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Pregunta

Rev. Padre Angelo,

He leído con particular interés la respuesta que ha dado a la pregunta de un lector sobre la virginidad perpetua de Nuestra Señora.

Es categórico creer en María siempre virgen porque nunca tuvo relaciones carnales ni antes ni después de dar a luz. Esto implica que la tesis de los embarazos sucesivos, propuesta por Elvidio, es claramente herética.

Pero cuando menciona a San Agustín, que habla de «la puerta que quedará cerrada para siempre», ¿quiere decir que la Virgen, a pesar del parto, permanece aún intacta en el sentido anatómico? ¿Sostiene que durante el parto, al paso del recién nacido y de la placenta, no se desgarró el himen de la madre antes inviolado? Si es así, ¿no le parece que la virginidad esté asociada trivialmente con la integridad de una pequeña membrana en la mujer, de la cual no se comprende muy bien su función fisiológica?

Jesús, que es verdadero Dios, es también verdadero hombre. Por lo tanto nace saliendo del útero y descendiendo por la vía natural como todos los demás niños, dejando a la Madre, que no ha conocido varón, el mismo signo en el aparato genital femenino, como en todas las demás madres de este mundo.

Agradeciéndole desde ya por su amable respuesta, le saludo muy atentamente.


Respuesta del sacerdote

Querido Vincenzo,

1. tú también, como verdadero creyente, afirmas la virginidad perenne de Nuestra Señora.

Sin embargo, si durante el parto hubiera perdido la virginidad, incluso la virginidad física, ¿por qué seguir llamándola «La siempre Virgen María»?

¿No sería más apropiado cambiar el lenguaje?

No es lógico usar una palabra para después darle otro significado para siempre.

2. Es claro que la virginidad de María no se reduce sólo al aspecto físico.

Hay otros detalles que no han escapado a los Santos Doctores de la Iglesia.

3. Entonces, ¿cómo tuvo lugar el parto de María?

He aquí lo que escribe San Alberto Magno, maestro de Santo Tomás de Aquino: «María es una estrella porque como la estrella emite el rayo, así la Virgen engendra al Hijo con el mismo esplendor: ni la estrella es mutilada por la emisión del rayo, ni la Madre por engendrar al Hijo. De hecho, es muy diferente el modo en que se generan las criaturas en la esfera del cielo respecto al de las criaturas en la esfera de esta tierra: los seres de la tierra se corrompen al generar, en cambio los seres del cielo no. No importa cuántos rayos emane una estrella, la estrella no se corrompe ni se ve disminuida en su luz. Así la Palabra del Padre: rayo “de la luz eterna, un espejo sin mancha” (cfr. Sab 7,26), el resplandor del Padre, dio fecundidad a la Madre pero no le quitó la virginidad, y por eso no disminuyó sino que incrementó la luz de su dignidad. ‘No hay nada imposible para Dios’ (Lc 1,37): El que caminó sobre las olas del mar sin hundirse, El que salió del sepulcro sin mover la piedra sellada – ella fue hecha rodar, como dice el Evangelio (Mt 28, 2), por un ángel y no por el Señor-, Aquel que se presentó a los discípulos a puertas cerradas, pudo nacer también de una Madre virgen sin violar su pudor virginal. Por eso llamamos estrella a la Virgen María” (San Alberto Magno, Tratado sobre la naturaleza del bien, cap. 142).

4. He aquí lo que dice Santo Tomás: “El dolor de la parturienta se produce por la apertura de las vías por las que sale la criatura.

Pero ya se dijo antes que Cristo salió del seno materno cerrado, y de este modo no se dio allí ninguna apertura de las vías.

Por tal motivo no existió dolor alguno en aquel parto, como tampoco hubo corrupción de ninguna clase; se dio, en cambio, la máxima alegría porque ‘había nacido en el mundo el Hombre-Dios’, según palabras de Isaías 35,1-2: ‘Florecerà sin duda como un lirio, y exultarà gozosa y llena de alabanzas.” (Suma Teológica, III, 35, 6).

5. Alguien ha querido pensar que en ese momento Jesucristo habría querido hacer lo que les mostró a Pedro, Santiago y Juan en el Monte Santo cuando su cuerpo se transfiguró, mostrando la gloria que guardaba en la parte superior de su alma y que luego lo hizo redundar perpetuamente también en su cuerpo después de la gloriosa resurrección.

El Evangelio ciertamente no dice esto. Pero el lenguaje de San Alberto y Santo Tomás, hablando de luz y de rayo, nos permite entender lo que afirman algunos místicos.

María en ese momento habría sido contagiada por la gloria de Nuestro Señor y habría dado a luz en un éxtasis luminoso «sin dolor alguno, sin corrupción alguna y con la máxima alegría«.

En mi opinión, no es improbable que haya sucedido de este modo.

Lo que Jesús hizo con su resurrección al entrar a puertas cerradas sin romper los muros, así habría hecho en el momento de su nacimiento, que no llenó de dolor a Nuestra Señora, sino de alegría, trayéndole un signo y un rayo de la gloria y del gozo de su naturaleza divina.

6. Santo Tomás parecería moverse nuevamente en esta línea cuando escribe: “Para manifestar la verdad de su cuerpo, nace de una mujer.

Pero para mostrar su divinidad nace de una virgen.”

En efecto, como dice san Ambrosio: «tal nacimiento conviene a Dios» (Veni redemptor gentium) (Suma teológica, III, 28, 2, ad 2).

7. Y otra vez: “Por lo tanto, debemos afirmar que todos estos hechos han sido realizados por el poder divino milagrosamente.

De ahí las palabras de san Agustín: «Donde intervenía la divinidad, el cuerpo no se detenía ante puertas cerradas. Bien podía entrar el que nacía, sin abrirlas, dejando inviolada la virginidad de su madre» (In Ioh. Ev. tratado 121).

Y Dionisio escribe que «Cristo realizaba lo que es propio del hombre con un poder sobrehumano, y esto lo demuestra la Virgen concibiendo de modo sobrenatural, y el agua inestable al soportar el peso de unos pies terrenos» (Epist. 4) (Suma teológica, III , 28 , 2, anuncio 3).

8. Finalmente, escribes: «¿No le parece que la virginidad esté trivialmente asociada con la integridad de una pequeña membrana de la mujer, cuya función fisiológica no se comprende bien?»

Podría decir que porque a ti se te escapa el significado de esa «función fisiológica no bien entendida» no quiere decir que ella no exista!

El Creador no hizo nada de inutil y poco claro.

9. Prueba a preguntárselo a las chicas que han intentado casarse vírgenes y están contentas de haber llegado así.

¡Prueba a preguntárselo a Santa María Goretti!

Prueba a preguntárselo a las chicas que la perdieron antes del matrimonio y que con su virginidad también perdieron al chico en el que confiaban.

Esa «pequeña membrana», como tú la llamas, es un signo.

¡Y qué rico de significado es!

Te agradezco por la pregunta que me permitió recordar cómo explican los místicos la virginidad en el parto de Nuestra Señora, te recuerdo al Señor y te bendigo.

Padre Angelo