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Querido Padre Angelo,

soy un chico de 15 años y recientemente me he vuelto más practicante y me he acercado mucho a Dios, digamos que estoy aprendiendo muchas cosas sobre la Biblia, la Iglesia y mucho más, sólo quería preguntarle algunas cosas.

1. Lamentablemente tengo amigos ateos que la mayoría de las veces blasfeman y tienen mentes pervertidas, esto me hace sentir mal porque con esto entran a mi cabeza demasiados pensamientos malos y sucios que no quiero en lo absoluto, si no me equivoco no es pecado pensar estas cosas sin el consentimiento de uno, corríjanme si me equivoco, solo quería preguntar como hago para deshacerme inmediatamente de estos pensamientos perversos o blasfemias que me llegan sin mi consentimiento porque lamentablemente los escucho y como hago para que dejen de decir estas cosas por lo menos en mi presencia; ya les he dicho que no quiero escuchar estas cosas, pero dicen que no pueden.

2. Tengo un problema con la tentación sexual, después de hacerme practicante caigo menos en la tentación y las pocas veces que he caído me he confesado, solo que como le dije antes, siempre surgen pensamientos pervertidos y malos y esta noche después de despertarme por «curiosidad» fui a ver una escena de una película bastante subidita de tono, pero no caí en la tentación, solo miré sin masturbarme, solo quería preguntarle si se ven videos/partes de películas donde hay una escena subidita de tono con ( desgraciadamente) consentimiento deliberado, ¿es pecado? Lamentablemente no se porque quise ver esta parte de la película pero sin hacer nada, muchas gracias Padre, aguardo su respuesta. 

Un cordial saludo.

Respuesta del sacerdote

Querido,

1. me alegro de que te hayas vuelto más practicante.

En otras palabras, me alegro de que estés con el Señor y camines junto a Él.

Ten siempre presente lo que dijo Jesús: «Yo soy la luz del mundo. El que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la Vida» (Juan 8, 12).

Nunca te arrepentirás de haber confiado en Él.

2. La manera de hablar de algunos de tus compañeros constituye una violencia para los demás. Ellos no se dan cuenta, pero es así.

Por eso, aprende a no hacer a los demás lo que no quieres que te hagan a ti.

Por tanto, mantén siempre limpio tu lenguaje.

Que este compromiso tuyo sea como un acto de caridad espiritual hacia todos. 

Al mismo tiempo, el Señor te pide que reces por esos amigos tuyos que muy probablemente no rezan ni por sí mismos ni por los demás.

3. San Agustín decía que la oración es el alimento del alma.

Y así como cuando un cuerpo no se alimenta, primero se debilita, luego enferma, después muere y luego entra en decadencia, así también cuando nuestra alma no es alimentada por Dios, sucumbe fácilmente al pecado. Muriendo a la vida de la gracia, es fácil que salga todo, porque cada uno habla de la abundancia de su propio corazón, como nos recordó el Señor en Mateo 12,34.

4. Es inevitable que las palabras que te obligan a escuchar reverberen en tu mente y traten de contaminarla.

Por tu parte procura proferir interiormente lo contrario.

Así por un lado reparas la ofensa hecha a Dios y por otro te santificas y te preparas bien para recibir muchas bendiciones.

5. Sobre la tentación a la que sucumbiste: aunque no cometiste actos impuros, esa escena te contaminó interiormente.

Yo, en tu lugar, elegiría confesarme por dos motivos: primero, para liberarme de la contaminación, que causa fácilmente adicción si no se desarraiga con prontitud; segundo, para recibir la fuerza de la gracia para resistir toda tentación.

Por tanto, aprende a confesarte con regularidad y frecuencia incluso de los pecados veniales.

Carlo Acutis, en las indicaciones que daba para la santidad, incluía también la confesión semanal.

Qué hermoso sería que en tu vida existiera también esta cita semanal con el Señor.

Saldrías siempre renovado y fortalecido.

Con el paso de los años, contarás la fidelidad y la regularidad al sacramento de la confesión entre las gracias más hermosas recibidas del Señor.

Es una fuente inagotable de gracias.

Esforcémonos por alcanzar la santidad a la que hemos sido llamados.

Te bendigo y te recuerdo en la oración

Padre Angelo