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Querido Padre Angelo,
le escribo para contarle brevemente mi historia y pedirle una respuesta a algunas de mis dudas.
Soy un joven que siempre ha creído en Dios, pero hasta hace unos meses nunca le había dado mucha importancia a la religión, hasta que, después de leer un artículo sobre Dios, sentí que se reavivó mi fervor religioso.
Al principio había decidido (a pesar de tener un bautismo católico) mantenerme alejado del catecismo de la Iglesia porque pensaba se enseñaban doctrinas que no se encuentran en la Biblia ( algo así como el concepto de sola scriptura de los protestantes) y decidí interpretar yo mismo la Biblia de la forma que me pareciera más correcta o seleccionando las ideas de otros que me parecieran más correctas.
Todo fue bien al principio, pero pronto me di cuenta de que (al menos en mi caso) ser «sacerdotes de uno mismo» es una forma muy mala de vivir la religión que suele provocar incertidumbre y mucha paranoia.
Finalmente, tras leer algunos escritos de un conocido místico cuyo nombre no mencionaré, me convencí de que la Iglesia católica era la verdadera Iglesia de Cristo y, tras una conversión bastante difícil, me confesé, busqué respuestas a mis muchas preguntas y recientemente también empecé a rezar 5 misterios del Rosario a diario.
Las preguntas (bastante diferentes entre sí) que quería hacer son las siguientes:
1. Desde que he vuelto a tomarme en serio la religión, prácticamente siempre pienso en Dios, etc. y esto no me supone ninguna dificultad para pensar en mis deberes o en cualquier otra cosa, pero es como si además de lo que estoy pensando en ese momento lo tuviera siempre presente fijo (Dios) en mi cabeza.
Muchas veces esto me hace sentir bien, pero no es raro que también me cause malestar y mucha angustia.
Por favor, no penséis que es pensar en Dios lo que me molesta (como he dicho antes, también me hace sentir bien) sino que es el hecho de tener constantemente su pensamiento «de fondo», en particular porque siempre me lleva a pensar que después de la muerte habrá un juicio para mí y para todos los que me importan que decidirá dónde estaremos por la eternidad, o mucho más simplemente porque en ese momento me gustaría pensar en otra cosa totalmente distinta.
He tratado de expresar este malestar en mis oraciones, pero cada vez me siento culpable porque siento como si de alguna manera estuviera agraviando a Dios o «ahuyentando a Él» aunque esta no sea de ningún modo mi intención.
Lo que quiero preguntarle es: ¿debo mantener estos pensamientos (que son buenos en sí mismos) todo el tiempo o es normal que quiera pensar en ellos en los momentos adecuados y pensar en otra cosa durante el resto del día? ¿Cómo puedo superar este problema mío?
2. Sé muy bien que para cometer un pecado mortal se requiere materia grave, plena conciencia y consentimiento deliberado, sin embargo, cuando cometo algún pecado que es potencialmente tanto venial como mortal, o algún pecado que es objetivamente grave, sucede a menudo que tengo serias dificultades para juzgar el nivel de gravedad, advertencia o conciencia del acto en ese momento, y por tanto casi siempre tengo dudas sobre si he ofendido gravemente a Dios o no.
En estos casos, ¿cómo puedo juzgar adecuadamente mis actos y evitar los escrúpulos que quizá a veces tengo con demasiada frecuencia?
3. ¿Existe alguna oración especialmente eficaz para pedir una contrición sincera o al menos una buena atrición?
También quería preguntarle si existe alguna oración para obtener la conversión de un ser querido, pues tengo muchos amigos y familiares que desgraciadamente son ateos y tienen el vicio de la blasfemia, y me causa mucho dolor pensar que corren el riesgo de separarse del Señor para siempre.
Estas dos cosas ya las pido en el rosario pero le pregunto si hay otras oraciones útiles.
4. En cuanto a las devociones como la oración a la Sagrada LLaga del Hombro de Jesús, etc., que prometen a quienes las recitan que no se condenarán, que cumplirán las peticiones de sus devotos, etc., ¿cómo deben entenderse?
Yo las he interpretado en el sentido de que los devotos recibirán todas las gracias necesarias para merecer la vida eterna pero que sin la voluntad de dejar de pecar al menos mortalmente son nulas y que uno obtendrá lo que pida pero no siempre en la forma que desea. He interpretado correctamente su intención?
