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Buenos días padre Angelo,
Ayer durante la misa fúnebre de un pariente, me surgieron algunas dudas.
Sé que después de la muerte hay otra vida porque el alma es inmortal. Entonces, ¿por qué debemos esperar hasta el último día?
Si el alma de Lázaro que había muerto desde hacía cuatro días se encontraba ante la gloria de Dios, ¿por qué Jesús lloró y luego lo resucitó?
Le ruego, disipe estas dudas que me afligen.
Gracias.
Respuesta del sacerdote
Muy querida,
- hay que esperar hasta el último día para la resurrección de los cuerpos, mientras que el alma -como correctamente observas- es inmortal.
- Justamente porque es inmortal, enseguida después de la muerte el alma comparece ante el tribunal de Cristo, tal como refieren las Escrituras: “Porque todos debemos comparecer ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba, de acuerdo con sus obras buenas o malas, lo que mereció durante su vida mortal” (2 Cor 5,10).
- Esto ocurrirá inmediatamente después de la muerte como lo hizo comprender Nuestro Señor en la parábola del rico que vivía en la abundancia y del pobre Lázaro: apenas después de la muerte, uno va al infierno y el otro al seno de Abraham (cfr. Lc 16,22-23).
Con verdad la Iglesia enseña que inmediatamente después de la muerte tiene lugar el juicio particular, que marca para siempre el destino de nuestra alma. - En el último día, con la resurrección de los muertos, tendrá lugar el juicio universal delante de todos.
- A propósito de Lázaro hay que tener en cuenta que en los Evangelios se mencionan dos sujetos diferentes con ese nombre.
El primero es el Lázaro de la parábola evangélica recién mencionada, que todos los días estaba en la puerta del rico que se la pasaba bien, pero ni siquiera le estaba permitido recoger las migajas que caían de la mesa de ese hombre.
El Señor dice que cuando Lázaro murió fue llevado por los ángeles en el seno de Abraham. Prestemos atención: no se dice que entró en la gloria de Dios porque el cielo había quedado cerrado a causa del pecado de Adán.
Jesucristo con su resurrección abrió el cielo. Solamente a partir de ese momento los justos que esperaban pudieron entrar en la gloria de Dios. - Mientras tanto, los que habían vivido santamente o bien se habían purificado en el Purgatorio iban al seno de Abraham, es decir entraban en el limbo, que no es el paraíso, sino un lugar de felicidad natural.
- Está después el otro Lázaro, del que tú hablas, el hermano de Marta y María, que el Señor resucitó a los cuatro días de su sepultura.
Este Lázaro, una vez que hubo muerto, ¿qué le tocó en suerte antes de que el Señor lo resucitara?
¿Había tenido su juicio particular? ¿Fue al purgatorio o al limbo?
Seguramente no había entrado en la gloria de Dios por el motivo antes mencionado, es decir por el hecho de que Cristo no había aún resucitado.
Para él, hay que decir que hubo una intervención milagrosa de Dios. Como por un milagro de Jesús el alma regresó al cuerpo dándole nuevamente la vida, de la misma manera el alma -aunque separada del cuerpo- no había comparecido ante el tribunal de Dios, sino que había quedado en un estado de espera. De modo que no había entrado en ninguno de esos estados que son consiguientes al juicio particular: paraíso, purgatorio, infierno. - ¿Por qué Jesús lloró, sí sabía que lo iba a resucitar?
Es bueno recordar lo que dice el texto sagrado: “Jesús, al verla llorar a ella, y también a los judíos que la acompañaban, conmovido y turbado, preguntó: «¿Dónde lo pusieron?». Le respondieron: «Ven, Señor, y lo verás».Y Jesús lloró” (Gv 11, 33-35).
Santo Tomás dice que dos cosas se sumaron para turbar el corazón de Cristo y provocaron su llanto: la primera, Jesús llora por la muerte sufrida por el hombre a causa del pecado; la segunda por la crueldad de la muerte y del demonio.
Por eso Cristo quiso tener sentimientos de dolor e indignación. (Comentario a Juan 11, 33).
Estas serían las razones de su llanto, pese a saber que de allí en poco tiempo lo habría resucitado. A esto también se puede añadir que Jesús llora, porque participa plenamente del pesar de los presentes.
Te bendigo, te recuerdo en la oración y te deseo todo bien.
Padre Angelo