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Pregunta
Buenos días,
Soy R., antes que nada, quería felicitarle por el gran objetivo que se propone y persigue respondiendo a tantas preguntas.
En segundo lugar, desde hace mucho tiempo me planteo la siguiente pregunta: ¿realmente tiene sentido la vida, el universo, la creación? Si todo fue creado por el desbordante amor de un Dios personal y amoroso por la raza humana, ¿de qué servirían cuatro mil millones de años de trastornos, de ausencia total de vida, por no hablar de los varios millones de años de sucesivas dinastías sobre la tierra? ¿de seres no sensibles, bacterias, medusas, dinosaurios, mamíferos? ¿Qué sentido han tenido todas esas vidas? ¿De qué sirve la existencia de Júpiter, Urano, Plutón y todos los planetas desolados y sin vida del universo? ¿Ha sido Dios quien los creó? ¿Por qué? Todas estas consideraciones me llevan a pensar que la raza humana es simplemente un experimento de la naturaleza, y que de hecho la búsqueda misma de un significado para el universo es un callejón sin salida. Pido disculpas si mis preguntas serán tediosas o infantiles, confío en su respuesta.
Un cordial saludo.
Respuesta del sacerdote
Muy caro,
1. La carta a los Hebreos comienza así: “Después de haber hablado antiguamente a nuestros padres por medio de los Profetas, en muchas ocasiones y de diversas maneras” (Heb 1, 1).
Podría decir que Dios empezó a hablar al hombre mucho antes de crearlo.
Le habló cuando hace milenios y millones de años le preparaba todo para que a su tiempo viniera y tomara posesión de esta tierra, de la cual lo hizo señor y rey.
Le dió esta tierra para que fuera símbolo de otra tierra y otro cielo.
¡Y si esta tierra y este cosmos con su historia nos remiten a una riqueza desproporcionada de seres vivos y realidades preciosas como las diversas constelaciones y planetas que hasta parecen insignificantes, cuántos infinitamente superiores deben ser esa tierra y ese cielo que nos ha preparado como nuestro eterna morada!
Hasta donde dice San Pablo, nada se compara con “la gloria futura que se revelará en nosotros” (Rom 8, 18).
2. Lo que nos parece insignificante (los diversos planetas sin vida y las estrellas muy lejanas) es en cambio necesario para que la tierra gire perfectamente sobre sí misma, gire al mismo tiempo alrededor del sol y para que todo ser que allí vive tiene su hábitat perfecto.
El pensamiento de que todo ha sido hecho en vista del hombre es maravilloso y perturbador.
En contacto con las criaturas, con su historia, infinitamente más antigua que la del hombre, todos pueden decir con San Agustín: “ Más también el cielo y la tierra y todo cuanto en ellos se contiene he aquí que me dicen de todas partes que te ame; ni cesan de decírselo a todos, a fin de que sean inexcusables.” (Rom 1, 20)» (Confesiones, X, 6, 8).
3. David en el Salmo 19 exclama: “El cielo proclama la gloria de Dios y el firmamento anuncia la obra de sus manos; un día transmite al otro este mensaje y las noches se van dando la noticia. Sin hablar, sin pronunciar palabras, sin que se escuche su voz, resuena su eco por toda la tierra y su lenguaje, hasta los confines del mundo.” (Sal 19, 1-5).
Los cielos con su hermosura y su perfección nos hacen intuir la belleza y perfección de su Creador de la misma manera que quien contempla una construcción maravillosa piensa instintivamente en quien la concibió y quiso.
La eternidad del mundo (para usar una expresión hiperbólica) se refiere a la eternidad del amor de Dios por nosotros. También puede entenderse en este sentido la expresión que se encuentra en Jeremías “Yo te amé con un amor eterno” (Jer 31,3).
4. La espléndida bóveda del cielo que se manifiesta como obra de las manos de Dios se pone al servicio del hombre: “Al ver el cielo, obra de tus manos, la luna y la estrellas que has creado: ¿qué es el hombre para que pienses en él, el ser humano para que lo cuides? Lo hiciste poco inferior a los ángeles, lo coronaste de gloria y esplendor.” (Sal 8:4-6).
5. Lo coronó de gloria y honra cuando le entregó la creación y dijo: “Hagamos al hombre a nuestra imagen, según nuestra semejanza; y que le estén sometidos los peces del mar y las aves del cielo, el ganado, las fieras de la tierra, y todos los animales que se arrastran por el suelo. Y Dios creó al hombre a su imagen; lo creó a imagen de Dios, los creó varón y mujer. Y los bendijo, diciéndoles: «Sean fecundos, multiplíquense, llenen la tierra y sométanla; dominen a los peces del mar, a las aves del cielo y a todos los vivientes que se mueven sobre la tierra.” (Gén 1 :26-28).
6. Es, pues, cierto lo que dijo san Juan Crisóstomo sobre la Revelación. Dios esperó tanto antes de revelarse a Abraham porque quería que los hombres aprendieran a buscarlo a través de la naturaleza.
Sí, la naturaleza habla de Dios, y de manera sublime.
7. Sócrates, historiador eclesiástico del siglo IV, cuenta que “un filósofo de la época se presentó al buen Antonio y le dijo: Padre, ¿cómo puedes resistirte, privado como estás del consuelo de los libros? Antonio respondió: «Mi libro, querido filósofo, es la naturaleza, y así puedo leer a mi gusto el lenguaje de Dios» (Sócrates, Historia eclesiástica, 4,23).
Este «buen Antonio» es San Antonio Abad, que se había refugiado en el desierto. También allí todo le hablaba de Dios y lo impulsaba a amarlo cada vez más.
8. Hoy hemos perdido el contacto con la naturaleza. La tecnología parece haberla suplantado. Y así las realidades que tenemos en nuestras manos parecen hablarnos más del hombre que de Dios.
Y sin embargo, ¿qué es la técnica si no un signo de esa señoría y trascendencia del hombre sobre las cosas y la materia que nos permite conocer aún más la sabiduría y la perfección que Dios ha puesto en todas las cosas como signo de su bondad y fidelidad hacia nosotros?
9. Así como Pablo VI dijo cuando el hombre descendió en la luna: «Vidimus et admirati sumus» (vimos y quedamos asombrados), así nosotros también, en contacto con la naturaleza y con la tecnología, debemos decir incesantemente junto con los habitantes del cielo: “¡Santo santo, santo es el Señor de los ejércitos! Toda la tierra está llena de su gloria.” (Is 6,3).
Deseo que experimentes siempre este encanto hacia el Señor.
Y por esto te aseguro mis oraciones y te bendigo.
Padre Angelo