5. Se dice que la Iglesia no puede decir que una persona está en el infierno por varias razones, entre ellas que sólo Dios conoce los secretos del corazón.
¿Significa esto en consecuencia que, por ejemplo, una persona que en el momento de la muerte sólo tiene pecados veniales puede acabar en el infierno porque por alguna razón su corazón no es digno?
Por último, quería preguntarle por qué algunas revelaciones privadas no concuerdan entre sí.
Por ejemplo, leo descripciones de algunos santos que tuvieron la suerte de ver el paraíso o el purgatorio, pero muchas veces estas descripciones son muy diferentes entre sí.
Pido disculpas por el gran número de preguntas y por los posibles errores gramaticales.
Le ruego que me responda con calma cuando tenga tiempo porque sé que las preguntas que recibe cada día son muchas e imagino que también tiene muchos compromisos.
Mientras tanto, le agradezco de antemano si decide contestarme y esperando que mis oraciones sean del agrado de Dios, me acordaré de usted en mi próxima oración.
Saludos.
Respuesta del sacerdote
Querido,
acabo de llegar hoy a su largo y hermoso correo electrónico y con mucho gusto contesto a todas sus preguntas, no sin haber hecho antes una observación sobre lo que fue escrito al principio.
1. Me alegro por tu nueva fe. El Señor se sirvió de quien quiso para llevarte a Él.
Dices que sentiste encender el fervor religioso al leer un artículo sobre Dios.
El Señor te estaba esperando. Mientras leías, se puso delante de ti, calentó tu corazón y aumentó tu deseo de conocerle, amarle y poseerlo.
Es una experiencia que no podrás olvidar. Espero que el Señor la renueve sin cesar.
Es una experiencia similar a la de los discípulos de Emaús. Después de reconocer al Señor resucitado, se dijeron unos a otros: «¿¿No ardía acaso nuestro corazón, mientras nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?» (Lc 24, 32).
El rezo diario del Santo Rosario que ahora os acompaña es el signo más hermoso de vuestra conversión. Es un momento en el que el Señor se acerca a ti. Si lo rezas con fervor, siempre sientes que el fuego se enciende.
Mencionas a una persona mística cuyo nombre ocultas. Evidentemente no me pronuncio, pero uno de los signos más seguros de la ortodoxia de sus escritos es precisamente el de infundir amor a la Iglesia que Cristo nos ha dado por madre y guía.
Ahora paso a sus preguntas.
2. Sobre la primera escribes: «Desde que he vuelto a tomarme en serio la religión, prácticamente siempre pienso en Dios».
Para mí, ésta es una de las gracias más hermosas que uno ha recibido.
Dios dijo a todos por medio de Abraham, nuestro padre en la fe: ‘Yo soy el Dios Todopoderoso. Camina en mi presencia y sé irreprochable» (Gn 17,1).
Caminar delante de Dios es estar en su presencia: con los pies en la tierra y el corazón vuelto hacia el Señor.
Estar en presencia de Dios es el secreto para ser íntegro en todo. Es lo mismo que tener éxito en el ejercicio de toda virtud.
3. Los santos estaban siempre en la presencia de Dios. Este era su más alto estudio y aspiración.
Cuando en el confesionario oigo a una persona que se acusa diciendo: ‘No siempre he estado en presencia de Dios’, entre yo y yo me digo: ‘Oh, por fin una persona que vive bien su fe’.
Santa Catalina de Siena hablaba de la fe como de una pupila nueva que Dios pone en el ojo de nuestra inteligencia para que podamos verlo todo a su luz y estar en su presencia.
Cuando miramos con nuestros ojos materiales siempre ponemos a trabajar la pupila porque sin ella no podríamos ver.
Pues bien, lo mismo debemos hacer con la pupila de la santísima fe, como la llamaba santa Catalina.
Nos permite ver y evaluar todas las cosas y todos los acontecimientos con el imperio de una luz superior, de orden sobrenatural.
Por eso, no temas que la presencia de Dios te acompañe en todo momento.
Conserva esta gracia. Al contrario, pide al Señor que la aumente cada vez más, tanto más cuanto que es una gracia que te enciende de amor por la salud eterna de tu prójimo.
4. Para la segunda pregunta: juzgar la gravedad de un acto no requiere una advertencia o voluntariedad extraordinarias.
Basta la luz con la que cumplimos ordinariamente nuestro deber.
