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Reverendo Padre Angelo,

Le escribo para exponerle una pregunta relacionada con un tema que me interesa mucho, porque ha marcado de manera importante mi camino de conversión de ateo a cristiano católico, apostólico, romano.
Mi interés por la historia, me ha llevado año y medio atrás, a documentarme ampliamente sobre las ideologías del periodo entre el ‘700 y ‘800, y me ha sorprendido la filosofía de la monarquía absoluta católica, que reconocía como tal al soberano, “por gracia de Dios”.
Así comencé a admirar a algunas personalidades que que adhirieron a esta forma de pensamiento, a partir de los Duques de mi ciudad, Módena (Francisco IV y V de Austria-Este), a los reaccionarios post-napoleónicos (como Antonio Capece Minutolo, Príncipe de Canosa) y en general por todo el mundo legitimista europeo, que quería restaurar los legítimos tronos ligados al cristianismo católico y al ideal monárquico absoluto (en Portugal los miguelistas, en España los carlistas, todavía presentes, y en Inglaterra los jacobitas).
Quisiera saber si esta idea tiene alguna correspondencia actual con la doctrina católica, y de ser así cómo se relaciona con el moderno panorama histórico-político.

Muchas gracias. Lo recordaré en la oración.
Matias

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Respuesta del sacerdote

Querido Matias, 

1. tu mail me da la ocasión de recordar algunos principios de la doctrina social de la iglesia.
El primero de ellos es el siguiente: así como el individuo no puede con sus propias fuerzas proveerse de todos los bienes que necesita, de la misma manera la sociedad, que es el conjunto de los ciudadanos, no podría sobrevivir si cada uno de sus miembros persiguiera sus intereses individuales sin considerar las exigencias de los demás y los de la sociedad misma.
Así también de ningún modo podría subsistir sin que haya una disciplina (ley) que oriente a los individuos y les haga converger hacia la promoción del bien común.

2. Es verdad que el hombre es naturalmente sociable, y esto se nota sobre todo en los momentos de calamidad.
Sin embargo, se hace necesario un principio coordinador, una autoridad (“auctoritas” de “auctum”, supino de “augeo”, incrementar) cuyo preciso deber es el de promover el bien común coordinando los actos de los individuos y protegiéndolo de la disgregación o de cualquier atropello.

3. Según el pensamiento católico, la autoridad proviene de un orden natural que tiene su origen en Dios creador y legislador.
En este sentido San Pablo dice que “no hay autoridad que no provenga de Dios” (Rm 13,1).
Las palabras del  Señor: «Den al César lo que es del César, y a Dios, lo que es de Dios» (Mt 22, 21) significan que la autoridad tiene origen en una normativa divina.
Obedeciendo al César, se obedece a Dios que constituye a la autoridad civil con poder autónomo en cuanto al orden temporal.

4. En este sentido el pensamiento católico, que corresponde a la doctrina social de la Iglesia, se distingue de la concepción teocrática según la que el soberano está constituido y consagrado por Dios y de la concepción inmanentista según la que serían los hombres quienes otorgan la autoridad, la cual no tendría más poder que el que le fue conferido por los mismos hombres.

5. La límpida reflexión de Juan XXIII en la encíclica Pacem in terris expresa:  Una sociedad bien ordenada y fecunda requiere gobernantes, investidos de legítima autoridad, que defiendan las instituciones y consagren, en la medida suficiente, su actividad y sus desvelos al provecho común del país. Toda la autoridad que los gobernantes poseen proviene de Dios, según enseña San Pablo: Porque no hay autoridad que no venga de Dios. Enseñanza del Apóstol que San Juan Crisóstomo desarrolla en estos términos: ¿Qué dices? ¿Acaso todo gobernante ha sido establecido por Dios? No digo esto -añade-, no hablo de cada uno de los que mandan, sino de la autoridad misma. Porque el que existan las autoridades, y haya gobernantes y súbditos, y todo suceda sin obedecer a un azar completamente fortuito, digo que es obra de la divina sabiduría. En efecto, como Dios ha creado a los hombres sociales por naturaleza y ninguna sociedad puede conservarse sin un jefe supremo que mueva a todos y a cada uno con un mismo impulso eficaz, encaminado al bien común, resulta necesaria en toda sociedad humana una autoridad que la dirija; autoridad que, como la misma sociedad, surge y deriva de la naturaleza, y, por tanto, del mismo Dios, que es su autor  (León XIII, Immortale Dei)” (n. 19).

6. Sigue diciendo el mismo Pontífice: “La autoridad, sin embargo, no puede considerarse exenta de sometimiento a otra superior. Más aún, la autoridad consiste en la facultad de mandar según la recta razón. Por ello, se sigue evidentemente que su fuerza obligatoria procede del orden moral, que tiene a Dios como primer principio y último fin. Por eso advierte nuestro predecesor, de feliz memoria, Pío XII: El mismo orden absoluto de los seres y de los fines, que muestra al hombre como persona autónoma, es decir, como sujeto de derechos y de deberes inviolables, raíz y término de su propia vida social, abarca también al Estado como sociedad necesaria, revestida de autoridad, sin la cual no podría ni existir ni vivir… Y cómo ese orden absoluto, a la luz de la sana razón, y más particularmente a la luz de la fe cristiana, no puede tener otro origen que un Dios personal, Creador nuestro, síguese que… la dignidad de la autoridad política es la dignidad de su participación en la autoridad de Dios (Pío XII, radiomensaje navideño 1944, n. 9” (n. 20).

7. Era necesario resaltar estas premisas para poder entender las palabras que te han impactado: “Rey, por gracia de Dios”.
Esta expresión no tenía otro significado que el de recordar que la autoridad y su consiguiente poder de ejercer el mandato, proviene de Dios según un orden natural.
No, en cambio, que ese determinado soberano sea querido por Dios.

8. Sin embargo, a partir del Sacro Imperio Romano, existía un rito de coronación por parte de la Iglesia que prácticamente era como dar un aval a esa determinada autoridad.
Esto tenía una consecuencia muy importante: si esa determinada autoridad excedía de los límites establecidos por el derecho natural, el Papa podía excomulgarla.
Lo cual liberaba a los ciudadanos de obedecer y de pagar los impuestos.

9. Después de la revolución francesa la terminología “por gracia de Dios”, se usaba como una formalidad y seguidamente cayó en desuso hasta que al fin desapareció.
No obstante todo, lo cierto es, que la autoridad nace según un orden natural querido por Dios y que su ámbito de acción está ligado al derecho natural que pueden reconocer todos los hombres de buena voluntad.

Deseando que tu camino de conversión de ateo a cristiano, católico y romano, progrese cada vez más, al agradecerte por la oración que me has prometido, te aseguro con mucho gusto la mía y te bendigo.

Padre Angelo