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Cuestión

Querido padre,

Expongo brevemente el problema: Partiendo de la base de que mi curiosidad no es curiosidad sino deseo de verdad, el Señor nos ha dado la razón y por tanto creo que debemos utilizarla para intentar llegar a la verdad, pero no por ello podemos excluir el conocimiento científico que precisamente gracias al don de Dios se nos permite comprender lo que la humanidad a lo largo del tiempo descubre. Ahora, sobre el tema de la creación y el origen del hombre estamos empezando a saber con certeza cómo se produjo. En concreto, sabemos que el hombre no fue creado directamente por Dios, sino que evolucionó a partir de especies anteriores. De ahí la pregunta: ¿cuándo se hizo hombre? El neandertal era ya o sólo desde el Homo sapiens sapiens (hace unos 70000 años). ¿O más bien sólo desde que recibió el alma? Pero entonces, ¿no debería explicar mejor la Iglesia la alegoría del Edén y la creación de Adán y Eva? ¿Y el pecado original no es sólo una metáfora? ¿Quiere Dios confundirnos u ocultar verdades que antes no se podían entender?

Una observación trivial: ¿Adán y Eva no tenían ombligo? ¿Una señal irrefutable de la necesidad de haber estado emparentados con su madre y, por lo tanto, no haber estado los primeros? No me digas que las escrituras no son un relato científico, sino que sólo sirven para orientar la fe. Por supuesto que como cristiano practicante también creo en Jesús el hijo del Padre, pero hay una verdad que no es inevitablemente conocible por lo que tenemos el deber y creo el derecho también de buscarla.

No espero una respuesta segura, pero al menos que se comparta mi pensamiento. A la espera de leerlo, le agradezco la amable atención que espero me conceda y le saludo cristianamente.

Salvatore


Respuesta del sacerdote

Querido Salvatore,

1. las respuestas publicadas en nuestro sitio sobre lo que me preguntas son sin número. Puede comprobarlo haciendo clic en el motor de búsqueda de nuestro sitio. Por ejemplo: intente leer la respuesta del 18 de febrero de 2010: Le pido una respuesta aclaratoria sobre la tesis evolucionista y el libro del Génesiswww.amicidomenicani.it/es/le-pido-una-respuesta-aclaratoria-sobre-la-tesis-evolucionista-y-el-libro-del-genesis/

2. En cambio, aprovecho su correo electrónico para decir que lo del pecado original no es una metáfora, sino que es doctrina de la Iglesia. Y también quiero reiterar una vez más lo que dice el Magisterio de la Iglesia sobre la relación entre la fe y la razón respecto a la tesis evolucionista.

3. Sobre la doctrina de la Iglesia de que el pecado original no debe entenderse como una metáfora, sino como un hecho real, he aquí lo que dice el Concilio de Trento en el decreto en el que presenta esta doctrina como dogma de fe:

«Para que nuestra fe católica, sin la cual » sin la fe es imposible agradar a Dios » (Heb. 11:6), habiendo eliminado el error, permanezca íntegra y pura, y para que el pueblo cristiano no sea «sacudidos por las olas y arrastrados por el viento de cualquier doctrina » (Ef. 4:14), ya que la antigua serpiente (cf. Ap 12,9; 20,2), el perpetuo enemigo del género humano, entre los muchos males por los que la iglesia de Dios se ve perturbada en estos nuestros tiempos, ha suscitado nuevas y viejas disensiones sobre el pecado original y sus remedios, el sagrado concilio ecuménico y general de Trento, queriendo recordar a los errantes y confirmar a los inciertos, según los testimonios de las sagradas Escrituras, de los santos padres, de los más venerables concilios y el juicio y consentimiento de la misma iglesia, establece, profesa y declara lo siguiente sobre el pecado original:

1. Si alguien no admite que el primer hombre Adán, habiendo transgredido en el paraíso el mandamiento de Dios, perdió instantáneamente la santidad y la justicia en la que había sido establecido, y que, por este pecado de prevaricación, incurrió en la ira y la indignación de Dios, y por tanto en la muerte con la que Dios le había amenazado previamente, y, por la muerte, en la esclavitud de aquel «que» entonces «tiene el poder de la muerte, es decir, el diablo» (Heb.2,14); y que todo el Adán por ese pecado de prevaricación fue cambiado para mal tanto en el alma como en el cuerpo: que sea anatema (es decir: excomulgado, ed.).

