-19).
“Su fin es la perdición, su dios es el vientre” (Fil 3, 19).
6. En la inquietud que experimentas, me parece escuchar en tus oídos el mandato de Jesús que dice: «Conviértanse, porque el Reino de los Cielos está cerca» (Mt r4, 17).
Y también el mandato repetido por San Pedro: «hagan penitencia y conviértanse, para que sus pecados sean perdonados» (Hech 3, 19).
7. Por lo tanto te exhorto a que tengas siempre presente el objetivo supremo de nuestra existencia: la santificación, que se realiza solo siguiendo el camino de Dios.
El mundo no comprende este lenguaje, pero tú lo comprendes.
Vale también para tu caso lo que el santo Papa Pablo VI escribió en la encíclica Humanae vitae acerca de otro problema: A los esposos cristianos ha confiado el Señor la misión de hacer visible ante los hombres la santidad. (…). No es nuestra intención ocultar las dificultades, a veces graves, inherentes a la vida de los cónyuges cristianos; para ellos como para todos «la puerta es estrecha y angosta la senda que lleva a la vida«. La esperanza de esta vida debe iluminar su camino, mientras se esfuerzan animosamente por vivir con prudencia, justicia y piedad en el tiempo, conscientes de que la forma de este mundo es pasajera (HV 25).
8. Aunque tu esposa te haya abandonado, tú sigues siendo un esposo cristiano y también a ti en esta difícil suerte el Señor te confía “la misión de hacer visible ante los hombres la santidad.
9. Reconozco que podría sugerir que hicieras esto o aquello para tratar de vivir en gracia de Dios aun en una situación de objetiva irregularidad.
Pero la primera y más elevada regla es la que te he mencionado.
Solamente de este modo no sentirás más ese desasosiego, que tiene origen en el hecho de no estar transitando por el camino de Dios, y así podrás presentarte ante el Señor tal como le agrada.
Te bendigo, te deseo todo bien y te aseguro con gusto mi oración.
Padre Angelo