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Querido Padre Angelo,
puesto que sé que Usted tiene palabras reconfortantes para todos y sabe decir la verdad en la caridad, quisiera contarle de mi consternación después de algo que me aconteció en el autobús.
Escuché a dos mujeres mayores, probablemente muy activas en la parroquia (y quien sabe, ay de mí, hasta catequistas) que hablaban de la comunión; una, comenzando la conversación, dijo que desde hacía poco tiempo podían hacerla todos los divorciados vueltos a casar.
Naturalmente al decirlo no citó a San Pablo, ni tampoco había comprendido el efectivo sentido de la apertura de la Iglesia respecto a esto, como tampoco mencionó que la pareja debe abstenerse de mantener relaciones sexuales, pues de otro modo se trataría de adulterio.
Mientras así dialogaban noté solo una hueca confianza en las palabras del Papa, obviamente extrapoladas de cualquier contexto e interpretadas a la propia manera.
Después de este evento he meditado acerca de la situación de la Iglesia hoy en día. Yo pertenezco al Camino Neocatecumenal, que amén de lo que se diga, nos forma auténticamente según el punto de vista doctrinal (catequesis del magisterio) y desde el punto de vista de la transmisión de la fe.
Ahora se lo pido a usted: ¿por qué la Iglesia no ha sido capaz de formar generaciones de cristianos, dejándolas a la merced de las supersticiones y de la religiosidad natural? ¿Por qué confía el catecismo de los más jóvenes a personas sin fe, como este caso demuestra, y que no tienen idea del Catecismo de la Iglesia? ¿Por qué los cristianos no son llevados a leer el Catecismo, la Biblia etc.? ¿Por qué las homilías no son ya como las antiguas homilías acerca de la Palabra de Dios y la doctrina de la Iglesia? ¿Por qué la “iglesia” (aquella con la “i” minúscula) sigue aproximándose al mundo y así corre el riesgo de perder su autenticidad?
¿Por qué los cristianos en la parroquia no se interesan por Dios y no se les dan los instrumentos necesarios para ser coherentes en la vida según lo que profesan?
¿Por qué hoy tan solo los movimientos crean cristianos coherentes, que creen en Jesucristo y luego coherentemente se oponen al aborto, a la eutanasia, a las prácticas homosexuales (contrariamente a muchos cristianos de la parroquia)? etc. etc.
Le hablo como persona que ama a la Iglesia y que para servirla haría de todo, incluso entrar en una orden como la de ustedes, que tengo en alta estima, que incentiva la predicación por la fe y la credibilidad de la misma. (…)
Yo tengo que dar gracias a Dios porque me he apasionado por la teología y he tratado de alimentar mi fe con muchos instrumentos, tal como me lo enseñaron (la lectura de la Biblia, la meditación, la oración etc.), pero aquellos a quienes no les fueron ofrecidos estos instrumentos, ni siquiera de parte de la Iglesia, ¿de quién los recibirán? (…).
Además, ¿qué puedo hacer? Cuando entre los cristianos veo tantas incertidumbres doctrinales, incluso hasta entre los sacerdotes (que se abandonan a conjeturas personales), ¿yo qué puedo hacer?
Estoy muy preocupado padre, de encontrar a mi alrededor tantos bautizados, tantos que van a misa, pero pocos, poquísimos verdaderos cristianos, y sin embargo ellos también son pecadores (no sé si me entiende).
Le deseo lo mejor, lo recuerdo en mis oraciones, junto con toda su orden.
Un afectuoso saludo.
Paolo


Respuesta del sacerdote

Querido Paolo,
1. lo que has contado acerca de las dos mujeres mayores, en cuanto a la comunión de los divorciados vueltos a casar es lo que ha quedado entre varias personas después de los dos sínodos sobre la familia.
Evidentemente no era esto lo que querían los pastores.
Pero si es necesario sentir el olor de las ovejas, ¿Cómo es que este olor no se ha tenido en cuenta?

2. Así nos encontramos ante personas que viven de manera irregular y comulgan cuando hace años que no se confiesan.
Se dice bien que la eucaristía no es el premio para los buenos, sino el alimento de los débiles.
Claro que no es el premio para los buenos, puesto que todos decimos antes de recibirla: “Señor no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme».
También es cierto que es el alimento para los débiles.
Pero no es el alimento de los muertos.
Si uno está muerto a la vida de la gracia, debe renacer pasando por aquel sacramento que antiguamente se llamaba segundo bautismo y es precisamente la confesión sacramental. 

3. Pasar por la confesión sacramental no es una formalidad.
De hecho el perdón de los pecados tiene que ver con el arrepentimiento y la voluntad de vivir también públicamente de manera conforme a los mandamientos del Señor.
Cuando Jesús instituyó este sacramento no dijo sencillamente que se comunicara el perdón de los pecados, pero usó palabras densas de significado:  «Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan» (Jn 20, 23).
Por lo tanto ha ligado su perdón, al perdón de los ministros de la Iglesia, es más lo ha ligado al criterio de ellos.

4. Los ministros de la Iglesia no son pues los árbitros o señores de los sacramentos, sino que son ministros del Señor y justamente por eso deben ser fieles a su enseñanza.
Tratando la cuestión de los divorciados y vueltos a casar Jesús dijo: «El que se divorcia de su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra aquella; y si una mujer se divorcia de su marido y se casa con otro, también comete adulterio» (Mc 10,11-12).
Al hablar de los divorciados vueltos a casar hay que partir de estas palabras del Señor.
Si no hay arrepentimiento y no hay voluntad de cambiar de vida, no se puede otorgar la absolución de los pecados.
También los sacerdotes tendrán que rendir cuentas a Dios de su ministerio.
Sobre todo es a ellos a quienes están dirigidas las palabras de San Pablo: “Los hombres deben considerarnos simplemente como servidores de Cristo y administradores de los misterios de Dios. Ahora bien, lo que se pide a un administrador es que sea fiel” (1 Cor 4,1-2).

5. Sin embargo las palabra de tu mail que más me han impresionado son estas: “Le hablo como persona que ama a la Iglesia y que para servirla haría de todo, hasta entrar en una orden como la de ustedes, que incentiva la predicación por la fe y la credibilidad de la misma”.
Sí, es cierto: se percibe que amas a la Iglesia. Se siente en especial porque sufres viendo las cosas torcidas y mal preparadas.
¿Qué puedes hacer para no quedarte en palabras y pasar a los hechos?
Sigue la inspiración que el Señor ha puesto en tu corazón: “entrar en una orden como la de ustedes, que incentiva la predicación por la fe y la credibilidad de la misma”.
Te lo aseguro: si esta es tu vocación, tu acción en favor de la Iglesia será más profunda, más amplia, más penetrante y más fructuosa.

Te agradezco mucho por las oraciones por mí, por nuestra Orden, con la esperanza de que, si Dios quiere, se convierta también en la tuya.
Te acompaño de muy buen grado con mi oración.
Te bendigo y deseo todo bien.

Padre Angelo