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La paz sea contigo Padre,
¿cómo estás?
¿Podría pedirte como relacionar el concilio de Florencia con el Vaticano II en cuanto a la salvación de los cismáticos, herejes y paganos?
En apariencia la Iglesia antes del Vaticano II estaba mucho menos abierta a considerar la salvación fuera de la Santa Ecclesia.
Esto es debido a mi falta de estudio. Había escepticismo acerca de los sacramentos celebrados por los ortodoxos.
Te agradezco por la respuesta, y deseo lo mejor para ti.
Martin


Respuesta del sacerdote

Querido Martin,
1. antes que hablar del concilio de Florencia es mejor afrontar cuales fueron los hechos que llevaron a su convocación.
Fueron los griegos quienes solicitaron al Papa un concilio para llevar a cabo la unión.
Por entonces los griegos eran lo que actualmente nosotros llamamos miembros de la iglesia ortodoxa.
El motivo era principalmente de tipo político. Durante ese periodo los turcos ocupaban  gran parte de los Balcanes y apremiaban Constantinopla, podríamos decir hasta la entrada de Santa Sofía.
Los griegos estaban convencidos de que solamente en la unión con Occidente habrían tenido la fuerza suficiente como para enfrentar el poder turco.

2. Hubieran preferido que este concilio fuese celebrado en Constantinopla, pero sin embargo no insistían por el lugar. En cambio pidieron que el Papa sostuviera los gastos del viaje y alimentos para el patriarca y los padres.
Se propuso la ciudad de Ferrara. Se embarcaron en noviembre de 1437 en embarcaciones venecianas alquiladas por el pontífice, las que ya en el mes de febrero siguiente consiguieron entrar en el muelle de San Marcos.
El concilio se inauguró en Ferrara el 8 de enero de 1438 con poca participación. (…). Sin embargo en marzo de 1438 apareció un numeroso grupo de griegos, compuesto por alrededor de 700 personas, encabezado por el emperador Juan VIII Paleólogo, el patriarca de Constantinopla José, el docto metropolita de Nicea Besarión, celante amigo de la unión, que seguidamente después de haber sido nombrado cardenal, permaneció en Italia aún después del concilio. Los demás patriarcas de oriente habían enviado sus representantes.
La iglesia rusa estuvo representada por el metropolita de Kiev, Isidoro, promotor lleno de celo y desinteresado de la unión.
Las tratativas fueron muy difíciles: más de una vez el concilio estuvo a punto de disolverse.
Solo el temor de los turcos, que habían conquistado la mayor parte de la península balcánica y amenazaban directamente a Constantinopla, fue lo que en determinados momentos consiguió detener a los griegos.

3. La discusión se concentró sobre todo en el Filioque (y del Hijo) y se prolongó mucho.
El Credo del concilio de Nicea dice que el Espíritu Santo procede del Padre.
Sucesivamente, en tiempos de Carlomagno en la iglesia latina se agregó «y del Hijo».
Cuando el Papa Eugenio IV agotó el dinero para sostener a los griegos, trasladó el concilio a Florencia, porque Cosma de Medici, Príncipe de Florencia, le había prometido ayuda económica.

