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Buenos días Padre Angelo,

Le escribo porque estoy muy triste por lo que he hecho. Hace un año cometía actos impuros regularmente viendo videos pornográficos, oré mucho por este pecado y me arrepentí mucho. De hecho, me confesé y a partir de ese día no lo cometí más durante un año y pude luchar contra la tentación de mirar imágenes y videos obscenos, gracias también al rezo del Rosario.

Pero hoy me tomó un momento y no pude, y bien sabiendo que es un pecado grave miré un video pornográfico, sin ir más lejos.

¿Qué debo hacer para fortalecer mi debilidad y no volver a caer en la tentación?

Gracias

Respuesta del sacerdote

Querido

1.Nunca debemos sentirnos demasiado seguros, especialmente en el ámbito de la pureza. No hay edad en la que nuestro adversario no intente hacer su parte “ronda como un león rugiente, buscando a quién devorar” (1 P 5,8).

2. Santo Tomás, entre las diversas razones para comprender la oportunidad de que Cristo se sometiera a la tentación, refiere también ésta: “para que nadie, por muy santo que sea, se crea seguro e inmune de la tentación. Y es por eso que quiso ser tentado justo después del  bautismo, porque como dice San Hilario: «el demonio lanza sus ataques sobre todo contra los santos, porque una victoria conseguida sobre ellos es más codiciada»”.

Y en Sirac leemos: “Si te has decidido a servir al Señor, prepárate para la tentación. Endereza tu corazón, sé firme” (Summa theologica, III, 41, 1).

3. Posteriormente dice que “La ocasión de la tentación es doble. Una, que proviene del hombre; por ejemplo, cuando alguien busca el pecado, no evitando las ocasiones de pecar. Y tal ocasión de tentación debe de ser evitada, como se le dijo a Lot en Gen 19,17: No te detengas en toda la región alrededor de Sodoma.”” (Ib., III, 41, 2, ad 2).

Un ángel que apareció bajo la apariencia de un hombre después de sacar a Lot le dijo: “Huye, si quieres salvar la vida. No mires hacia atrás, ni te detengan” (Génesis 19:17).

Muy a menudo, cuando conectas Internet te encuentras en la llanura de Sodoma. Si hay señales de imágenes obscenas o impuras es necesario correr hacia adelante sin detenerse. De lo contrario, quedarás estancado, como le pasó a la esposa de Lot.

Incluso si los miras por un instante, inmediatamente experimentas cuán grande es su poder para contaminar y cuán difícil es permanecer unidos al Señor sin distracciones.

4. Si se supera la tentación, inmediatamente se siente una gran sensación de libertad, alegría, y autocontrol.

Experimentamos también cuán cierto es el comentario de Santo Tomás sobre las palabras del Evangelio: “Entonces el demonio lo dejó, y unos ángeles se acercaron para servirlo.” (Mt 4,11): “Así el que vence las tentaciones merece ser servido por los ángeles” (Comentario a Mateo 4,11).

Estas tentaciones deben evitarse corriendo hacia adelante.

5. Hay un segundo tipo de tentación, dice Santo Tomás, que “depende del diablo, que “siempre atrapa a los que aspiran a ser mejores”, como dice San Ambrosio”.

En efecto, la Sagrada Escritura dice: “Hijo, si te decides a servir al Señor, prepara tu alma para la prueba.” (Eclo 2,1).

Ésta es, en particular, la tentación de quienes emprenden nuevos caminos de evangelización, fundando obras e instituciones religiosas.

“Esa tentación no debe evitarse. Por eso dice Crisóstomo que “no sólo Cristo fue conducido al desierto por el Espíritu, sino también todos los hijos de Dios que tienen el Espíritu Santo. No les satisface estar ociosos; pero el Espíritu Santo les impele a emprender alguna obra grande; esto, para el diablo, equivale a estar en el desierto, porque allí no existe la injusticia, en la que el diablo se deleita. Toda obra buena es también desierto para la carne y el mundo, porque no se conforma con los deseos de la carne y el mundo. Y dar al diablo esta clase de ocasión de tentaciones no es peligroso, porque es mayor la ayuda del Espíritu Santo, autor de toda obra perfecta, que el ataque del diablo envidioso. » (Ib., III, 41, 2, ad 2).

6. Volviendo a las tentaciones impuras, debemos recordar siempre lo que dijo a Santo Tomás: “Y Santo Tomás: “Luxuria vincitur fugiendo” (la tentación impura se vence huyendo).

No hay que escucharlo ni por un instante.

El gran maestro de la vida espiritual, Juan Casiano, recordaba con razón que hay que “cuidarse de la cabeza de la serpiente (Gn 3,16), es decir, de la primera aparición de los pensamientos peligrosos, mediante los cuales trata de meterse dentro de nuestras almas. Si acogemos su cabeza, es decir, el primer estímulo del pensamiento, terminaremos por aceptar el resto del cuerpo de la serpiente, esto es, daremos nuestro consentimiento al placer. (Casiano, Filocalia, I, p. 130).

7. Por tanto, “Siempre se debe huir del pecado. Pero el ataque del pecado se ha de superar, a veces huyendo, a veces resistiendo. Huyendo, cuando la persistencia del pensamiento aumenta el incentivo del pecado, como es el caso de la lujuria; por esa razón manda el Apóstol: “Eviten la fornicación” (1 Cor 6,18).

Resistiendo, en cambio, cuando la reflexión profunda quita todo incentivo al pecado que proviene de ligera consideración. Es lo que se debe hacer en el caso de la acidia, pues cuanto más pensamos en los bienes espirituales, tanto más placenteros se nos hacen. El resultado será que la acidia cese.” (Summa theologica, I-II, 35, 1, ad 4).

8. Por tanto, cuando aparecen estas tentaciones, lo que es irreprimible es la huida.

Para fortalecer vuestra voluntad, te recomiendo que extraigas energía de la confesión sacramental regular y frecuente.

El Santo Papa Juan Pablo II nos recordó que no debemos dejarnos confundir acerca de este sacramento porque Quien lo instituyó sabe cuáles son las verdaderas necesidades del corazón humano (ver Novo Millennio ineunte, 37).

Haz la confesión al menos cada quince días como tu plan de vida.

Lo mejor sería la confesión semanal.

Deseándote todo lo mejor, te bendigo y te recuerdo en la oración.

Padre Angelo