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Pregunta 

Querido P. Angelo:

Tengo una pregunta sobre la relación entre gracia y naturaleza: ¿El hombre puede de alguna manera predisponerse mayormente al infuso eficaz de la gracia sobrenatural? Si es así, ¿este «prepararse» (por ejemplo, llevando una vida moral recta) ocurre ya él mismo bajo el infuso de la gracia divina? Gracias por las eventuales aclaraciones

Muy atentamente.

Respuesta del sacerdote

Querido:

  1. para dirimir la cuestión hay que recordar que la gracia es un don sobrenatural de Dios que le permite al hombre participar en su vida divina. 

Ahora bien, por la disparidad prácticamente infinita entre el orden natural y el sobrenatural, hay que decir que de ninguna manera el hombre puede predisponerse al orden sobrenatural si no es atraído por Dios mismo. Jesús es muy claro en esto: «Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me envió» (Juan 6, 44) y «nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede» (Juan 6,65).

2. Santo Tomás comenta: «Pero si el hombre pudiera prepararse por sí mismo, no necesitaría ser traído. Luego el hombre no puede prepararse a la gracia sin la ayuda de la gracia» (Suma de teología, I-II, 109, sección «En cambio»).

3. En esta preparación el hombre no es inerte porque «la conversión del hombre a Dios es, ciertamente, obra del libre albedrío. Por eso precisamente se le manda que se convierta. Pero el libre albedrío no puede volverse a Dios si Dios mismo no lo convierte a sí, de acuerdo con aquello de Jer 31,18: «Conviérteme y quedaré convertido, porque Tú eres mi Dios y Señor» y en las Lamentaciones 5,21: » Convièrtenos, Señor, a Ti, y nos convertiremos» (Ib., ad 1).

4. Con referencia a tu pregunta concreta sobre si el hombre puede prepararse a recibir más eficazmente la gracia santificante hay una afirmación teológica que dice así: » Por eso, cuando se dice que el hombre hace lo que en él está, se entiende que hace lo que puede supuesta la moción de Dios» (Ib., ad 2). En este sentido Jesús dijo: «Separados de  mí nada pueden hacer». (Jn 15,5)

5. Es por eso que: «la gracia habitual o actual que sea, (…) se divide en preveniente y subsiguiente por sus diversos efectos. Porque los efectos de la gracia en nosotros son cinco: primero, sanar el alma; segundo, hacerle querer el bien; tercero, ayudarle a realizarlo eficazmente; cuarto, darle la perseverancia en él; quinto, hacerle llegar a la gloria. Ahora bien, al producir en nosotros el primero de estos efectos, la gracia es preveniente con respecto al segundo, y al producir el segundo es subsiguiente con relación al primero. Y como un mismo efecto puede ser anterior y posterior en relación a otros, la gracia que lo produce puede ser considerada a la vez como preveniente y subsiguiente, aunque bajo distinto respecto. Y esto es lo que dice San Agustín en su obra De natura e gratia,31: «Nos previene curándonos, y nos sigue para que, ya sanos, nos mantengamos robustos; nos previene llamándonos, y nos sigue para que alcancemos la gloria» (Suma teológica, I-II, 111, 3).

6. Por eso el canon 4 del segundo concilio de Orange dice que Dios no espera nuestra voluntad para ser purificados del pecado, sino que él mismo inspira y mueve para que seamos purificados. (Editado por el traductor). De hecho la Sagrada Escritura dice: «el que me encuentra ha encontrado la vida y ha obtenido el favor del Señor» (Proverbios 8,35) y «Porque Dios es el que produce en ustedes el querer y el hacer, conforme a su designio de amor» (Filipenses 2,13).

Deseándote todo bien, te bendigo y te recuerdo en la oración.

Padre Angelo