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Muy querido, Santa Vigilia de la Natividad del Señor,
con alegría te escribo pues una duda no me deja en paz, ¿Puedes explicarme la necesidad del desprendimiento familiar para un joven que está por ingresar al seminario?

Muchas gracias por ser siempre tan puntual en tus respuestas.
Ruego por ti.

Respuesta del sacerdote

 Muy querido,
1. para evitar malentendidos es necesario distinguir entre quien ingresa en un seminario y quien en un instituto religioso.
Entra al seminario quien está llamado al sacerdocio diocesano, bajo la autoridad del obispo y al servicio de los fieles en diferentes parroquias.

2. Para quien ingresa en el seminario, a decir verdad, no se exige la separación de la familia, sino que más bien esté listo para recibir una formación intelectual y espiritual que durante un cierto tiempo lo tiene alejado de su familia y lo vuelve apto para ser un buen sacerdote.
De alguna manera permanece siempre en su casa.
Si me permites la comparación, también los jugadores de fútbol tienen que permanecer lejos de su casa cuando entrenan diariamente o durante los retiros. Algo parecido ocurre también con los que por razones de estudio se trasladan a otros sitios y tienen que conformarse con regresar a casa solamente para Navidad, Pascua y durante los meses de verano.

3. De alguna manera regresa a la familia cuando, una vez sacerdote, lo destinan a esta u otra parroquia..
Es semejante a lo que ocurre al contraer nupcias y se deja a la propia familia.
Con la diferencia que mientras los hijos casados van a vivir en otro lado y de alguna manera se separan de la familia de origen, el sacerdote en cambio, vuelve a la casa de los padres, en donde todavía está su habitación, su cama y sus efectos personales. De hecho sigue siendo su casa.

4. En cambio es diferente, la situación de quien abraza la vida consagrada, es decir en un instituto religioso o convento.
Para él se requiere también el desapego material de la familia de origen, porque va tras el Señor como lo hicieron los apóstoles, dejando casa, padre, madre, hermanos, hermanas, y campos, como dice el Evangelio.
Su estado es diferente al del sacerdote secular o diocesano. Él no solamente es la imagen viva de Jesús buen pastor, sino que en forma más radical elige la misma forma de vida asumida por Dios cuando se encarnó. Y lo expresa a través de los tres votos de pobreza, castidad y obediencia.

5. Sin embargo hay que decir enseguida, que el desapego de la familia es solamente material y no afectivo porque los lazos con los parientes, sobre todo con los padres, permanecen: son lazos de sangre.

6. Pero tal vez te estás preguntando otra cosa, es decir no se trata exclusivamente del desapego de la familia de origen, sino también de aquel que implicaría formar una propia familia.
El Concilio Vaticano II responde de una forma que es siempre actual. Dice lo siguiente: “Pero el celibato tiene mucha conformidad con el sacerdocio. Porque toda la misión del sacerdote se dedica al servicio de la nueva humanidad, que Cristo, vencedor de la muerte, suscita en el mundo por su Espíritu, y que trae su origen «no de la sangre, ni de la voluntad carnal, ni de la voluntad de varón, sino de Dios» (Jn. 1, 13). Los presbíteros, pues, por la virginidad o celibato conservado por el reino de los cielos,
se consagran a Cristo de una forma nueva y exquisita,
se unen a Él más fácilmente con un corazón indiviso (1 Cor 7, 32-34),
se dedican más libremente en Él y por Él al servicio de Dios y de los hombres, sirven más expeditamente a su reino y a la obra de regeneración sobrenatural,
y con ello se hacen más aptos para recibir ampliamente la paternidad en Cristo.
De esta forma, pues, manifiestan delante de los hombres que quieren dedicarse al ministerio que se les ha confiado, es decir, de desposar a los fieles con un solo varón, y de presentarlos a Cristo como una virgen casta (2Cor 11, 2), y con ello evocan el misterioso matrimonio establecido por Dios, que ha de manifestarse plenamente en el futuro, por el que la Iglesia tiene a Cristo como Esposo único.
Se constituyen, además, en señal viva de aquel mundo futuro, presente ya por la fe y por la caridad, en que los hijos de la resurrección no tomarán maridos ni mujeres” (PO 16).

7. El sacerdote, aunque renuncia a formar su propia familia, no queda sin familia y sin afectos.
Experimenta la verdad de la promesa de Cristo: “Y el que a causa de mi Nombre deje casa, hermanos o hermanas, padre, madre, hijos o campos, recibirá cien veces más y obtendrá como herencia la Vida eterna”(Mt 19, 29).

Te agradezco por la oración prometida. Te aseguro la mía.
Te bendigo y deseo todo bien.
Padre Angelo