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Buenos días Padre Angelo,
Hoy quiero presentarle mi pregunta. Últimamente me he convertido en una cristiana protestante, por lo cual no rezo a los santos ni a la Virgen.
De todas maneras extraño un poco no rezar el Rosario santo de la virgen María.
Quisiera pedirle si estaría bien decirlo con los Padrenuestros en lugar de las Ave María.
La segunda pregunta que quisiera hacerle es: ¿por qué los católicos para ser perdonados tienen que pasar por la confesión?
Me explico, en la Biblia no está mencionada, inclusive, está dicho en Mt 6,15.
Sin más le deseo una hermosa jornada  y que Dios lo bendiga por todo el trabajo que cumple para difundir el cristianismo.


Respuesta del sacerdote

Muy querida,
1. lamento que hayas abandonado la oración dirigida a los santos y a la Virgen. Respecto a la Virgen te hago una pregunta: es cierto o no es cierto que el Evangelio leemos: “Al ver a la madre y cerca de ella al discípulo a quien él amaba, Jesús le dijo: «Mujer, aquí tienes a tu hijo». Luego dijo al discípulo: «Aquí tienes a tu madre». Y desde aquel momento, el discípulo la recibió en su casa” (Jn 19, 26 – 27).
Jesús no confió su madre a San Juan en razón de una asistencia física porque:  “Junto a la cruz de Jesús, estaba su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena” (Jn 19, 25).
La Virgen tenía sus parientes.Todos habrían estado muy felices de poder acogerla. ¿Por qué confiarla a unos extraños mientras sus parientes se encontraban allí junto a ella? ¿No habría acaso, sido una ofensa, no solamente para los parientes, sino también para su misma Madre? ¿Por qué a un extraño?
En realidad Juan en ese momento representaba a cada uno de nosotros, a la Iglesia, al mundo entero.

2. Así es como siempre, desde el comienzo, la Iglesia ha tenido en gran consideración a la Virgen. Lo atestiguan Los Hechos de los Apóstoles. Mientras esperaban el día de Pentecostés, se lee que “todos ellos, íntimamente unidos, se dedicaban a la oración, en compañía de algunas mujeres, de María, la madre de Jesús, y de sus hermanos” (Hech 1, 14).
Si no hubiesen tenido en especial consideración a la Virgen, habrían podido muy sencillamente escribir  “junto a algunas mujeres”. En cambio por “María, la madre de Jesús” hay una mención particular.
¿Cómo no recordar además, que en el Evangelio de San Juan la Virgen nunca es llamada con el nombre de María, sino siempre exclusivamente con el de “Madre”?

3. Esta es la fe desde siempre, tan es así que ya desde los primeros siglos los cristianos se apelaban a la intercesión y a la protección de la Virgen.
Lo atestigua la oración mariana más antigua, que se remonta al II-III siglo: “Bajo tu compasión nos refugiamos oh theotokos, nuestras peticiones no desprecies en tiempos de problemas, sino rescátanos del peligro, tú solo santa, tú sólo bendita”.

4. ¿Por qué entonces abandonar a la Madre?
¿Qué ventaja has tenido abandonando a aquella que Jesucristo te dio por Madre?

5. Si Isabel al saludar a María, movida por el Espíritu Santo, comenzó a alabar a la Virgen, ¿por qué tú no puedes hacerlo?
¿No crees que esas palabras fueron escritas también para ti para decirte que si alabas a la Virgen, puedes estar colmada de Espíritu Santo como Isabel?
De una cosa podemos estar seguros: cuando una persona deja de alabar a la Virgen, por cierto, no lo hace movida por el Espíritu Santo.

