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Querido Padre Ángelo,
Soy un sacerdote, le escribo en privado y le pido la cortesía de responderme sólo en privado. He consagrado mi vida a Cristo durante 50 años. Soy suyo para siempre, a pesar de mis debilidades. A lo largo de mi ministerio, he apoyado y sigo apoyando a muchas almas en su viaje de fe. Hay, sin embargo, una pregunta que intento responderme a mí mismo sólo con mucho esfuerzo; y al formularla me repito las palabras de Jesús: «Te bendigo, Padre, porque has ocultado estas cosas a los sabios e inteligentes… y se las has revelado a los pequeños». Y me digo a mí mismo que quiero saber demasiado y que en vez de eso debería dejar de preguntar ciertas cosas y simplemente entregarme siempre a sus brazos. Lo hago, pero a veces esa pregunta vuelve. Aquí está: si Dios es el único Creador y es libre y al mismo tiempo omnisciente e infinitamente misericordioso, ¿por qué – aún sabiendo (como omnisciente) que ciertas personas terminarían en el infierno – decidió crearlas?
Está claro que esas personas terminan en el infierno por su propia elección; pero Él, que sabía esto y  podía  no haberlos creado, ¿por qué los creó? ¿Fue bueno crearlos, aunque sabía dónde terminarán eternamente? Además, Jesús mismo, refiriéndose a Judas, dijo: «¡Mejor para ese hombre si no hubiera nacido!» sin embargo, nació; y ¿quién lo hizo nacer, si no fue Dios?».
Perdóneme, Padre Ángelo, pero siento profundamente que usted tiene un corazón de «padre» y entiende mi sufrimiento al pensar estas cosas.
Si puedes darme algo de luz, te estaré eternamente agradecido.
Te saludo, te aseguro. Te recordaré en mi pobre oración y pidiéndote que me recuerdes en la tuya.
Con cariño
Don Pippo


Querido don Pippo,
1. Qué hermoso es oír a un sacerdote decir: «He consagrado mi vida a Cristo durante 50 años. Soy suyo para siempre, a pesar de mis debilidades». Consagrar significa sustraer una realidad de su uso profano para dedicarla exclusivamente al culto de Dios. Las realidades sacadas de su uso profano para ser dedicadas exclusivamente a Dios pueden ser lugares, tiempos, objetos y sobre todo personas.
2. Como los Apóstoles, también vosotros estáis entre aquellos de los que el Evangelio dice: llamó a su lado a los que quiso.. para que estuviesen con él y para enviarlos a predicar y a expulsar demonios» (Mc 3,13-15). Llamó a sí mismo a los que deseaba: el Señor te miró un día y te amó de la misma manera que miró al joven rico y lo amó, es decir, lo llamó.
3. Te llamó y te dijo sígueme. Y tú te pusiste a su total y exclusivo servicio. En este momento también vosotros podéis decirle con San Pedro: » lo hemos dejado todo y te hemos seguido» (Mt 19,27).
Y el Señor te responde: » Les aseguro que en la regeneración del mundo, cuando el Hijo del hombre se siente en su trono de gloria, ustedes, que me han seguido, también se sentarán en doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel. Y el que a causa de mi Nombre deje casa, hermanos o hermanas, padre, madre, hijos o campos, recibirá cien veces más y obtendrá como herencia la Vida eterna» (Mt 19, 28-29).
4. Durante 50 años has estado a su servicio: a todos aquellos a los que has dado la gracia de la nueva vida a través del Bautismo. ¿Cuántos has sostenido en la fe dándoles el pan que comunica la vida eterna a través de la predicación y la celebración de la Eucaristía? A cuántos y cuántas veces hicisteis presente en el altar el sacrificio de Cristo con su infinito poder salvífico en beneficio de los presentes y del mundo entero. A cuantos devolviste la vida de la gracia a través del ministerio de la confesión. Tú, unido a Cristo cumpliste el ministerio que el Señor te confió y el Señor trabajó incesantemente en los fieles, obedeciendo de alguna manera tu voz. Como dijo el gran Rosmini: el sacerdote es el que tiene poder sobre Dios.
5. Pues bien, todo esto para llegar a la pregunta que me hiciste y para darte la respuesta. Los hombres, también, por su parte, al realizar ciertas acciones, aunque no sean de orden sobrenatural, sin embargo, ordenan a Dios que intervenga. Así, cuando se unen a través de la genitalidad realizan actos que en el caso de la concepción ordenan a Dios crear e infundir el alma espiritual. El acto de aquellos que se unen a través de la capacidad procreativa es tan grande que incluso hablamos de pro-creación. Por lo tanto, no es Dios quien – aparte de Adán y Eva – crea a los hombres, sino que son los hombres los que, de alguna manera, ordenan a Dios que cree sus almas.
6. Hay que añadir que a partir de este momento Dios comienza a cuidar a las criaturas individuales con un amor tan delicado e infinito que toda la eternidad no bastará para comprender su alcance. Implicará el servicio y el amor maternal e incesante de Nuestra Señora, y la asistencia de los ángeles y los santos. Es una historia infinita e indecible de amor de predilección para cada persona humana, incluso para aquellos que desgraciadamente se obstinaran en no amarlo. También en esto se manifiesta el amor indecible de Dios: si prevé que alguien no lo amará eternamente, no dice «no te creo».
Obedece a los hombres que le ordenan que cree sus almas, y luego hace su parte hasta el extremo, sin dejar de amarlos locamente para llevarlos a sí. Pienso que desde el cielo los ángeles y los santos experimentarán para siempre el asombro del que habla Isaías sobre el amor ilimitado de Cristo rechazado por los hombres: «así también él maravillará a muchas naciones, y ante él los reyes cerrarán la boca, porque verán lo que nunca se les había contado y comprenderán algo que nunca habían oído.» (Is 52, 15). «Se maravillarán»: la Biblia de Jerusalén junto con la Septuaginta (versión griega del Antiguo Testamento) traduce «asombrará».
Con el deseo de que el Señor prolongue enormemente tu precioso ministerio, te recuerdo en oración y te pido que me bendigas.
Padre Angelo