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Querido Padre,

Dios lo bendiga por la santa ayuda espiritual que da a todas nuestras almas en busca del Señor.

Tengo una pregunta a la cual no encuentro respuesta: es común decir que la fe es un don de Dios, y el mismo Jesús en el Evangelio dice que quien se acerca a él es porque ha sido iluminado por el Señor nuestro Dios.

Pero, al mismo tiempo, quien no tiene fe corre el riesgo de no ser salvado.

¿Cómo se conjugan las 2 cosas? Quiero decir, si la fe es un don, ¿por qué tiene la culpa quien no la posee?

Gracias por su respuesta y lo recuerdo en mis oraciones.


Respuesta del sacerdote

Muy querido,

1. la fe de la que nosotros hablamos no es la fe humana. Es la fe teologal.

Nosotros llevamos a cabo innumerables actos de fe humana: creemos en el médico, creemos en los comerciantes, creemos en la información que nos dan…

Estos actos de fe humana nacen y dependen sólo de nosotros.

La fe teologal, en cambio, tiene por objeto las realidades de orden sobrenatural, que el hombre no ve.

Sólo puede adherir a estas realidades si Dios se revela y sólo si Dios lo equipa interiormente para dar su consentimiento.

Por eso la fe teologal es un don de Dios.

2. Que es un don de Dios nos lo recuerda claramente la Sagrada Escritura.

Jesús dice: «Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me envió» (Jn 6,44) y «nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede» (Jn 6,65).

Los creyentes son aquellos que Jesús recibió como don del Padre: «Todo lo que me da el Padre viene a mí, y al que venga a mí yo no lo rechazaré» (Jn 6,37).

3. También en los Hechos de los Apóstoles hay una clara referencia a la acción preventiva de la gracia.

Leemos que en Filipos » Había entre ellas una, llamada Lidia, negociante en púrpura, de la ciudad de Tiatira, que adoraba a Dios. El Señor le tocó el corazón para que aceptara las palabras de Pablo.» (Hechos 16:14).

Dios no violó a Lidia, pero le dio la fuerza para adherir.

Fue ella quien accedió y adherir fue un acto personal suyo.

Pero este acto fue propiciado y consolidado por la gracia.

4. Dios ofrece a todos el don de la fe porque quiere salvar a todos.

En efecto, «porque Él quiere que todos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad» (1Tim 2,4).

Y puesto que «sin la fe es imposible agradar a Dios» (Hb 11, 6), se deduce que Dios ofrece la fe a todos.

5. La fe es esencial para la salvación porque sólo a través de la fe conocemos el fin último y los medios para alcanzarlo.

Pero tanto el objetivo como los medios son de orden sobrenatural.

Si no se conoce la meta y si no se utilizan los medios sobrenaturales que Dios nos ha dado, es imposible entrar en esa realidad sobrenatural que es Dios, el cielo.

Por eso dijo el Señor: “El que crea y se bautice, se salvará. El que no crea, se condenará.» (Mc 16,16).

Y: «Te aseguro que el que no nace del agua y del Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios.» (Jn 3, 5). Aquí se alude claramente al bautismo y a su absoluta necesidad.

El Reino de Dios es una realidad divina y sobrenatural y se entra en él «solamente por su misericordia, él nos salvó, haciéndonos renacer por el bautismo y renovándonos por el Espíritu Santo.» (Tt 3, 5).

6. Jesús también dijo que “El que cree en él, no es condenado; el que no cree, ya está condenado.” (Jn 3,18).

Ya está condenado porque está en las tinieblas.

Así como tener fe es como gozar de un paraíso anticipado, no tenerla es la privación de este mismo paraíso.

Ya es una condena.

Eso no significa que no tenga la posibilidad de convertirse. El Señor persiste al lado de cada persona para ser acogido.

7. ¿De quién es la culpa si alguien no tiene fe?

Seguro no es porque Dios no quiso darla, porque quiere donarla a todos.

La única respuesta es ésta: ha habido algún impedimento para recibirla.

El impedimento puede ser causado por los pecados del sujeto que han oscurecido su mente, por eso Jesús dijo: “la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas” (Jn 3:19).

O porque los hombres se han dejado aturdir por «los excesos, la embriaguez y las preocupaciones de la vida» (Lc 21,34).

Pero la culpa también podría venir de afuera, por ejemplo por un anuncio fallido o errado por lo que más que el rechazo del Dios verdadero es el rechazo de una falsa imagen de Dios.

O también, y por desgracia no pocas veces, por el  testimonio contrario de los mismos creyentes.

Pero no somos nosotros a deber juzgar.

Te agradezco por el precioso recuerdo en tus oraciones.

Con mucho gusto contracambio y te bendigo.

Padre Angelo