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Buenas tardes Padre Angelo,
últimamente estoy pensando en el día de mi muerte (ahora tengo 34 años) y me pregunto si tendré remordimientos o sentimientos de culpa por no haber vivido una vida “plena”.
¿Puede darme consejos para vivir una vida verdadera y plena para llegar en ese día en paz y serenidad?
Gracias por su respuesta.
Le saludo cordialmente
Emanuele
Respuesta del sacerdote
Querido Emanuele,
1. un gran escritor francés dijo que si al final de nuestra vida tendremos algún pesar será el de no haber sido santos.
La razón es clara porque todo lo que el Señor dispone en nuestra vida y alrededor de nuestra vida, no tiene otra finalidad que la de la santificación.
Cuando nos presentaremos delante de Cristo veremos claramente todo este designio de santificación. Veremos también el tiempo perdido en distracciones y en haber vivido lejos del Señor.
2. ¿Qué hacer para llegar ante Cristo con menos pesar?
El Señor mismo en estos últimos tiempos nos habló a través de un chico que logró ser santo no obstante el ambiente no fuera favorable, porque se encontró en el mismo ambiente en el que se encuentran nuestros jóvenes y nuestros chicos hoy en día.
Este joven es Carlo Acutis, venerado como beato, su cuerpo está incorrupto. Si viviera, hoy tendría 32 años, dos menos que tú.
Mira lo que proponía a los jovencitos de su edad para ser santos.
“1. Trata de participar en la Santa Misa todos los días y comulgar.
2. Recuerda decir el Santo Rosario diariamente.
3. Lee todos los días un pasaje de la Sagrada Escritura.
4. Si puedes, haz algún tiempo de Adoración Eucarística ante el Tabernáculo donde está presente realmente Jesús y así verás como prodigiosamente aumentará tu nivel de santidad.
5. Si puedes confiésate todas las semanas, aún si se trata sólo de pecados veniales.
6. A menudo haz buenos propósitos al Señor y a la Virgen para ayudar a los demás.
7. Pide continuamente ayuda a tu Ángel de la Guarda que tiene que ser tu mejor amigo”.
3. Entre todos estos puntos subrayo la importancia de la confesión semanal justamente en relación a los eventuales remordimientos que podríamos tener al final de nuestra existencia.
Respecto a ello el Catecismo de la Iglesia Católica dice: “En este sacramento, el pecador, confiándose al juicio misericordioso de Dios, anticipa en cierta manera el juicio al que será sometido al fin de esta vida terrena. Porque es ahora, en esta vida, cuando nos es ofrecida la elección entre la vida y la muerte, y sólo por el camino de la conversión podemos entrar en el Reino del que el pecado grave nos aparta. Convirtiéndose a Cristo por la penitencia y la fe, el pecador pasa de la muerte a la vida «y no incurre en juicio» (Jn 5, 24) (CIC 1470).
4. El que se confiesa semanalmente, por lo general, se acusa solamente de pecados veniales.
Esto también es muy valioso, porque concede un aumento de la gracia. “En efecto, la confesión habitual de los pecados veniales ayuda a formar la conciencia, a luchar contra las malas inclinaciones, a dejarse curar por Cristo, a progresar en la vida del Espíritu.
Cuando se recibe con frecuencia, mediante este sacramento, el don de la misericordia del Padre, el creyente se ve impulsado a ser él también misericordioso
5. Para tener menos remordimientos al final de la vida, te recomiendo que continuamente renueves la confianza en la misericordia de Dios y en los méritos de Jesucristo.
En relación a esto me es agradable recordar el testimonio de Santa Josefina Bakhita.
Durante la primera guerra mundial, cuando una parte del convento fue habilitada como hospital militar, esta religiosa que cuando era una jovencita había sido raptada y vendida por los esclavistas negreros cinco veces, había notado que el soldado asistente del comandante cargaba siempre con dos valijas: la suya y la de su jefe.
Recordando este hecho decía que quería ser la asistente de su jefe Jesús y por eso quería llevar ella también dos valijas: la suya repleta de sus insuficiencias y miserias y la de Jesús tan rica de méritos que anulaba todas sus insuficiencias: “Voy despacito, despacito, hacia la eternidad… Me voy con dos valijas: una contiene mis pecados, la otra, mucho más pesada, los méritos infinitos de Jesucristo.
Cuando compareceré ante el tribunal de Dios, cubriré mi fea valija con los méritos de la Virgen, luego abriré la otra, presentaré los méritos de Jesús y diré al Eterno Padre: Ahora juzgad lo que veis”.
6. Te aconsejo repetir más o menos estas palabras a Jesús antes de dormirte. Te darán consuelo y energía.
Deseándote todo bien, te bendigo y recuerdo en la oración.
Padre Angelo