Questo articolo è disponibile anche in:
Italiano
Inglés
Español
Pregunta
Querido Padre Angelo,
Le escribo para hacerle una pregunta sobre un problema que está teniendo un querido amigo mío.
Ha estado distante de la Iglesia y ahora se está acercando a la vida cristiana de nuevo por «necesidad».
A veces es incierto, durante la oración de «petición», cuando reza por exigencias importantes en su vida.
Por lo que tengo entendido no siempre le pasa. Sin embargo, cuando lo hace, se detiene porque teme que la oración no sea escuchada.
Se acuerda de las palabras de la carta de Santiago, versículos 1,6-8, que leyó en Internet y que cito: “Pero tiene que pedir con fe, sin dudar nada, porque el que duda es como las olas del mar, que el viento lleva de un lado a otro. Quien es así no crea que va a recibir nada del Señor, porque el que hoy piensa una cosa y mañana otra no es constante en su conducta.” (Stg 1,6-8).
También le asaltan dudas como «si no estoy seguro de que esta gracia esté en la voluntad de Dios, ¿para qué pedirla?»
Tampoco reza durante días. Cuando arranca de nuevo en cuanto surge el problema se paraliza de nuevo.
Mientras tanto, vuelve a su vida y trata de resolver sus problemas como puede.
Temo que su camino de «acercamiento» en estas condiciones sea efímero. Le sugerí que incluyera en su oración las palabras «Creo, ayúdame en mi incredulidad«. Pero de momento la propuesta no parece haber tenido el efecto deseado.
Hace años que no asiste a la misa dominical y no accede al sacramento de la confesión.
No creo que practique la castidad con su novia. Escribo esto porque sé que hay una correlación entre la Fe y la Pureza.
Sin embargo, creo que el hecho de que se haya acercado a la oración, aunque sea «forzado» por la necesidad, podría ser un punto de arranque.
¿Qué más podría decirle para ayudarle?
Gracias.
La recuerdo en mis oraciones.
Respuesta del sacerdote
Querido,
Disculpa el retraso en responderte por lo que te pido disculpas.
1. Yendo al asunto: por cierto, las necesidades nos acercan al Señor para recibir ayuda y liberación de Él. Pero si esto es todo lo que hacemos, seguimos estando muy lejos.
2. Nos acercamos al Señor hasta sentirlo dentro de nosotros sólo cuando nos purificamos, cambiamos nuestra vida, nos llenamos de Él a través de su palabra y de la Eucaristía.
3. Mientras este amigo tuyo permanezca espiritualmente muerto no podrá sentir nada, al igual que ocurre con los cadáveres: no ven, no oyen, no sienten emociones…
4. Como ves: su estado de pecado y alejamiento de Dios le sitúa en un círculo vicioso porque retiene y mantiene todo lo que le impide unirse a Dios.
5. ¡Qué ciertas son las palabras del Señor! “Los que no creen ya han sido condenados, pues, como hacían cosas malas, cuando la luz vino al mundo prefirieron la oscuridad a la luz. Todos los que hacen lo malo odian la luz, y no se acercan a ella para que no se descubra lo que están haciendo. Pero los que viven conforme a la verdad, se acercan a la luz para que se vea que sus acciones están de acuerdo con la voluntad de Dios.” (Jn 3,19-21).
6. ¿Qué hacer en esta situación en la que se encuentra en la imposibilidad moral de ver, de sentir de poseer al Señor? Sólo un milagro, sólo una acción salvadora del exterior puede liberarlo. Sólo el Señor puede hacerlo.
Sólo Él puede abrir instantáneamente los ojos de su mente para que pueda ver, abrir sus oídos para que pueda oír y desgarrar su corazón para que pueda poseerlo.
7. Sin embargo, Dios no actúa con violencia contra nadie.
Necesita que no nos resistamos a él.
Y aquí encontramos la solución: puesto que por la caridad somos un solo cuerpo y una sola alma, podemos ayudar a este amigo tuyo rezando y ofreciendo sacrificios por él.
En virtud de nuestras oraciones y acciones, el Señor puede actuar con misericordia en su interior.
Tal como el propio Señor ordenó a los tres amigos de Job, que eran indignos ante Él.
Pero precisamente a ellos Dios les dijo así: “id a ver a mi siervo Job…mi siervo Job orará por vosotros, y yo aceptaré su oración y no os haré ningún daño, aunque os lo merecéis por no haber dicho la verdad acerca de mí, como hizo mi siervo Job.” (Job 42,8).
8. Por eso, en Fátima, la Virgen dijo que hay que rezar y hacer sacrificios por la conversión de los pecadores.
Lo que dijo la Virgen no es más que una paráfrasis de lo que manda la Sagrada Escritura: “Ayudaos mutuamente a soportar las cargas y de esa manera cumpliréis la ley de Cristo” (Gal 6,2).
Las cargas que hay que soportar son los pecados, y la ley de Cristo es el precepto del amor, que contiene todos los demás. Este precepto nos llama a asumir la salvación de los demás.
Esto es lo que puedes hacer, querido lector.
Me uno, encantado, a tu empeño, asegurándote mi compromiso en la oración.
Te bendigo.
Padre Angelo
Traducido por SusannaN