Si tienes dudas, exponlas abiertamente al sacerdote confesor y luego sigue sus instrucciones.
Así evitarás atormentar tu alma o hacerla víctima de escrúpulos.
Obediencia y paz (oboedientia et pax) era la combinación que tanto gustaba al Papa Juan XXIII.
También quiso ponerla en la cartela bajo su escudo episcopal y papal.
5. Me preguntas si existe una oración para obtener la gracia del arrepentimiento de los pecados.
Pues bien, no encuentro ninguna mejor que el rezo del Santo Rosario, porque en esa oración Jesucristo se hace presente en los diversos acontecimientos de su vida y pone en nuestras manos los méritos infinitos que nos ha procurado precisamente a través de esos acontecimientos.
Por tanto, reza el Santo Rosario para obtener la gracia del arrepentimiento y de la conversión de los miembros de tu familia o de alguna persona en particular.
Con razón se ha dicho que, después de la Santa Misa, no hay oración que haga caer más gracias del cielo que la del Santo Rosario.
6. Si quieres fortalecer tu oración, únete también a la cofradía del Santísimo Rosario, para que puedas beneficiarte de las oraciones de los méritos de toda la gran familia de Santo Domingo, especialmente de la porción más hermosa, la que está en el cielo.
A este respecto, puede leer el siguiente enlace en nuestra página web:
Vale la pena inscribirse en las cofradías del Rosario por los beneficios que se reciben en la vida, en la muerte y después de la muerte.Hay todo por ganar y nada que perder.
Sin embargo, ya que pides otras oraciones, puedes rezar la Coronilla de la Divina Misericordia enseñada por Nuestro Señor a Santa Faustina Kowalska.
Y como la Virgen es la mediadora de todas las gracias, también del arrepentimiento y de la conversión, también podrías recitar las Letanías Dominicas, que puedes encontrar en nuestra página web. Son muy poderosas.
7. Sobre la cuarta pregunta: estamos seguros de obtenerlo todo del Señor si le pedimos, como Él dijo, algo (cf. Jn 16,23).
Santo Tomás dice que si sólo pedimos bienes de orden material, es como si no le pidiéramos nada.
Empezamos a pedirle algo cuando pedimos bienes de orden material en vista de bienes de orden sobrenatural.
El Señor siempre responde a las oraciones que le dirigimos para obtener bienes de orden sobrenatural, como las virtudes y los dones del Espíritu Santo.
Santo Tomás añade que Dios se siente muy honrado si le pedimos cosas muy grandes. Qué hay más grande que la santidad, que la gracia de la conversión, que el arrepentimiento?
8. Por lo que se refiere a la quinta pregunta: si una persona muere teniendo sólo pecados veniales, está en gracia de Dios. Y precisamente porque Dios ve en las profundidades del corazón, esta persona no puede ir al infierno.
Su destino seguro es el cielo, después del purgatorio.
9. Sobre la última pregunta acerca de las descripciones del paraíso hechas por algunos santos, pues bien, mientras estemos aquí, nadie puede ver el paraíso en sí.
El paraíso consiste en la visión beatífica de Dios.
Ahora bien, sólo Jesús la tuvo desde el primer momento de su existencia. Porque era Dios, su inteligencia humana combinada con la naturaleza y la persona divinas de Jesús podía ver a Dios.
Los mortales, en cambio, sólo podemos ver el cielo a través de imágenes impresas en nuestros sentidos internos.
Son, como se dice en teología, las llamadas visiones imaginativas.
Un ejemplo de visión imaginativa del paraíso es la que nos deja San Juan en el Apocalipsis, que lo ve como una ciudad con doce cimientos, con murallas, etc.
Pero el paraíso, como tal, al ser una realidad de orden espiritual, no tiene ni cimientos ni murallas. Nadie puede verlo sino a través de una representación perceptible efectuada por el ministerio angélico.
Esta es la razón de la divergencia de las representaciones del paraíso. No tocan en modo alguno su sustancia, sino sólo la manera de representarlo en forma sensible.
Le agradezco la oración que hizo por mí. Sin duda agradó a Dios porque Él mismo te sugirió que la hicieras. «Dios es quien obra en vosotros el querer y el obrar, como bien le parece» (Flp 2,13).
Con esta misma fe se lo aseguro con mucho gusto.
Le deseo lo mejor y le bendigo.
Padre Angelo