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Buenos días.
Qué opinión tiene usted de las personas que quitan el mal de ojo?
Yo no me fio, me parece que es más bien algo que tiene que ver con el Maligno, aunque tal vez algunos lo practiquen de buena fe…
Es algo en general muy enraizado y en lo que muchos creen, pero a mí no me gusta todo esto.
De todas maneras, mientras aguardo su contestación, le deseo una feliz jornada en la paz del Señor.
Respuesta del sacerdote
Muy querido,
1. no tengo una buena impresión de las personas que quitan el mal de ojo.
Es más, desaconsejo de la manera más firme recurrir a ellas.
2. La razón es simple: en la hipótesis de que se fuese víctima de un maleficio, ir donde estas personas agrava aún más la situación, aunque en un primer momento suele parecer que hay algún alivio.
3. En el antiguo testamento encontramos durísimas prohibiciones contra los magos.
Para ellos está hasta prevista la pena de muerte: «El hombre o la mujer que consulten a los muertos o a otros espíritus, serán castigados con la muerte: los matarán a pedradas, y su sangre caerá sobre ellos»(Lv 20,27/ cf. Ex 22,17).
4. Hay una orden taxativa de no consultar a esas personas: «No acudirán a los espíritus de los muertos ni consultarán a otros espíritus, haciéndose impuros a causa de ellos. Yo soy el Señor, su Dios» (Lv 19,31).
«Que no haya entre ustedes nadie que (…) practique la adivinación, la astrología, la magia o la hechicería. Tampoco habrá ningún encantador, ni consultor de espectros o de espíritus, ni evocador de muertos. Porque todo el que practica estas cosas es abominable al Señor, tu Dios, y por causa de estas abominaciones. él desposeerá a esos pueblos delante de ti» (Dt 18,10-12).
5. En el Antiguo Testamento dirigirse a los magos aunque sea solo para obtener beneficios, era como abrir la puerta al demonio, como dijo el Señor, cuando llega, lo hace sólo «para robar, matar y destruir» (Jn 10, 10).
6. La única persona a quien hay que dirigirse en estos casos de mal de ojo o maleficio es al sacerdote confesor.
La razón es porque la confesión, considerada desde el comienzo como un segundo bautismo, es una forma de exorcismo.
Infundiendo la gracia, quita a la persona del influjo del maligno y la coloca bajo la protección de Dios.
7. Por supuesto que la confesión no hay que hacerla como si fuera un rito mágico, análogo al hecho de haber recurrido a los magos.
Aquí se trata de reorientar nuevamente la propia vida la hacia Dios, eliminando todo aquello que no corresponde a su voluntad, cada situación moralmente irregular y desordenada. Es decir el pecado. En una palabra, hay que confesarse para cambiar de vida, porque permanecer en el pecado, en situaciones irregulares o desordenadas, equivale a quedar bajo la influencia de nuestro adversario.
Santo Tomás afirma decididamente que en pecado mortal quedamos sometidos a la influencia del demonio.
8. Es bueno recordar la promesa que hizo Dios a quienes permanecen en su voluntad y viven en estado de gracia: «Aunque caigan mil a tu izquierda y diez mil a tu derecha, tú no serás alcanzado» (Sal 91,7).
Y también: «No te alcanzará ningún mal, ninguna plaga se acercará a tu carpa, porque hiciste del Señor tu refugio y pusiste como defensa al Altísimo» (Sal 91,10-11).
9. Mejor aún es recordar la promesa que hizo Dios a través de Santiago Apóstol: Sométanse a Dios; resistan al demonio, y él se alejará de ustedes. (Sant. 4, 7).
Se hace resistencia al pecado eliminándolo de nuestra vida.
Y cuando quedáramos atrapados en sus lazos, podemos librarnos del pecado con la confesión sacramental.
10. Como tú mismo acabas de recordar, desgraciadamente hay muchísimas personas que siguen consultando magos para ser liberadas de ojeaduras o maleficios sin saber que de este modo, se ponen bajo la dependencia del demonio y abren sin saberlo, la puerta a eventuales maleficios.
Te bendigo, te deseo todo bien y te recuerdo en la oración.
Padre Angelo