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Querido Padre Angelo:
leyendo el libro «La fe y la teología» de Yves Congar, entre otras cosas un libro hermoso y con una intensa profundidad doctrinal, me encontré con una frase que decía más o menos así: «Dios no es la palabra». Me sorprendió bastante, porque comparé la cita con el prólogo de San Juan que dice «La Palabra era Dios». Ahora bien, sé que el término «Logos» tiene muchos significados, entre ellos «pensamiento», «sabiduría», «palabra», «comunicación»… y que el significado de «Palabra» puede referirse tanto al aspecto hipostático, es decir, a Cristo, cuanto al de «comunicación» de las verdades de Dios, es decir, a la Revelación.
¿Podría, por favor, aclararme estas afirmaciones?
Le agradezco por la respuesta y por el espléndido servicio que presta a la Iglesia y al pueblo de Dios.
Con afecto,
Lorenzo.
Respuesta del sacerdote
Estimado Lorenzo:
1. Independientemente de lo que dijo Padre Congar, el problema se resuelve fácilmente haciendo una distinción entre la Palabra increada y la palabra creada.
La Palabra increada es Dios mismo, es la Palabra de la que habla San Juan al comienzo de su Evangelio.
La palabra creada es la palabra que Dios ha pronunciado comunicándose a los hombres, usando palabras humanas.
Entre estas palabras están también las palabras de Jesús.
2. Por tanto, cuando Dios dice a Abraham: «Deja tu tierra natal y la casa de tu padre, y ve al país que yo te mostraré.» (Gn 12,1) nos encontramos ante una palabra dicha por Dios.
Pero es una palabra creada específicamente para que sea escuchada por Abraham.
Es una palabra pronunciada a lo largo del tiempo. No es la Palabra eterna, increada.
3. La Palabra increada es el pensamiento mismo de Dios, el Logos en griego, el Verbum en latín.
Esta Palabra no se articula como la palabra humana, que se expresa a través de tantas letras y sílabas. Es el pensamiento mismo de Dios, que capta el abismo de su divinidad y de todas las realidades creadas en un solo instante, sin razonar como lo hacemos nosotros.
4. Dicho esto, te propongo el texto de padre Congar:
“La expresión “palabra de Dios” puede tener dos significados principales:
el primero, el del Verbo increado, es decir, el del acto de Dios que habla, acto que es Dios mismo, su verbo;
el segundo, el de una realidad creada, a la que Dios, por su propia iniciativa y responsabilidad, decide conferir el valor de signo o manifestación de sí mismo y de su pensamiento.
Esto puede suceder de manera formal, precisamente cuando Dios hace suya la palabra de un hombre (profeta, hagiógrafo, apóstol, y antes que nadie el mismo Jesús de Nazaret) y toma la iniciativa y la responsabilidad de hacerla expresión de su pensamiento:
- tanto en el momento en que pronuncia esta palabra: palabra profética, apostólica, o mejor dicho a veces, cuando Dios lo quiere y Él mismo viene a hablarnos, predicación de los ministros de la Palabra; pero también, de manera segura, porque se fundamenta en la alianza, en el caso del juicio otorgado por el magisterio eclesiástico que precisa el sentido de la palabra apostólica y profética.
- tanto en las memorias escritas de la predicación de los profetas y apóstoles: a través del carisma de inspiración escritural.
Las Sagradas Escrituras representan estos signos de Dios, de su pensamiento y de su voluntad.
No son en sí mismas la palabra de Dios como acto de Dios, sino como efecto creado por este acto; como veremos, nuestra fe no tiene como fin las Sagradas Escrituras como si fueran la razón que la constituye: la fe tiene como fin a Dios mismo que se manifiesta a través de estos signos” (La fe y la teología, p.13).
5. Estoy de acuerdo contigo en la opinión que has dado sobre el libro de Yves Congar: es una obra simplemente valiosa.
Allí encontramos la lucidez, la profundidad y la fuerza persuasiva del argumento del hermano común Santo Tomás.
Te bendigo, te recuerdo en la oración y te deseo una feliz continuación de estas fiestas navideñas.
Padre Angelo.