2. «Si alguno afirma que la prevaricación de Adán le perjudicó sólo a él, y no también a su descendencia»; que perdió para sí solo, y no también para nosotros, la santidad y la justicia recibidas de Dios; o que él, corrompido por el pecado de desobediencia, transmitió a todo el género humano «sólo la muerte» y los dolores «del cuerpo, y no también el pecado, que es la muerte del alma»: sea anatema. Porque contradice al apóstol que dice: «A causa de esto es contrario a lo que dice el apóstol: » Por lo tanto, por un solo hombre entró el pecado en el mundo, y por el pecado la muerte, y así la muerte pasó a todos los hombres, porque todos pecaron.» (Rom 5,12).

3. Si alguien afirma que este pecado de Adán, que es uno en su origen y se transmite por propagación y no por imitación a todos, es inherente a cada uno como propio, ¿puede ser eliminado por los poderes de la naturaleza humana o por cualquier otro remedio sin los méritos del único mediador, nuestro Señor Jesucristo, que nos ha reconciliado con Dios en su sangre (cf. Rm 5,9s), » se convirtió para nosotros en sabiduría y justicia, en santificación y redención, » (1 Co 1,30); o niega que el mismo mérito de Jesucristo se aplique tanto a los adultos como a los niños mediante el sacramento del bautismo administrado según la forma y el uso de la Iglesia: sea anatema«. Porque » no existe bajo el cielo otro Nombre dado a los hombres, por el cual podamos alcanzar la salvación » (Hechos 4:12). De ahí la expresión: » Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo » (Jn 1,29), y la otra: » ya que todos ustedes, que fueron bautizados en Cristo, han sido revestidos de Cristo «. (Gal 3:27)» (DS 1510-1513).

4. El Catecismo de la Iglesia Católica reitera este hecho de fe: «El relato de la Caída (Gn 3) utiliza un lenguaje de imágenes, pero expone un acontecimiento primordial, un hecho que ocurrió al principio de la historia humana (Cf. Concilio Vaticano II, Gaudium et Spes, 13). La revelación nos da la certeza de la fe de que toda la historia humana está marcada por la culpa original cometida libremente por nuestros antepasados (cf. Concilio de Trento: DS 1513; Pío XII, Humani generis: DS 3897; Pablo VI, discurso del 11 de julio de 1966)» (CIC 390). (CCC 390).

