Questo articolo è disponibile anche in: Italiano Inglés Español

Buenos días padre Angelo,
soy una chica de 21 años y desde siempre he llevado una vida cristiana. Sin embargo en los últimos años me he dado cuenta de que tener fe en Dios es algo mucho más profundo que sencillamente concurrir a la iglesia, o decir oraciones durante el día. He podido darme cuenta de que nuestra relación con el Señor es algo totalizante, que ocupa cada instante de nuestro día, aún mientras desarrollamos las más diferentes actividades. Sin embargo a veces no es fácil, o mejor dicho, no sin esfuerzo, y basta distraerse un poco para encontrarse alejados con el espíritu caído, y volver a recomenzar desde el principio para experimentar verdaderamente Su cercanía.
Y aquí es que quisiera preguntarle, la fe ¿es una cuestión sencilla?
A veces la experimento como algo difícil. Racionalmente pienso que no tendría que serlo, no entiendo sin embargo por qué en ciertos períodos me resulta así… tal vez haya algo equivocado en mis razonamientos, o ¿es que razono demasiado? ¿Cuál es su opinión al respecto? ¿Y yo qué puedo hacer?
Le agradezco muchísimo, ¡hasta pronto!
Benedetta


Respuesta del sacerdote

Querida Benedetta,
1. me hace feliz saber el don que recibiste del Señor: poseer una fe en la que Cristo es el alfa y el omega, el punto de partida y llegada de tu vida y también el de tus actos particulares.

2. ¿Cuál es la diferencia entre tu fe actual y la anterior?
Es la diferencia entre lo del comienzo y lo que es más maduro.
O si quieres, entre una fe imperfecta y una fe perfecta.

3. Hablar de una fe perfecta parece una exageración porque solamente en los Santos, y en primer lugar en la Virgen, hallamos una fe perfecta.

4. Hay que aclarar que aquí, hablando de la fe, no nos referimos simplemente al hecho de creer en las verdades reveladas por Dios, porque por lo menos implícitamente tú ya habías adherido a todas las verdades reveladas antes de que fuese encendida esa chispa que prendió el fuego.
Nos estamos refiriendo más bien a la vida de fe.
Y más precisamente a esa vida de fe por la que nos encontramos prácticamente continuamente en presencia de Dios, justamente como Dios le había mandado hacer a Abraham cuando le dijo: «Yo soy el Dios Todopoderoso. Camina en mi presencia y sé irreprochable» (Gn 17,1).
«Camina en mi presencia» quiere significar «permanece en mi presencia».

5. He mencionado a la chispa que prendió el fuego.
Sí, cuando la fe comienza a madurar se comienza a entender que Cristo es el punto de partida y el punto de llegada no solamente de la vida en general, sino también de cada acto en particular, es como si de repente todo se iluminara.

6. Que la perfección de la vida consista en esto, lo recuerda claramente la Sagrada Escritura al decir: “todo fue creado por medio de él y para él” (Col 1,16).
Cuando una persona comienza a vivir así, es como si hubiera descubierto que Cristo es el tesoro escondido en el campo, por lo que después de haberlo escondido, vende todo lo que tiene para poder comprar ese campo (cfr. Mt 1 3,44).

7. Cuando la fe no está madura y se encuentra en un estadio más o menos primordial de crecimiento, Jesucristo parece ser uno de los tantos bienes en la propia existencia, casi como si Cristo no fuera el fin de todo lo que nosotros hacemos.
Cuando madura, Cristo es todo.

8. La chispa que la hace madurar es por cierto un don de Dios.
Es un don que no reemplaza el esfuerzo personal para hacer madurar la fe y vivir según las indicaciones que Dios nos dio por medio de San Pablo:  “Cualquiera sea el trabajo de ustedes, háganlo de todo corazón, teniendo en cuenta que es para el Señor y no para los hombres” (Col 3, 23); “Así podrán comportarse de una manera digna del Señor, agradándole en todo” (Col 1,10).

9. El Concilio Vaticano II hablando de Jesucristo dice que  “es la clave, el centro y el fin de toda la historia humana” (Gaudium et spes 10).
De la misma manera , Cristo tiene que convertirse en la clave, el centro y el fin de toda nuestra vida personal, al punto que se llegue a decir “Jesus meus et omnia”, “Jesús es mi Dios y mi todo”.

10. Se entiende pues como dejar de lado a Jesucristo del horizonte de nuestra vida, todo se va a la deriva.
De aquí que sea necesario estar siempre a la presencia de Dios.
De aquí también nace el deseo de que muchos otros puedan vivir esta experiencia que es como una anticipación del paraíso.

Con el augurio que este deseo crezca más y más en tu vida, te bendigo y te recuerdo en la oración.
Padre Angelo