Questo articolo è disponibile anche in: Italiano Inglés Español

Buenos días Padre Ángelo,

Soy Patrizia de C.

Le escribo para hacerle una pregunta muy delicada.

Cuido a una señora mayor que padece la enfermedad de Alzheimer.

Hace cinco años que ya no tiene lucidez mental, pero antes de caer enferma solía ir a la iglesia y comulgar.

El día de Santa Rita la llevé conmigo a la Santa Misa.

Me emocioné mucho cuando, al entrar en la Iglesia, se persignó sin ayuda.

Le pregunté al párroco si se le podía dar la comunión, señalando el grado de su enfermedad y su incapacidad, pero el sacerdote me dijo que le era imposible comulgar.

Ahora ya no puede salir de casa, cuantos más días pasan, peor se encuentra.

Le pregunto, padre, ¿por qué la abuelita no puede comulgar? ¿Quizás porque se ignora si está en estado de gracia?

Sin embargo, sólo Dios conoce el estado de su alma.

¿No podría ser esta enfermedad un estado purgativo para su alma?¿Por qué privarla de esta gracia? ¿No se hace lo mismo con las personas que están a punto de morir? 

Incluso a los familiares les parece una tontería hacerla comulgar; les oigo decir: «¿Para qué, si no es capaz de reconocer este momento sublime?

Ahora ya ni siquiera hace la señal de la cruz, pero yo acompaño sus manos para marcarla, pues para mí no es un sinsentido.

Puede que yo sóla lo desee. Quizás ella también. 

A la espera de su respuesta, le doy las gracias de antemano.

Dios le bendiga mucho.

Respuesta del sacerdote

Querida,

1. el Catecismo de San Pío X enseña que hay al menos tres cosas que uno debe hacer para comulgar bien:

primero, hallarse en gracia de Dios;

segundo, saber y pensar que a quién se va a recibir;

tercero, estar en ayuno durante una hora. Esta última disposición ha sido corregida porque en la época de San Pío X se exigía ayunar desde medianoche.

2. Sobre el primer punto no hay nada que decir porque ninguno de nosotros puede juzgar el estado de gracia de otro.

Se puede impedir la Sagrada Comunión a las personas que no están bautizadas o que viven en un estado de vida manifiestamente no conforme a las exigencias del Evangelio y no han dado muestras de arrepentimiento.

3. La disciplina del ayuno se atenúa aún más en el caso de los enfermos. Un cuarto de hora es suficiente en ese sentido.

4. Queda el segundo punto: saber y pensar a quién se va a recibir.

Existe el peligro de la profanación.

Por eso es necesaria la voluntad de comulgar con el Señor.

Por eso no es dada a los niños que aún no han llegado al uso de razón.

Y es la misma razón por la que no se da a personas que han perdido del todo el uso de razón.

5. En la Iglesia Ortodoxa Griega, la Primera Comunión se da a los niños junto con el bautismo.

En cambio, en la Iglesia católica nunca se ha seguido esta práctica.

Este tipo de comparación no se aplica a los moribundos, ya que pueden tener cierta conciencia del sacramento que reciben.

6. El Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica confirma la doctrina y la disciplina enseñadas por el Catecismo de San Pío X.

A la pregunta nº 291: ¿Qué se requiere para recibir la Sagrada Comunión? leemos la siguiente respuesta: 

«Para recibir la sagrada Comunión se debe estar plenamente incorporado a la Iglesia Católica y hallarse en gracia de Dios, es decir sin conciencia de pecado mortal. Quien es consciente de haber cometido un pecado grave debe recibir el sacramento de la Reconciliación antes de acercarse a comulgar. Son también importantes el espíritu de recogimiento y de oración, la observancia del ayuno prescrito por la Iglesia y la actitud corporal (gestos, vestimenta), en señal de respeto a Cristo.»

7. Se puede objetar: ¿por qué privar de la gracia del sacramento a estas personas, que ya están afligidas por la enfermedad y probablemente ya están en el purgatorio de antemano?

Pues bien, no se les priva de la gracia del sacramento, sino sólo para evitar su profanación.

De hecho, pueden disfrutar de la gracia del sacramento porque algunas personas ofrecen intencionadamente su Santa Comunión en su beneficio.

En palabras más sencillas y ordinarias es porque hacen la Sagrada Comunión en su favor. Es decir: piden al Señor que conceda todos los beneficios de la Sagrada Comunión a la persona a la que está destinada.

En efecto, en virtud de la caridad que nos hace a todos uno en Cristo, los méritos de uno -si no son obstaculizados por el destinatario- se convierten en méritos del otro.

Qué bueno sería que todos vosotros, en grupo, fuerais a comulgar por esta querida enferma.

De este modo no se profana el sacramento y, por otra parte, no le robarías a la enferma ningún beneficio, porque al vivir en gracia está bien dispuesta a recibir todos los bienes que se le dan.

El Señor os recompensará por vuestra santa solicitud. 

Espero que el consejo propuesto sea unánimemente aceptado. Será beneficioso para vosotros y para ella.

Les bendigo y les acompaño con mis oraciones.

Padre Ángelo