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Pregunta
Buenos días Padre.
En una reciente homilía del papa Francisco, llamada “Como responder a la tentación”, el Santo Padre remarcó un aspecto de la modalidad en que actúa el maligno: el maestro de la mentira, de hecho, tiene la capacidad de engañar a los individuos, induciéndolos a pecar mediante la seducción de las palabras, de modo que se alejan del buen camino casi sin percatarse de los pecados que se cometen.
¿Podría dar algunos ejemplos prácticos de este tipo de seducciones y, sobre todo, cómo puede un alma seguidora de Cristo, velar para que pueda cada vez más eficazmente, reconocer estos engaños? La oración, la constancia en la práctica sacramental y el abandono en la Virgen son escudos excelentes, pero ¿habría algo más?
Le envío un afectuoso saludo y desde ya muchísimas gracias.
Federica
Respuesta del sacerdote
Querida Federica,
1. el demonio puede engañar hasta con palabras conmovedoras. Sabe muy bien disfrazarse de ángel de luz, como dice san Pablo (2Cor 11, 14).
Me pides ejemplos.
Te propongo como ejemplo algo que consta en la historia de los frailes dominicos de los primeros tiempos, cuyo protagonista es el maestro Jordán de Sajonia, quien fue el primer sucesor de santo Domingo en guiar a la Orden.
Se habla de un fraile converso poseído por el demonio que ocasionaba no pocas molestias a los frailes.
2. He aquí lo que se relata: “En otra ocasión el poseído estaba vomitando toda clase de improperios contra los frailes; pero cuando llegó el Maestro Jordán se levantó, le hizo una respetuosa reverencia y comenzó a ensalzarlo por su extraordinaria predicación y por el amor que le llevaba a la Orden, deteniéndose a considerar cada una de sus virtudes. Esto evidentemente para llevarlo a la soberbia.
Pero aquel santo varón, sin ignorar las astucias del maligno, lo confundió con su humildad” (Geraldo di Frachet, Vitae fratrum, n. 144).
3. He aquí cuanto narra el beato Jordán:
“Por su boca aquel demonio vomitaba muchas y sorprendentes cosas. Algunas veces el poseído, que no era muy versado en Teología y casi estaba en ayunas en cuanto a las Sagradas Escrituras, hacía discursos de tal profundidad sobre los Santos libros, que se hubieran podido perfectamente tomar por algunas de las obras más célebres de Agustín.
Ocurría entonces que, si alguien le prestaba oídos, animado por el orgullo, comenzaba a gloriarse desmesuradamente.
Además se esmeraba muy a menudo, tratando de ocultar la cosa con palabras engañadoras, sembrando algo de su malicia en nuestros corazones.
Pero yo me di cuenta y le dije: «¿para qué te esfuerzas tanto en redoblar tus engaños con nosotros? ¡Tus intenciones nosotros bien que las conocemos!»
Y él: «Se muy bien de qué arcilla estás hecho. Lo que tú rechazas y desprecias cuando se te ofrece por una vez sola, engañado por mi malicia, acabas por aceptarlo con facilidad y de buen grado.»
Es más, algunas veces hacía discursos en tonos de predicación tan eficaces, que movía hasta las lágrimas el corazón de los oyentes, tanta era la piedad y profundidad de sus palabras” (Jordán 112, 114, 115).
Es evidente que no es suficiente juzgar la santidad y prudencia de una persona por la belleza o sabiduría de sus palabras.
4. En la Vitae fratrum se lee:
“A través de un poseído, el diablo vomitó amenazas y maldiciones contra el Maestro Jordán, quejándose con él porque a través de su predicación le quitaba muchas almas.
Le dijo pues: “Oh ciego, yo haría de buena gana un pacto contigo: no tentaré nunca más espiritualmente a tus frailes ni los vejaré corporalmente, si tú me prometes que no volverás a predicar”. Pero el santo varón replicó: “Que nunca ocurra que yo establezca una alianza con la muerte o haga un acuerdo con el infierno.” (Geraldo de Frachet, Vitae fratrum, n. 145).
5. Otro testimonio del Maestro Jordán: “Recuerdo una vez, en que me hizo esta propuesta: él habría dejado de tentar a los frailes, si yo hubiera dejado la predicación. Yo le respondí: “Nunca haré alianza con la muerte o haré un pacto con el infierno. Tus tentaciones, sin que tú lo quieras, son útiles para los frailes y los vuelven más fuertes en la vida de la gracia, pues la vida del hombre en la tierra, es una lucha continua. (Jordán 113)
6. El criterio para desenmascarar a satanás por parte del Maestro Jordán fue siempre el mismo: la humildad.
Si hay humildad (que se expresa también en la obediencia a las indicaciones del confesor) el príncipe de la soberbia queda descubierto y derrotado.
Te recuerdo al Señor y te bendigo.