6. Por eso lamento que hayas dejado de lado a la Virgen.
No vino de Dios, sino de otro lado.

7. Te pido: intenta dirigirte a ella.
San Bernardo menciona la experiencia hecha por todos, siempre y en todas partes, en esa bella oración llamada “Memorare”: “Acordaos, ¡oh piadosísima Virgen María! que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a vuestra protección, implorando vuestro auxilio, haya sido desamparado. Animado por esta confianza, a Vos acudo, oh Madre, Virgen de las vírgenes, y gimiendo bajo el peso de mis pecados me atrevo a comparecer ante Vos. Oh madre de Dios, no desechéis mis súplicas, antes bien, escuchadlas y acogedlas benignamente. Amén”.

8. Llegará el momento en el que tú también necesitarás su auxilio, de la misma manera en que lo necesitaron los esposos en Caná.
La Sagrada Escritura da a entender que Jesús estuvo presente, porque estaba su Madre.
No habría cumplido el milagro si no hubiese sido solicitado por ella, tan es así que su primera respuesta fue: «Mi hora no ha llegado todavía» (Jn 2, 4). Pero por el pedido de la Virgen esa hora fue adelantada.

9. Ahora paso a la intercesión de los Santos.
¿Acaso no dijo Dios a los amigos de Job: “vayan a ver a mi servidor Job. Ofrecerán un holocausto por ustedes mismos, y mi servidor Job intercederá por ustedes. Y yo, en atención a él, no les infligiré ningún castigo humillante, por no haber dicho la verdad acerca de mí, como mi servidor Job” (Job 42, 8)?
¿No está escrito en el Apocalipsis que en el cielo en un determinado momento “el humo de los perfumes, junto con las oraciones de los santos, subió desde la mano del Ángel hasta la presencia de Dios”(Ap 8, 4)?
¿Estos santos no son acaso, los miembros de la iglesia peregrina en la tierra y los que pertenecen a la iglesia del cielo?

10. Me pides si puedes reemplazar las Ave María del Rosario con el Padrenuestro.
Claro que sí puedes. Los antiguos monjes, muchos de los cuales eran analfabetos, en lugar de los salmos, recitaban muchos Pater y los contaban con unas cuentas hechas con nudos en una cuerda.

11. Sin embargo, ¿por qué no decir el Avemaría por lo menos en su primera parte? Son las palabras con las que el cielo por medio del ángel la saludó, y son las palabras con las que Isabel, movida por el Espíritu Santo, saludó a María.
Hasta el año 1500 el Ave María se decía de esta manera. Fue sucesivamente que  se añadió la segunda parte: Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores…”.

12. En la última pregunta citas a Mateo 6,15, en donde se lee: «Pero si no perdonan a los demás, tampoco el Padre los perdonará a ustedes».
Te pregunto: ¿el Señor dijo que en ese momento nos son perdonados los pecados?
No, lo que dijo es que la condición preliminar para ser perdonados por Dios, es la de perdonar a nuestro prójimo.
El momento en el cual Dios nos perdona, es aquel que él mismo estableció el día de su resurrección, cuando dijo: «Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan» (Jn 20, 23).
Es aquí cuando Jesús liga su perdón al perdón de los apóstoles, al perdón de la Iglesia.
Aquello que los apóstoles no perdonan, no lo perdona tampoco Él.
Y los apóstoles pueden o no perdonar si les son manifestados los pecados.
No se puede fingir que el Señor no haya pronunciado estas palabras.

13. Se sobrentiende que si los apóstoles y sus sucesores ven que no hay disposición a conceder el perdón al propio prójimo, no pueden a su vez dar la absolución de los pecados.
Del mismo modo, se entiende que si alguien calla su voluntad  de no perdonar a su prójimo, por más que los apóstoles concedan la absolución, ésta no se aplica porque valen las palabras de Jesús en Mateo 6, 15.
En este caso se profana el sacramento de la penitencia y se comete un sacrilegio.

Te agradezco por el amable y sincero augurio con el que has acabado tu mail. Lo retribuyo de corazón.
Lo acompaño con la oración y te bendigo.
Padre Angelo