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Buenas noches Padre Angelo:
En primer lugar, felicitaciones por las respuestas exhaustivas que da a quienes buscan consuelo y consejo.
Mi nombre es F. y tengo novia. Estamos comprometidos desde hace casi 6 años.
Al inicio de nuestra relación, yo vivía como no creyente pero luego, hace unos 3 años, me acerqué a la fe. Mi novia, como no creyente (ha recibido solo el sacramento del bautismo), quedó bastante sorprendida por mi cambio. Traté de hablar con ella pero piensa que la religión es una cosa estúpida para personas débiles.
Realmente me interesa mucho esta chica, pero los pensamientos humanos y la cuestión de la fe son totalmente opuestos.
Tenemos relaciones prematrimoniales, ella toma la píldora para regular «sus cosas» incluso desde antes de perder la virginidad (con otra pareja). Al releer el catecismo, a pesar de haberme confesado y comunicado, cometo un acto sacrílego…
Mi vida cambió desde que volví a abrazar la fe y ha mejorado mucho. Antes era una discusión constante con mis padres, ahora por todo los abrazo y los beso. Antes solía maldecir por cualquier cosa y también he sido objeto de escándalo hacia otras personas en diferentes lugares. Ahora, cuando escucho blasfemar, recito Avemarías para remediar. Antes, tenía relaciones sexuales prematrimoniales con mi novia por puro placer, como ver material pornográfico y masturbarse. Ahora, la pornografía y la masturbación han sido casi erradicadas (excepto por algunas recaídas), en cambio las relaciones sexuales ocurren pero con menos frecuencia, porque puedo decir que estoy «casi bien» conmigo mismo. Pero ella no quiere entenderlo.
Siento arder mi corazón por dentro. Lloro a veces porque ella no quiere entender la alegría que me gustaría compartir con ella. Lloro y mi cuerpo arde porque tengo miedo de que nuestra historia termine y no desearía hacerla sentir mal porque si, ella me ama. Es muy amable y atenta conmigo a pesar del «abismo» que nos separa.
Tengo mucho miedo, pido a Dios que me ayude quizás a convertir el corazón de mi novia, y así contar con un «hijo devuelto» al Padre.
A la espera de su respuesta, le agradezco mucho por su disponibilidad y amabilidad al contestarme y le pido disculpas si he escrito mal.
Me encomiendo a sus oraciones y rezaré 3 Avemarías por usted.
Atentamente.
Respuesta del sacerdote
Querido:
1. Si los pensamientos de tu novia en relación con Dios son los que tú me has escrito, no hay nada que hacer.
No puedes estar al lado de una esposa que considera estúpido e infantil lo más preciado de toda persona humana, que es la relación con Dios.
Tampoco es concebible que la madre de tus hijos los eduque con tales sentimientos.
2. La sexualidad toca el núcleo íntimo de la persona, como decía el santo Papa Juan Pablo II.
Ahora bien, cuando Dios es excluido del núcleo íntimo de la persona, es inevitable que, como en círculos concéntricos, quede excluido del resto de la vida.
3. La anticoncepción es lo mismo que excluir a Dios de nuestra vida afectiva porque se vive como si la capacidad de amar no nos hubiera sido dada por Él y no nos fuera dada en vista de Él.
4. Lamentablemente, tu novia ha excluido a Dios de su vida desde hace tiempo.
Pero sin Dios y sin la perspectiva de la vida eterna, la vida presente queda envuelta por la oscuridad.
¡Es terrible no saber para qué vives!
¡Como si nuestra vida no valiera nada!
5. Eliminar a Dios de nuestra vida es lo mismo que poner la nada como principio y objetivo de nuestra existencia.
De esta manera, nos reducimos a vivir para nada.
Si la nada es el sentido de nuestra vida, no se entiende por qué debemos permanecer fieles en el matrimonio y antes del matrimonio. Quizás sería simplemente una artimaña para ser menos infelices desde algún punto de vista.
6. El santo Papa Juan XXIII observó con razón en la Mater et Magistra que «la insensatez más caracterizada de nuestra época consiste en el intento de establecer un orden temporal sólido y provechoso sin apoyarlo en su fundamento indispensable o, lo que es lo mismo, prescindiendo de Dios, y querer exaltar la grandeza del hombre cegando la fuente de la que brota y se nutre, esto es, obstaculizando y, si posible fuera, aniquilando la tendencia innata del alma hacia Dios.
Los acontecimientos de nuestra época, sin embargo, que han cortado en flor las esperanzas de muchos y arrancado lágrimas a no pocos, confirman la verdad de la Escritura: «Si el Señor no edifica la casa, en vano trabajan los que la construyen» (Sal 127 (126), 1)” (MM 217).
Y afirmaba también que: “Por grande que llegue a ser el progreso técnico y económico, ni la justicia ni la paz podrán existir en la tierra mientras los hombres no tengan conciencia de la dignidad que poseen como seres creados por Dios y elevados a la filiación divina; por Dios, decimos, que es la primera y última causa de toda la realidad creada. El hombre, separado de Dios, se torna inhumano para sí y para sus semejantes, porque las relaciones humanas exigen de modo absoluto la relación directa de la conciencia del hombre con Dios, fuente de toda verdad, justicia y amor.» (MM 215).
7. Comprendo bien tu malestar como persona que cada vez más realiza su propia conversión.
La impureza y la santificación no pueden ir juntas.
Santo Tomás dice que no hay nada que obstaculice tanto la unión con Dios y la vida espiritual como la impureza de la carne.
Estás experimentando esto en primera persona. Y por eso sientes cada vez más urgente la necesidad de salir del pozo, de desechar las cosas del pasado y de estar únicamente del lado de Dios.
8. También entiendo tu gran malestar porque por un lado sientes que esa chica es amable y diligente y por el otro sientes que hay “un gran abismo” entre tú y ella.
Es un abismo que impide la comunión más profunda porque es solo capaz de generar comunión en todos los demás ámbitos de la vida.
Sólo la presencia de Dios en el corazón de ambos puede salvar este abismo.
9. Sin embargo, hay esperanza: interviene la Virgen.
Han pasado apenas unos días desde que hemos celebrado la fiesta de la Santísima Virgen de Lourdes.
Bernadette nos ha transmitido este detalle: había observado que encima de cada uno de los dos pies de la Virgen había una rosa dorada.
Esto significa que donde la Virgen pone sus pies todo florece de la manera más hermosa.
Bueno, cuando rezamos el Santo Rosario permitimos que Nuestra Señora coloque sus pies en nuestras vidas.
Cuando lo decimos por otra persona, como sería en tu caso, hacemos que sus pies se acomoden junto a la vida de esa persona.
10. Nos llena aún más de esperanza el saber que la Virgen interviene siempre con su propio modo de actuar, que es el de la dulzura.
En el Salve Regina la saludamos con este hermoso título de nuestra dulzura.
Por tanto, pon tu esperanza en Nuestra Señora.
Su oración es omnipotente y puede obtener de Dios la gracia de la conversión de tu novia.
De buen grado uno mi oración a la tuya.
Muchas gracias por las tres Avemarías que me prometiste. Son un regalo precioso.
Te bendigo y te deseo todo lo mejor.
Padre Angelo