5. En cambio, en cuanto a la relación entre la fe y la ciencia, he aquí lo que enseña Pío XII en la encíclica Humani generis: – «La aplicación de las ciencias positivas a la religión” Hay muchas personas que exigen con fuerza que la religión católica tenga en cuenta al máximo estas ciencias. Esto es sin duda loable cuando se trata de hechos realmente demostrados; pero hay que tener cuidado cuando se trata de hipótesis, aunque estén de alguna manera científicamente fundadas, en las cuales se toca la doctrina contenida en la Sagrada Escritura o incluso en la tradición. Si tales hipótesis van directa o indirectamente en contra de la doctrina revelada, no pueden ser admitidas de ninguna manera. Por estas razones, el Magisterio de la Iglesia no prohíbe que, de acuerdo con el estado actual de la ciencia y la teología, la doctrina del evolucionismo sea objeto de investigación y discusión por parte de los competentes en ambos campos, en la medida en que investiga el origen del cuerpo humano, que provendría de una materia orgánica preexistente (la fe católica obliga a sostener que las almas fueron creadas inmediatamente por Dios). Pero esto debe hacerse de manera que las razones de las dos opiniones, es decir, a favor y en contra del evolucionismo, sean sopesadas y juzgadas con la seriedad, la moderación y la medida necesarias, y siempre que todos estén dispuestos a someterse al juicio de la Iglesia, a la que Cristo ha confiado el oficio de interpretar auténticamente la Sagrada Escritura y defender los dogmas. Algunos, sin embargo, van más allá de esta libertad de discusión, actuando como si el origen del cuerpo humano ya hubiera sido probado con total certeza a partir de la materia orgánica preexistente, haciendo uso de datos circunstanciales hasta ahora recogidos y de razonamientos basados en las mismas pruebas, como si no hubiera nada en las fuentes de la revelación divina que requiriera la mayor moderación y cautela en este asunto. Pero cuando se trata de la otra hipótesis, es decir, la del poligenismo, los hijos de la Iglesia no gozan en absoluto de la misma libertad. Los fieles no pueden abrazar esa opinión cuyos afirmadores enseñan que después de Adán han existido aquí en la tierra verdaderos hombres que no se originaron, por generación natural, del mismo como progenitor de todos los hombres, o que Adán representa el conjunto de muchos progenitores; no aparece de ninguna manera cómo estas afirmaciones pueden concordar con lo que las fuentes de la revelación y los actos del magisterio de la iglesia nos enseñan sobre el pecado original, que proviene de un pecado verdaderamente cometido por Adán individual y personalmente, y que, transmitido a todos por generación, es inherente a cada hombre como propio (cf. Rm 5,12-19).

Como en las ciencias biológicas y antropológicas, también en las ciencias históricas hay quienes se atreven a ir más allá de los límites y las cautelas establecidas por la Iglesia. Hay que deplorar, en particular, cierto sistema de interpretación demasiado libre de los libros históricos del Antiguo Testamento; los partidarios de este sistema, para defender sus ideas, se remiten erróneamente a la carta que no hace mucho tiempo la Comisión Pontificia de Estudios Bíblicos envió al arzobispo de París. Esta carta, en efecto, señala que los once primeros capítulos del Génesis, aunque propiamente no concuerdan con el método histórico utilizado por los mejores autores griegos y latinos o por las personas competentes de nuestro tiempo, sin embargo, pertenecen al género histórico en un verdadero sentido, que, sin embargo, debe ser estudiado y determinado más ampliamente por los exégetas. Los mismos capítulos», señala todavía la carta, que con un discurso sencillo y metafórico, adecuado a la mentalidad de un pueblo incivilizado, relatan tanto las principales verdades que son fundamentales para nuestra salvación, como una narración popular cerca el origen de la raza humana y del pueblo elegido.

Si los antiguos hagiógrafos tomaron algunas cosas de las narraciones populares (lo cual puede concederse), no debe olvidarse nunca que lo hicieron con la ayuda de la inspiración divina, que al elegir y evaluar esos documentos los preservó de todo error. De ahí que las narraciones populares insertadas en las Sagradas Escrituras no puedan, en modo alguno, situarse en el mismo nivel que las mitologías o similares, que son fruto más de una imaginación encendida que de ese amor a la verdad y a la sencillez que destaca tanto en los Libros sagrados, incluso el Antiguo Testamento, y que hay que afirmar que nuestros hagiógrafos son manifiestamente superiores a los antiguos escritores profanos.»

6. Como se puede ver, el lenguaje de Humani generis es muy equilibrado. Pide a todos (evolucionistas y creacionistas) que las razones que aporten no sean preconcebidas, sino «ponderadas y juzgadas con la necesaria seriedad, moderación y mesura«. Sólo la verdad conquista y satisface la mente.

Te deseo lo mejor, te encomiendo al Señor y te bendigo.

Padre Ángelo