Questo articolo è disponibile anche in:
Italiano
Inglés
Español
Francés
Alemán
Portugués
Querido Padre Angelo,
Me llamo …. , vengo de…. y tengo 22 años. (Querría permanecer en el anonimato, si es posible). Sigo esporádicamente su columna y, dado que últimamente hay una cuestión fundamental en mi vida a la cual querría dar una respuesta, decidí escribirle con la esperanza de que pueda disipar mis incertidumbres.
No he practicado mucho en estos 22 años, nunca creí ni ha sido un gran problema para mí entregarme o hacer de todo, porque no tenía un verdadero objetivo en la vida y todo era muy incierto y confuso.
Nunca he tomado decisiones brillantes, al menos en el pasado, e hice cosas horribles de las que me arrepiento.
Todo esto ha cambiado radicalmente cuando volví a encontrar un viejo amigo del cual me había distanciado durante casi 5 años a causa de mis elecciones desacertadas.
Me sorprendió el modo en que me ha acogido en su vida, sin juzgarme, a pesar de todo el tiempo que había pasado y de las tantas cosas malas que había hecho.
Él es muy creyente y cuando nos volvimos a encontrar su fe, su creencia ciega y consciente en la iglesia y su credo alimentaron mi curiosidad. En poco tiempo nuestra amistad se transformó en amor.
Ambos estábamos desilusionados de nuestra relación, básicamente por todas las malas experiencias pasadas, pero inmediatamente hemos entendido que nuestra relación era deseada por alguien más grande que nosotros. Aquí es donde empezó mi conversión: juntos vamos a misa, rezamos y hemos emprendido una relación basada en la fidelidad mutua, la confianza y la castidad prematrimonial (cosas que nunca han sido parte de mí hasta ahora). Todo procede bien.
Sin embargo, hace algunos meses han surgido varios problemas. Desde cuando nos reencontramos hace un año y medio, mi novio manifiesta una inquietud que lo hace infeliz de todo, no logra ser completamente feliz ni por todo lo que pasa ni por mí.
Está siempre insatisfecho, sufre, y yo me siento impotente. Al principio me sentía mal, después he entendido que no podía imaginar ser yo la respuesta a su felicidad y he empezado a ayudarlo como pude para hacerle enfrentar esta necesidad, pero no es suficiente.
Desde hace algunos meses su inquietud se ha vuelto más fuerte y se ha hablado de vocación. Su infelicidad es causada por no saber cuál es su lugar en el mundo, por qué se siente así y sobre todo no logra entender cuál es la voluntad de Dios, lo que Dios quiere que él haga. No sabe si su vocación es para el matrimonio (y entonces obviamente quedarse conmigo) o para algo más grande.
Al principio todo esto me daba miedo, pero ahora he llegado a la conclusión que cualquiera sea su bien, aunque yo no esté incluida en sus proyectos, es, por cierto, lo que quiero para él y voy a aceptarlo con alegría.
De todas formas, el miedo sigue estando presente. Yo estoy convencida de esta relación. Todas las cosas bonitas que me ocurrieron, mi encuentro con Jesús y la belleza que disfruto cada día, existen también gracias a él. He dado finalmente un rostro terrenal a algo que antes rechazaba porque para mí no era tan concreto, pero a él esto no le ocurre de manera igualmente clara y lineal, y para mi es inexplicable. He entendido que mi vocación es el matrimonio, la familia, y si pienso en ella, obviamente pienso que querría tenerla con él, por todas las razones que acabo de decir. Él no quiere dejarme, porque dice que yo soy lo más verdadero que le haya pasado en su vida y que sin mí no le es posible poner en práctica concretamente ni siquiera su vida religiosa. Desde que soy parte de su vida, dejó de hacer todas las cosas malas que hacía antes y nos ayudamos mucho rezando juntos y teniendo un muy buen diálogo.
Por lo tanto, ¿cómo sabemos si nuestra vocación es estar con una determinada persona? ¿Cómo sabemos si una relación es la voluntad de Dios? Y ¿cómo puedo ser realmente útil para mostrar todo esto a mi novio y ayudarlo a entender cuál es su camino?
Gracias de antemano. Espero que usted pueda aclarar mis dudas.
Rezaré por usted y quisiera que usted hiciese lo mismo por nosotros.
Un abrazo sincero.
Querida,
1. Desafortunadamente han pasado varios meses desde que me escribiste. Probablemente vuestra relación habrá sido iluminada y quizás mientras tanto ustedes habrán madurado una decisión. En principio, me alegro de cuanto el Señor hizo en ti.
