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Querido Padre Ángelo,

quisiera preguntarle si es necesario rezar por los que no creen o como alguien dice: ‘la fe es un don que Dios ha dado’?

Muchas gracias, padre, y le recuerdo en la oración.

Respuesta del sacerdote

Querido,

1. La Sagrada Escritura dice: «¿Cómo puede amar a Dios, a quien no ve, el que no ama a su hermano, a quien ve? (1 Jn 4,20).

Si ves a tu hermano sufrir en el cuerpo y te preocupas por él, ¿por qué no te preocupas por él cuando lo ves sufrir o casi muerto en el alma?

2. Es verdad que la fe, precisamente porque es un conocimiento de orden sobrenatural, no puede adquirirse por las propias fuerzas naturales, sino que es un don de Dios.

Sin embargo, Dios da la fe a todos porque «quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad» (1 Tim 2,4).

3. Si alguien no tiene fe, significa que hubo algún impedimento que no le permitió recibir esa luz que ilumina el camino de la existencia y lo orienta hacia Dios.

4. No interesa en este momento examinar la naturaleza de este impedimento ni de quién es la culpa.

El hecho es que algunas personas no están orientando su vida hacia Dios, sino hacia la vida eterna.

La orientan hacia algo distinto de Dios.

Este es su drama.

5. Santo Domingo, el fundador de la Orden de Predicadores, también conocida como de los Dominicos, no descansaba por estas personas y se quedaba en la Iglesia durante la noche rezando y haciendo penitencia por ellos. Se le oía gemir y suplicar al pensar en su fin.

Para ellos pedía insistentemente la gracia de la conversión. Solía pasar toda la noche en la Iglesia y, cuando se desmayaba, se flagelaba, como también se flagelaba a sí mismo y por las almas del Purgatorio.

Solía pasar toda la noche en la Iglesia y, cuando se desplomaba del sueño, se acostaba en un escalón del altar y hacía como el patriarca Jacob, que apoyó la cabeza en una piedra.

6. Santo Tomás comenta la bienaventuranza «Bienaventurados los que lloran» afirmando que no es suficiente con no hacer el mal, sino que también es necesario llorar por los pecados propios y ajenos.

Sobre la necesidad de rezar por los pecados de los demás, señala que si tenemos enfermos en casa, sufrimos con ellos. Si mueren, lloramos por ellos.

Así también debemos llorar y rezar por los que están enfermos en la vida espiritual, y mucho más por los que han muerto pues están espiritualmente separados del cuerpo místico de Cristo.

7. La preocupación por la recuperación de la fe de aquellos que la han perdido o que nunca la tuvieron es una de las formas más exquisitas de la caridad.

Antes incluso de hablarles de Jesucristo, es necesario un trabajo secreto que consiste en orar y hacer sacrificios para despejar lo que impide que la luz de Dios entre en sus corazones.

Es lo que hizo santa Teresita del Niño Jesús, que en la Historia de un alma nos dejó este hermoso testimonio: «Sí, toda mi fuerza se encuentra en la oración y en el sacrificio; ésas son las armas invencibles que Jesús me ha dado, y logran mover los corazones mucho más que las palabras» (Historia de un alma, 315).

Deseándote que empuñes bien estas armas, te bendigo y te recuerdo en la oración.

Padre Ángelo