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Estimadisimo padre Angelo,
Una pequeña pregunta: si no recuerdo mal, desde el siglo VI hasta el 1970, el oficiante celebraba la misa de espalda a los fieles y de cara al altar.
¿Esta forma de celebrar el culto era la misma que en los primeros siglos? Es decir, ¿en los primeros siglos de la historia de la iglesia, la misa se celebraba cómo se suele celebrar hoy, después de la reforma del concilio Vaticano II?
Quedo a la espera de Su respuesta y le agradezco de antemano la atención.
Dios la bendiga.
Alessandro

Querido Alessandro
1. Hasta el siglo VI no había una única forma de colocar el altar.
A veces se colocaba contra la pared del ábside de la Iglesia. O bien separado de la pared y posicionado de manera que el oficiante pudiera celebrar dirigiéndose hacía el pueblo. A veces se erigía de tal manera que se celebraba con el coro detrás y el pueblo delante.

2. En un antiguo texto Litúrgico encontré muchos datos interesantes, todos ellos útiles para hacerse una idea adecuada de cómo se desarrollaron las cosas.
Los transcribo textualmente, con la única excepción de la numeración, que es mía, y el subrayado en negrita y cursiva para destacar las afirmaciones centrales.

3. El término altar se refiere a “una superficie plana y horizontal, elevada del suelo, destinada principalmente al Sacrificio de la Misa”.
Los paganos llamaban altar a un edículo dedicado a los dioses; una estructura más pequeña llamada ara se usaba para las libaciones en las tumbas de los difuntos. En el lenguaje cristiano se prefiere el primer término si bien no indica exactamente la misma estructura porque en los altares (edículos) se ofrecía el sacrificio propiamente dicho.

4. La primera referencia bíblica al altar se encuentra en S. Pablo (Eb 13,10); pero es con San Ireneo (Contra Haer., IV, 18, 6) que tenemos un testimonio claro y explícito del altar eucarístico; en la Didaché (escrito de la segunda mitad del siglo I, ndr) y en los Padres apostólicos se habla del sacrificio, pero no se nombra el altar.
5. Los primeros altares estaban hechos a imitación de la mesa en donde Nuestro Señor celebró la primera Misa; Sin embargo, las primeras generaciones de cristianos no podían hacer fácilmente sacrificios para el culto, tenían que reunirse en casas de particulares o en las sinagogas de los judíos de la diáspora en donde por la precariedad del uso del lugar no convenía usar una mesa o ara fijas.
6. Hasta el siglo IX en Oriente y el siglo XI en Occidente se mantuvo en varios lugares el uso de mesas cómo altares; pero ya desde el Concilio de Epaone (517) se había convertido en norma que los altares fueran consagrados con el sagrado crisma si eran de piedra.
El altar de piedra y por lo tanto de forma estable sin embargo es antiguo. San Agustín habla de un altar (De Civit.Dei, VIII, 27) construido sobre el cuerpo de un mártir y los ilustradores de los monumentos del cristianismo primitivo, muestran cómo los cristianos que se refugiaban en las catacumbas para las reuniones litúrgicas durante las persecuciones, o que iban a ellas para la celebración del aniversario de algún mártir distinguido, asistían al sacrificio divino hecho sobre la tumba de un mártir. Es fácil describir el altar sobre la tumba; la cubierta de la tumba sirve de mesa. Pero en los cementerios romanos la mesa de piedra o mármol suele estar sola o apoyada en la pared o aislada cerca del lugar de sepultura.

7. En la construcción de las iglesias, el altar, aunque fuese de madera, tenía cierta estabilidad y se mantuvo la relación con la tumba de los mártires; se solía encerrar el cuerpo de un mártir en el altar, que adoptaba la forma de una tumba.
En Roma, como todavía puede verse en varias iglesias, las reliquias sagradas se encerraban en esas preciosas pilas de granito, pórfido o basalto que habían servido en las termas y se cubrían con una losa igualmente valiosa; el altar quedaba así hermoso y dispuesto en forma de tumba muy digna. No se usaba altar sepulcral cuando no se disponía del cuerpo entero del mártir o, al menos, de reliquias ilustres; las escasas y diminutas reliquias se podían guardar fácilmente en un lóculo tallado en la mesa y entonces el altar era sólido o en forma de mesa.

8. Cuando leemos sobre altares de oro, plata, bronce, construidos por la generosidad de los emperadores, etc., debemos entender altares de madera o piedra recubiertos de metales; se cree que el «antipendio» actual es un sustituto de tales recubrimientos.
9. Las primeras iglesias sólo conocían un altar, siendo éste suficiente para las necesidades litúrgicas, debido a la concelebración, incluso cuando había muchos sacerdotes.
Este altar único, como en la actualidad, o bien se apoyaba en la pared del fondo del ábside, de modo que el celebrante estaba de espaldas al coro y al pueblo, o bien se erigía en el centro del ábside, de modo que el celebrante tenía el coro frente a él y el pueblo a sus espaldas, o bien el coro detrás de él y frente a la puerta principal de la entrada, según se siguiera o no la orientación en el templo.

10. Cuando en los siglos V-VI se instauró la misa devocional o privada y la posibilidad de que el sacerdote celebrara varias misas diarias (en algunos casos hasta nueve), se sacrificó el principio de la unidad del altar, ya que un solo altar no podía bastar para la necesidad. Al principio se tuvo cuidado de no perturbar de forma demasiado evidente la arquitectura de los siglos anteriores y los altares se erigieron en capillas u oratorios alrededor de las iglesias como edículos bien separados del cuerpo principal de la iglesia.
11. El altar es un símbolo de la unidad de la Iglesia; por eso en las antiguas basílicas había un solo altar, como había una sola plebs (pueblo) reunido en la iglesia local, un solo obispo, una sola cátedra. La erección de otro altar era un signo de cisma. Es muy conocida la frase de San Optato de Milevi para describir el movimiento de separación que se produjo en Cartago en el año 312 «Altare contra altare erectum est» (Ha sido erigido un altar contra el altar). Altare Christus est (el altar es Cristo) según el Pontifical Romano y todo el ritual de la consagración está impregnado de esta idea.
La piedra, es la figura bíblica de Jesucristo, piedra angular de la iglesia (Eb. 7, 26) por lo tanto solo están admitidos altares en piedra; en ella se inciden 5 cruces que representan las cinco llagas del Redentor. Se hacen numerosas purificaciones y varias unciones, porque Jesucristo es el Pontífice eterno, «santo, inocente, sin mancha», y Aquel de quien se escribió: «El espíritu del Señor está sobre mí porque Él me ha ungido».
El altar nos recuerda al descrito en el Apocalipsis (6,9) bajo el cual se escuchan las voces de los que fueron asesinados por la fe; por eso se requieren las reliquias de tantos mártires en su consagración».  (Luigi Rodolfo Barin, Catechismo liturgico, I, pp. 300-304).

12. Cuando se dejó de concelebrar fue necesario erigir más altares en la misma iglesia para que todos los sacerdotes pudieran celebrar la misa.
Los altares asumieron entonces la forma común que ha llegado hasta el Concilio Vaticano II de estar apoyados en la pared, con el pueblo detrás del celebrante.

Muchas gracias por la pregunta porque me ha dado la ocasión de averiguar cómo han ido las cosas y poner toda esta información a disposición de muchos.
Te recuerdo en mis oraciones y te bendigo.
Padre Angelo