4. En el concilio durante la disputa sobre el Filioque los griegos se encontraron frente a hombres como Giuliano Cesarini, Giovanni Torrecremata, Nicolò Albergati, Tommaso Parentuccelli, Andrea di Rodi, Giovanni di Montenegro e Ambrogio Traversari, personas doctas y de gran virtud.
Fueron decisivos en especial las intervenciones del dominico Giovanni de Montenegro y del camaldolés Ambrogio Traversari que conocían perfectamente el pensamiento de los Santos Padres y hablaban igualmente a la perfección el griego.
Sabían desentrañar los asuntos y demoler los sofismas en los que los griegos eran proverbialmente expertos. Particularmente revelaron las falsificaciones de los textos obrados por los griegos.
Nuestros dos protagonistas fueron tan hábiles que consiguieron convencer a los bizantinos para que aceptaran el decreto de unión, en el que se definía que el Espíritu Santo ab aeterno procede del Padre y del Hijo según la esencia, y de uno y otro procede como de un solo principio.
Lograron convencer a los griegos que la fórmula del Padre y del Hijo y la del Padre por el Hijo (tal como proponían los griegos) se equivalen y el haber añadido y del Hijo se hizo lícita y razonablemente.
En esa oportunidad los mismos griegos suscribieron a propósito del primado del Papa:
“definimos que la Santa Sede apostólica y el romano pontífice tienen el primado sobre toda la tierra y que el mismo pontífice romano es sucesor del beato Pedro príncipe de los apóstoles, es el verdadero vicario de Cristo, jefe de toda la Iglesia y padre y doctor de todos los cristianos”.
El decreto sobre la unión declaraba también que la eucaristía puede asimismo ser celebrada con pan ácimo (como hacían los latinos) y con pan fermentado (como hacían los griegos).
Concordaron también acerca de la doctrina sobre el purgatorio y que la consagración no ocurre en el momento de la epíclesis (invocación al Espíritu Santo) sino mediante las palabras pronunciadas por Cristo en la institución y que la epíclesis es una simple oración.

5. El Papa Eugenio IV reconoció como lícito el uso del pan levado y los demás usos y ritos orientales.
Reconoció que los griegos no estaban obligados a agregar el Filioque al rezar el Credo. Era suficiente aceptar el acto de unión.
Suscribieron el decreto de unión tanto el emperador como el representante de los patriarcas de Alejandría, Antioquía y Jerusalén, 16 metrópolis, cuatro diáconos…
El único que se opuso y no lo suscribió fue Marcos de Éfeso.

6. Pero en Oriente los monjes y los sacerdotes incitaron al pueblo contra los latinos, gritaban que en Florencia los orientales habían sido engañados y comprados. Así fue que cuando sus prelados regresaron fueron acogidos con el grito de “acimitas, traidores, apóstatas”.
En vano Besarión de Nicea, Isidoro de Kiev y el nuevo patriarca de Constantinopla intentaron mitigar la explosión.
Oriente arrastrado por Marcos de Éfeso, se volvió de espaldas a Roma para siempre.
La fiesta de la unión celebrada en Santa Sofía el 12 de diciembre de 1452 ocasionó un gran tumulto. Gritaban que se podía vivir también bajo los turcos y que “era mejor el turbante turco que la tiara romana”.
En la primavera siguiente Mahoma II con un ejército de 200.000 guerreros inflamados de fervor religioso avasalló Constantinopla y decretó el final del imperio romano de oriente.
Acabada la algarabía por la victoria, Mahoma II invitó a los griegos  dispersos a volver prometiéndoles tolerancia, haciendo elegir a Genadio como patriarca de Constantinopla.
Genadio era un fogoso cismático, lo entronizó como patriarca con un báculo de oro, pronunciando la fórmula: “la Santísima Trinidad que me concedió el imperio te hace arzobispo de Constantinopla, nueva Roma y patriarca ecuménico”.

7. Así fue como la unión quedó deshecha.
Durante el concilio de Florencia la Iglesia Católica se mostró muy abierta con los griegos, como se pudo ver.
Acerca de la salvación de los no bautizados por parte católica se afirmó siempre, aun antes del Vaticano II que la cosa esencial es estar en gracia de Dios.
De la misma manera se ha afirmado siempre, que Dios ofrece su gracia también a los paganos por caminos invisibles, con tal que vivan su religión en buena fe, de manera honesta y arrepentidos por los eventuales pecados.
Acerca de la celebración de los sacramentos la iglesia católica siempre reconoció la validez de los sacramentos celebrados por los ortodoxos, pues aunque cismáticos por estar separados de Roma, conservaron la sucesión apostólica, es decir esa cadena ininterrumpida que a partir de Jesucristo llega hasta nosotros en la transmisión de los poderes divinos.

¡También a ti, de todo corazón te deseo lo mejor! 
Te bendigo y te recuerdo en la oración.
Padre Angelo