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Querido padre Angelo,
¡Le escribo para una pregunta espiritual a la que he encontrado pocas respuestas y muchas dudas!
Primero, déjame presentarme. Mi nombre es Davide y soy un cristiano católico practicante.
Quería hacerle una pregunta interesante pero no muy cuestionada: una vez que un alma se ha apartado del cuerpo, ¿mantiene su racionalidad, sus recuerdos, su conocimiento intelectual? Es decir, cuando muera y salga de mi cuerpo ¿mantendré el recuerdo de mi identidad, mis recuerdos, mis experiencias terrenales, sean buenas o malas, mi lenguaje, mis conocimientos o estas habilidades y cualidades se anularán con la muerte, aunque el alma sobrevive y asciende al cielo o va al infierno o al purgatorio?
¿Dios permite que nuestro pasado se borre con la muerte o permite que se mantenga una racionalidad del alma?
¿Leí una vez que Tomás de Aquino escribió que las habilidades intelectuales, los recuerdos y las experiencias permanecen vivas, incluso después de que el alma se ha ido? ¿Qué posición tiene la teología en este aspecto? ¿Perdemos nuestras facultades? En la vida futura, después de resucitar, ¿habrá oportunidad para que los justos aprendan cosas nuevas, idiomas o tengan habilidades que no están disponibles con el cuerpo corruptible de esta vida?
Espero su respuesta y le saludo cordialmente y le abrazo en Cristo Jesús.
¡Gracias y que tenga una buena vida!
Muy caro,
1. con la muerte el alma sobrevive porque es espiritual y, por tanto, inmortal. El alma sobrevive con sus poderes, y estos son el intelecto y la voluntad.
2. El intelecto y la voluntad sobreviven con todo el equipo de conocimientos adquiridos en la vida anterior y con todo el bagaje virtuoso en la voluntad.
San Jerónimo en una carta a Paulinus escribe: “Aprendemos en la tierra esa ciencia que guardaremos en el cielo” (Ep. 53).
Y Santo Tomás: “Los hábitos científicos, en cuanto residen en el intelecto, perseveran en el alma separada” (Suma teológica, I, 89, 5).
3. Preguntándose si los actos de ciencia adquirida en este mundo permanecen en el alma separada, Santo Tomás dice que sí, basando sus palabras en lo que Abraham le dice al rico que estaba en el infierno: “Recuerda que recibiste tu parte de bienes durante la vida” (Lc 16, 25).
4. Por supuesto, no se quedan con las imágenes sensibles porque se han perdido con la corrupción del cuerpo, sino “utilizando los conceptos adquiridos aquí abajo porque el alma separada es capaz de repensar las cosas previamente conocidas”.
Sin embargo, no del mismo modo, es decir, recurriendo a las imágenes, sino del modo adecuado al alma separada. Así, pues, permanece en el alma separada el acto de la ciencia adquirida en este mundo, pero de distinto modo.” (Suma teológica, I, 89, 6).
5. La separación del cuerpo tampoco nos impide ver a lo lejos, porque “leemos en el Evangelio que el rico epulón “En la morada de los muertos, en medio de los tormentos, levantó los ojos y vio de lejos a Abraham” (Lc 16, 23). “Por lo tanto, la distancia local de ningún modo impide el conocimiento del alma separada.” (Suma teológica, I, 89, 7 sed contra).
6. Respecto al conocimiento de lo que sucede en este mundo, San Gregorio dice “que las almas santas, como ven íntimamente la claridad de Dios todopoderoso, nada queda fuera de sus mentes ignorado por ellas” (Moralia, 12,21).
En efecto, “como dice San Gregorio, que las almas de los bienaventurados, que ven a Dios, conocen todo lo que aquí sucede, porque son iguales a los ángeles. De éstos el mismo Agustín afirma que no ignoran lo que sucede entre los vivos. Pero como las almas de los santos están unidas de un modo perfectísimo a la justicia divina, no se entristecen, como tampoco intervienen en las cosas de los vivos, a no ser que lo exija una disposición de la justicia divina.” (Suma teológica, I, 89, 8).
7. En fin, pueden conocer todo el conocimiento que existe en Dios, todos los lenguajes, todos los secretos de la ciencia y la técnica.
Según los teólogos, esto es parte de la bienaventuranza accidental que no se identifica con la esencia divina. Y se participa de ella según el grado de caridad alcanzado en la tierra.
Con la esperanza de que todo esto te suceda también a ti, te acompaño con mis oraciones y te bendigo.
Padre Angelo