Questo articolo è disponibile anche in: Italiano Inglés Español

Querido Padre Angelo,
quiero exponer una duda acerca de la interpretación que debe darse a lo indicado en Mt 27, 50 “entregó su espíritu”.
Muchos teólogos la ven como una primera efusión del Espíritu Santo de Cristo sobre la humanidad.
Pero si ha de ser leída en estrecha relación con Lucas 23, 46 «Padre, en tus manos entrego mi espíritu», en este caso no puede tratarse del Espíritu Santo, sino del alma humana de Jesús, que al morir pone en manos del Padre.
En efecto, ¿cómo podría Cristo entregar el Espíritu Santo al Padre? El Espíritu Santo desde la eternidad procede del Padre (y por tanto también del Hijo). Es el hombre Jesús quien se ofrece al Padre, en la potencia del Espíritu Santo para el perdón de los pecados, que es obra del Hijo y del Espíritu Santo, gracias a la omnipotente misericordia del Padre.
A menos que no se quiera considerar estos dos pasajes del evangelio como dos aspectos entre sí vinculados, pero diferentes, del mismo misterio, por lo que Mateo nos anuncia la primera Pentecostés, mientras que Lucas relata la invocación en la que Jesús entrega su alma humana al Padre.
Le agradezco su atención.
Un afectuoso saludo.
Bruno


Respuesta del sacerdote

Querido Bruno, 
1. la traducción de la conferencia episcopal italiana de Mateo 27, 50 dice: “Pero Jesús gritó a gran voz y entregó el espíritu”.
Santo Tomás comenta: “Todos mueren por necesidad; Cristo en cambio por voluntad propia. Por lo tanto no dice murió, sino entregó, puesto que fue voluntariamente; esto indica el poder al cual se refería Juan en 10, 18: Tengo el poder de darla y de recobrarla. Y quiso morir gritando a gran voz, para significar que moría en base al poder y no por necesidad: de ahí que entregó su alma cuando quiso y la recuperó cuando quiso.
Por eso era más fácil para Cristo entregar el alma y retomarla, que para uno de nosotros dormir y despertar”
Por lo que aquí no hay ninguna alusión a Pentecostés, a la efusión del Espíritu Santo.

2. Lo que relata San Lucas: “Gritando a gran voz dijo: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu” de la misma manera no se refiere al Espíritu Santo, sino a su vida.
San Ambrosio comenta: “Es como si dijera: entregó el espíritu porque no lo perdió involuntariamente; en efecto lo que se entrega es voluntario, mientras que lo que se pierde es necesario”.

3. Es más bien en el relato de San Juan que se puede hallar una alusión al Espíritu Santo. Leemos: “E inclinando la cabeza, entregó su espíritu”(Jn 19, 30).
La biblia de Jerusalén comenta: el último suspiro de Jesús es preludio de la efusión del Espíritu”, de ese Espíritu que comunicará a sus apóstoles ya en el mismo día de su resurrección cuando dijo: “Jesús les dijo de nuevo: «¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes» Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió «Reciban al Espíritu Santo” (Jn 20,21-22).

4. También aquí el primer significado de esa expresión es que Cristo murió no ya porque le fue quitada la vida, sino porque la donó.
Santo Tomás lo comenta así: “Aquí se muestra el poder de ese moribundo: puesto que él entregó el espíritu, es decir lo entregó por virtud propia, según lo que él mismo había dicho:  «Nadie me la quita, (ndr la vida) sino que la doy por mí mismo. Tengo el poder de darla y de recobrarla» (Jn 10,18-19).
En efecto, como observa San Agustin, nadie tiene en sí mismo el poder de dormirse cuando quiere, a la manera de como Cristo tenía el poder de morir cuando quería”.

5. Sin embargo las dos palabras empleadas por San Mateo y San Juan, dan a entender que en ese momento el Señor se entregó a sí mismo y, al hacerlo, ofreció su vida, sus sentimientos, sus méritos, su espíritu.
Dando a entender que ese fue el momento del don más grande, del máximo regalo.

Te deseo una serena y Santa Pascua, te bendigo y recuerdo en la oración.
Padre Angelo