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Pregunta

Querido Padre Angelo,
He leído con mucho interés sus respuestas respecto a la adoración Eucarística. Quisiera saber, ya que el cristiano es templo del Espíritu Santo, si estando en gracia, podemos adorar en nosotros mismos al Espíritu Santo. Le agradezco por el bien que realiza en este sitio.
Le saludo cordialmente.


Respuesta del sacerdote

Querido Nicola,
1. a tu pregunta contesto: sin ninguna duda, sí.
De hecho la Sagrada Escritura dice: «Dichosos ustedes, si tienen que sufrir por la justicia. No teman ni se inquieten; por el contrario, glorifiquen en sus corazones a Cristo, el Señor». (1Pd 3, 14-15).

2. En el Evangelio de Juan, cuando Jesús habla con la samaritana dice:  «Dios es espíritu, y los que lo adoran deben hacerlo en espíritu y en verdad».(Jn 4, 24). Poco antes había dicho: «Pero la hora se acerca, y ya ha llegado, en que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad, porque esos son los adoradores que quiere el Padre». (Jn 4, 23).

3. Adorar a Dios o al Espíritu Santo (que es lo mismo) en nuestra alma estando en gracia y adorarlo en las almas de nuestro prójimo es la experiencia más hermosa y más alta que se pueda hacer en este mundo.
Es la experiencia típica de los contemplativos y de los santos.

4. Santo Tomás afirma que esta experiencia conduce “a disfrutar de la misma Persona divina” (Suma teológica, I, 43, 1, a 1).
Esto es, el alma que se encuentra en gracia posee a la misma Persona del Espíritu Santo, es más, a la Trinidad adorable, y goza de su presencia y de sus servicios.
Agrega además que esto es un imperfecto comienzo de la futura bienaventuranza de la que los santos hacen experiencia ya en la vida presente. (Suma teológica, II-II, 59, 2). La incoación o comienzo perfecto se tendrá solamente en el Paraíso.

5. Sin embargo esta adoración -aun siendo muy hermosa y obligada- es solamente espiritual. De hecho como afirma el Damasceno, “puesto que estamos compuestos de doble naturaleza, -la intelectual y la sensible-, ofrecemos doble adoración a Dios: una espiritual, que consiste en la devoción interna de nuestra mente;
y otra corporal, que consiste en la humillación exterior de nuestro cuerpo.
Y porque en todos los actos de latría lo exterior se refiere a lo interior como lo secundario a lo principal, por eso es por lo que la misma adoración exterior se subordina a la interior, para que mediante los signos corporales de humildad se sienta empujado nuestro afecto a someterse a Dios, pues lo connatural en nosotros es llegar por lo sensible a lo inteligible” (Suma teológica, II-II, 84, 2).

6. La adoración exterior -que es la que comúnmente llamamos adoración- precisa un lugar determinado. Es más, requiere que exista un signo sensible. Dice santo Tomás: «Lo de escoger un lugar determinado para adorar no se requiere por parte de Dios, a quien adoramos, como si se hallase allí recluido, sino por parte del propio adorador. y esto por una triple razón. La primera por la consagración del lugar, que hace concebir en los orantes una especial devoción y confianza en ser escuchados con mayor seguridad, como nos consta por la adoración de Salomón (3Re 8). La segunda, por los sagrados misterios y otros objetos sagrados que contiene tal lugar. La tercera, por la concurrencia de muchos adoradores, por lo que la oración se hace más digna de ser escuchada, según aquello de Mt 18,20: “Donde hay dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”.(Mt 18,20)”».(Suma teológica, II-II, 84, 3, a 2).

7. “Por tanto la determinación del lugar no se requiere como principal para la adoración, cual si se tratase de algo necesario para ella, sino como algo conveniente, lo mismo que ocurre con los demás signos corporales.” (Suma teológica, II-II, 84, 3).
De modo que si bien puede impedirse la adoración corporal, a nadie -ni siquiera si fuera aprisionado- se le puede impedir aquella espiritual.
De hecho “la adoración corporal se hace en espíritu, en cuanto que procede de la devoción espiritual y a ella se ordena». (Suma teológica, II-II, 84, 2, ad 1).

Te agradezco por esta pregunta, te recuerdo en el Señor y te bendigo.
Padre Angelo