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Pregunta

Estimado padre Ángelo,

quisiera hacerle una pregunta:

“escuchando una lección (catequesis) sobre el sacramento del perdón, o reconciliación, el orador dijo que es posible comulgar en la Eucaristía aun estando en pecado mortal, por ausencia de un confesor o en la imposibilidad de confesión antes de Misa, si hay arrepentimiento sincero,

Luego nos podemos confesar antes posible y sin tener que puntualizar al confesor: “de haber recibido la comunión en pecado mortal” porque con arrepentimiento sincero la comunión fue sin pecado.

Me gustaría conocer su opinión al respecto.

Personalmente, siempre evito tomar la comunión en pecado, tratando de confesarme primero. Desafortunadamente, esto no siempre es posible y muchas veces (muy a menudo) sucede que no hay un confesor disponible. Entonces para no equivocarme, evito tomar la comunión. ¿Cree Usted que me equivoco?

Cordiales saludos

Valerio


Respuesta del sacerdote

Querido Valerio,

1. Lo que oíste en esa lección o conferencia es inexacto y puede confundir a muchos.

2. La Iglesia está convencida de que el acto de perfecto dolor es suficiente para devolver la gracia a quien estaba en pecado mortal.

Sin embargo, cree que no es posible emitir un acto de perfecto dolor si ya se ha alcanzado la gracia santificante.

Por eso la misma Iglesia nos exhorta a emitir estos actos de perfecto dolor porque sólo si estamos en gracia con nuestras buenas obras nos merecemos la vida eterna.

Además, solo si se está en gracia, incluso sin confesión, se puede alcanzar la salvación eterna.

3. Para que un acto de dolor sea perfecto, es necesario que el reproche por ese pecado no sea simplemente por el temor de ir al infierno, sino por haber ofendido a Dios y causa de muerte de Nuestro Señor Jesucristo.

Además, es indispensable que al menos implícitamente exista la intención de confesarse. No existe verdadera reconciliación entre nosotros y el Señor sin un acuerdo de voluntad también en este último punto. De hecho, el Señor vinculó su perdón al perdón de la Iglesia. Así que lo que la Iglesia no devuelve Él tampoco lo devuelve. Aquí el texto: “A quienes perdonéis los pecados, les quedarán perdonados; y a quienes no se los perdonéis, les quedarán sin perdonar.” (Jn 20, 23).

4. Para poder comulgar la Iglesia declara que el dolor perfecto no es suficiente, ni la intención de confesarlo, porque es necesaria la confesión. Aun para quien impartió la lección que has oído, se aplican las palabras de Juan Pablo II en la encíclica Ecclesia de Eucaristia: «A este deber (de confesar) el apóstol mismo llama con amonestación: «Por tanto, examine cada uno su propia conciencia antes de comer del pan y beber de la copa» (1 Co 11, 28). San Juan Crisóstomo, con fuerza de su elocuencia, exhortó a los fieles: «Yo también levanto mi voz, suplico, rezo e imploro que no se acerquen a esta sagrada Mensa con una conciencia manchada y corrupta. Tal acercamiento, de hecho, nunca puede llamarse comunión, aunque toquemos el cuerpo del Señor mil veces, pero será condena, tormento y aumento de castigos».
En esta línea, el CCC (n. 1385) afirma con razón: «Aquellos que son conscientes de que han cometido un pecado grave deben recibir el sacramento de la Reconciliación antes de entrar en comunión». Por lo tanto, quisiera reiterar que lanorma por la que el Concilio de Trento ha puesto en práctica la estricta amonestación del apóstol Pablo se aplica y se aplicará siempre en la Iglesia, afirmando que, para recibir la Santa Eucaristía en una recepción digna, «la confesión de los pecados debe prejuzgarse, cuando tenemos conciencia de pecado mortal«(Ecclesia de Eucharistia36).
Como podemos ver, San Juan Pablo II trae consigo la doctrina de la Iglesia: en el Concilio de Trento, el Código de Derecho Canónico, el Catecismo de la Iglesia Católica.

5. La Iglesia está atenta a este delicado problema, también porque las palabras de San Pablo son particularmente duras con respecto a los abusos: “Así pues, cualquiera que come del pan o bebe de la copa del Señor de manera indigna, comete un pecado contra el cuerpo y la sangre del Señor. Por tanto, examine cada uno su propia conciencia antes de comer del pan y beber de la copa.  Porque el que come y bebe sin considerar que se trata del cuerpo del Señor, para su propio castigo come y bebe. 30 Por eso, muchos entre vosotros están enfermos y débiles, e incluso algunos han muerto.”  (1 Co 11, 27-30).

6. Por lo tanto, hiciste bien en abstenerte a comulgar en casos en que no te reconociste adecuadamente digno. De lo contrario, habrías cometido un sacrilegio.

7. Sólo en un caso la Iglesia permite recibir la Sagrada Comunión con el solo dolor perfecto sin confesión.

Ese caso está previsto por el Código de Derecho Canónico en el canon 916: “Quien tenga conciencia de estar en pecado grave no debe celebrar Misa ni comulgar con el cuerpo y la sangre del Señor sin la premisa de la confesión sacramental, a menos que haya una razón seria y falte de oportunidad para confesarse; en cuyo caso conviene recordar que está obligado a realizar un acto de perfecta contrición, que incluye la intención de confesarse lo antes posible”.

Por tanto, hay dos requisitos: hay una razón seria y no hay oportunidad de confesarse. Ahora, tomar la Sagrada Comunión el domingo o asistir a una Misa no constituye una razón seria.

Una razón grave puede ser la del sacerdote que debe necesariamente celebrar una Santa Misa, ya programada, aunque no haya podido confesarse y se reconozca sin gracia. Aquí el hará un acto de perfecta contrición y luego se confesará cuanto antes, admitiendo de haber cometido un pecado grave celebrando Misa, que era necesaria, a la cual antepuso una perfecta contrición.

Pero para un fiel laico, ¿cuándo hay una razón seria?

En pasado se decía en caso en que estemos listos para comulgar y en ese momento nos damos cuenta de haber cometido un pecado grave.

No podríamos retroceder frente al sacerdote, tal vez en el momento de “la Ofrenda del cuerpo de Cristo”, porque sería motivo de desconcierto para todos.

Pero la mera participación en la Santa Misa, incluso el domingo, no es suficiente para dejar nuestra confesión. San Agustín dijo: “Nunca oí decir que se puede comulgar sin penitencia”. Entonces, ¿por qué el Señor instituyó la Santa Cena, o se puede anular el precepto del Señor?”.

Me alegro de que hayas querido tratar un punto tan delicado.

Te añado en mis oraciones al Señor y te bendigo.

Un saludo cordial.

Padre Angelo


Traducido por Alessandra Pelizzaro

Revisado por Susanna Nucci