Haz bien descrito la situación precedente que desafortunadamente es similar a la de muchas otras de tus coetáneas. Con sinceridad escribes que “no ha sido un gran problema para mí entregarme o hacer de todo, porque no tenía un verdadero objetivo en la vida y todo era muy incierto y confuso .”
Cuando se deja de lado Dios, no queda nada más que la diversión , despreciando y profanando una infinidad de bienes y valores que sólo después nos damos cuenta de lo preciosos que eran.
2. Te contesto hoy, 29 de Julio, fiesta de Santa Marta, hermana de María de Betania que una larga tradición (en absoluto infundada) la identifica como la Magdalena ).
También la Magdalena se entregaba a personas de su alto rango. Era obsesionada con el sexo.
Lo peor era que estaba encadenada por siete demonios. Una situación de la cual era humanamente imposible salir.
Un día pasó el Señor. Su mirada la penetró y la iluminó hasta lo más profundo de su ser.
Desde entonces, empezó a sentir repugnancia por su vida precedente y atracción por la realidad que Jesús vino a traer a los hombres: los bienes del Cielo.
Empezó para ella una vida tan pura que, según San Agustín, fue superada solamente por la de Nuestra Señora.
3. A ti también te pasó algo similar: el Señor pasó por al lado tuyo a través del rostro de un joven que tenía Jesús dentro .
Este joven, o mejor dicho El que vivía en este joven, te ha cambiado. Y te ha cambiado tal como el Señor ha cambiado a la Magdalena.
Pienso que nunca podrás olvidar ese momento. Era Jesús el que pasaba y soplaba en ti su perfume, como dice San Agustín. . Tu lo has respirado y por eso lo has seguido.
Has encontrado a Jesús a través de quien se convirtió en tu novio, el tesoro escondido en el campo. En este caso, el campo era el corazón de tu novio.
4. Así es como has empezado una vida nueva: “Juntos vamos a misa, rezamos y hemos emprendido una relación basada en la fidelidad mutua, la confianza y la castidad prematrimonial (cosas que nunca han sido parte de mí hasta ahora). Todo procede bien.” Sí, no podía ser de otra manera : “Todo procede bien”.
Antes no pensabas que Jesús pudiese transformarte tan radicalmente. Muy probablemente era casi insignificante en tu vida.
En cambio, ahora has entendido quién es Jesús . Lo has entendido a través de lo que hizo en ti: “Es la Resurrección y la Vida”, como Él mismo dijo a Marta (Jn 11,25).
5. Pero ahora ha surgido un problema: el del joven.
Entiendo su inquietud.
En cierta medida es la razón de las inquietudes de todos los hombres, porque nuestro corazón tiene sed de infinito y al final puede ser saciado solamente por Dios.
Mucha gente no se da cuenta y busca en las cosas y en las personas lo que éstas no pueden darle.
Esto es lo que reconocía San Agustín cuando escribió las célebres palabras: “Nos has hecho para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti.” (Et inquietum est cor nostrum donec requiescat in te, Confesiones, 1,1).
6. Lo más bonito que demuestra tu amor por tu novio se ve en las palabras que has escrito: “Al principio todo esto me daba miedo, pero ahora he llegado a la conclusión que cualquiera sea su bien, aunque yo no esté incluida en sus proyectos, es, por cierto, lo que quiero para él y voy a aceptarlo con alegría..”
Pienso que al Señor le gustaron mucho tus sentimientos.
Además, puede ser que después de haberte puesto a prueba y de haber visto que has madurado un amor aún más grande y más puro por él se haya contentado de la disposición de ánimo y te haya restituido tu novio para siempre. .
7. Incluso en el caso en que tu novio eligiera el camino del sacerdocio, aquel futuro sacerdote en cierta medida será tuyo, lo que el Señor te pidió y lo que tu le donaste con generosidad.
8. Queda solamente por verificar si se trata de una llamada real.
Es el llamado discernimiento vocacional.
Y solamente él podrà hacerlo, junto con su confesor o director espiritual.
Acompáñalo con tu oración.
Refuerza tu oración con pequeños sacrificios para que el Señor esclarezca su vida.
Todo esto con la seguridad que su bien será también tu bien, aquello por lo cual en todo caso tendrás que agradecer eternamente al Señor.
A tu oración añado con humildad la mía.
Voy a recordarlos en las próximas Misas que celebraré .
Les deseo lo mejor y los bendigo.
Padre Angelo