Questo articolo è disponibile anche in: Italiano Inglés Español Portugués
Querido Padre Angelo,
Tengo casi 13 años, le pido que me explique qué significa hacer penitencia, el valor que la penitencia asume para la propia alma y para la del prójimo, por qué es tan importante para progresar en la vida cristiana.
También quería profundizar el tema de la caridad y la humildad, y entender por qué estas dos virtudes son tan importantes y cómo descubrir su belleza.
Desgraciadamente resulta que no practico mucho la penitencia porque no la veo como algo tan necesario, y además ni siquiera puedo tener mucha caridad y humildad y tal vez sea precisamente por no practicar la penitencia que siempre caigo en el egoísmo y orgullo.
También me gustaría saber cómo practicar todo esto en la vida diaria y cómo comprometerme con ello.
Respuesta del sacerdote
Muy querido,
1. en la penitencia pretendemos darle al Señor algo que nos cueste.
Un regalo es precioso cuando cuesta.
La penitencia es un sacrificio hecho por amor.
Lo que importa sobre todo es el amor con el que se hace, aunque sea algo insignificante.
2. Al mismo tiempo, la penitencia tiene un gran valor educativo porque ayuda a superarse a sí mismo.
Es fácil dejarse llevar por las inclinaciones y también por los instintos.
La penitencia pone freno y hace a la persona capaz de amar.
Si amar significa dar, nadie puede dar sino lo que posee.
Por eso el dominio de sí ofrecido al Señor puede convertirse en un gran acto de amor.
3. Nuestra penitencia y nuestros sacrificios reciben gran fuerza si van unidos al sacrificio mucho mayor que hizo Nuestro Señor.
Por el vínculo de la caridad que nos une simultáneamente a Dios y al prójimo mediante estos sacrificios dejamos que Cristo entre en la vida de nuestro prójimo, para derramar en él los méritos de la redención y conducirlo a la conversión y a la salvación.
4. El Santo papa Pablo VI, cuando indicó las formas de penitencia, dijo que la primera forma de penitencia consiste en la fidelidad a los propios deberes.
Un ejemplo concreto: establecer un momento en el que nuestro día debe darse por cerrado y nos acostamos.
La tendencia general es seguir hasta cansarse.
Al hacerlo se sacrifica el sueño y también las primeras horas del día siguiente, que son entre las más preciadas.
En cambio, fijarnos un calendario y permanecer fieles a él por amor al Señor es algo pequeño, una forma mínima de penitencia, pero que nos ayuda a superarnos a nosotros mismos y a transformar nuestra vida en un acto de amor al Señor.
5. La humildad y la caridad son respectivamente el fundamento y la esencia de la vida cristiana.
La vida cristiana consiste esencialmente en amar a Dios y al prójimo con el corazón de Cristo, hasta el punto de entregarnos a Dios y a los demás hasta la última gota de sangre, como lo hizo el Señor.
Pero esto no es posible si nuestro corazón está dominado por un amor desmesurado hacia nosotros mismos.
La humildad pretende remediar este amor desmesurado a uno mismo.
De lo contrario, uno sigue siendo egoísta y egocéntrico.
6. La humildad y la caridad crecen juntas.
Cuanto más humildes nos volvemos, más aumenta la capacidad de amar.
Sólo en la medida en que uno se supera a sí mismo y pisotea su egoísmo, se vuelve capaz de amar.
7. Por ejemplo, intenta poner en práctica lo que te he dicho en pronta obediencia a tus padres. Esto también puede ser un acto de humildad y caridad.
Obedeciendo sin resistir, te conquistas a ti mismo y agradas tanto a tus padres como a Dios.
Te deseo lo mejor, te bendigo y te recuerdo en la oración.
Padre Angelo