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Buenas tardes padre Angelo,
Me llamo Federico y soy un joven de 20 años que en los últimos meses se ha vuelto a acercar a la fe después de una temporada bastante larga de adormecimiento espiritual. Inevitablemente a este proceso se ha sumado el planteo algunas preguntas, dudas y perplejidades. Algunas, han encontrado respuesta y otras solo parcialmente. En concreto la semana pasada, precisamente el hecho de consultar vuestra rúbrica me ofreció nuevas pistas de reflexión que quisiera someterle. Antes de seguir quiero darle las gracias desde ahora a usted y a su (eventual) equipo por el servicio que ofrecen. Las cuestiones que quisiera plantear son dos (serían más pero no quiero poner toda la carne en el asador): intentaré exponerlas brevemente y por favor corríjame si mis argumentaciones vinieran de suposiciones falsas o no convencionales.
1) La doctrina cristiano-católica afirma que la condición previa para la salvación individual es la muerte en estado de gracia. Hasta aquí ninguna objeción. Lo que me cuesta entender es cómo uno puede conectar el estado de gracia a categorías objetivas y “humanas”. Me explico mejor con algunos ejemplos.
Para la Iglesia el sacramento de la Confesión enmienda toda la acumulación de los pecados mortales, pues después de una confesión bien hecha, al igual que después del Bautismo, el individuo tiene derecho a considerarse en estado de gracia y, en definitiva, tiene en el bolsillo la entrada al Paraíso.
Pero aquí surge el problema: ¿cómo puede un hombre, un hombre al que se dijo “polvo eres, y al polvo volverás”, tener derechos hacia Dios?
¿Cómo pueden las convenciones humanas, por muy sagradas que sean, vincular las elecciones de Dios? Me parece una reivindicación inaudita. Por ejemplo, todos nos imaginamos a San Francisco y a Padre Kolbe en el Paraíso y a Hitler y a Pol Pot en el Infierno. Pero, incluso si fuera así, puesto que aceptamos la omnipotencia de Dios deberíamos concluir que Él, en el momento de elegir, tiene la libertad de tomar la decisión contraria.
El razonamiento abarca todas las ocasiones en las que Dios derrama su gracia a los hombres. El problema es que al hacerlo se corre el riesgo de caer como mínimo en el protestantismo. Si es Dios quien siempre tiene la última palabra en cualquier caso, pues entonces los sacramentos de la Iglesia se vacían del papel que el catolicismo les otorga, o sea los de ser canales privilegiados de la gracia de Dios, y guardan solamente un significado simbólico o al máximo invocador. Es decir: “yo te bautizo, pero luego el “verdadero” Bautismo, el que vale para invocar la salud eterna, le corresponde a Dios concederlo. Al máximo por el primero solo puedo invocar el segundo, sin estar seguro de que eso va a pasar”. A este respecto también la Confesión no tendría sentido.
Lo que estoy preguntando es: ¿cómo es posible que desde una premisa absolutamente ortodoxa (la absoluta omnipotencia de Dios) se pueda llegar hasta conclusiones más que protestantes? ¿Cómo pueden coincidir la omnipotencia de Dios con el papel de la Iglesia?
Respuesta del sacerdote
Querido Federico,
1. estoy contento de que te hayas vuelto a acercar a Jesucristo. Volver a la fe no es lo mismo que volver simplemente a unos principios específicos. En este caso se trataría de ideología. En cambio volver a la fe corresponde a acercarse a Alguien divino, hecho de carne. Consecuentemente acercarse a este Alguien corresponde a acercarse también a su enseñanza.
2.Tal vez el problema que me has planteado procede del hecho de que no tienes claro el concepto de gracia.
La gracia santificadora es una semilla divina, y por lo tanto de orden sobrenatural, infundido por Dios en nosotros.
En virtud de esta semilla divina llegamos a tomar parte de la naturaleza divina, es decir llegamos a ser por gracia lo que el Verbo, el Hijo, Jesucristo es por naturaleza
3. Como observarás, acabo de escribir que llegamos a tomar parte de la naturaleza divina. No nos convertimos en Dios. Seguimos siendo seres humanos, pero participamos de la naturaleza divina. De alguna manera es lo mismo que ocurre cuando el hierro es puesto en el fuego y se enciende. Sigue siendo hierro, pero participa de la naturaleza del fuego.
4. Por la gracia, nos convertimos en hijos de Dios por adopción.
Dios no está obligado a adoptarnos como hijos.
Pero si lo hace, se obliga hacia nosotros de la misma manera en la que un padre se obliga hacia un hijo al adoptarlo.
5. Dios mismo ha establecido los medios por los que podemos adquirir la gracia, recuperarla, incrementarla. Son los sacramentos.
6. Ahora bien, ni la gracia, ni los sacramentos son convenciones humanas, sino dones de Dios. Son realidades de orden sobrenatural.
7. Por lo tanto nos salvamos en virtud de la gracia de Dios acogida libremente por cada uno de nosotros. Si uno es condenado, se condena porque rechaza la gracia que Dios le ofrece.
Mientras te deseo un desarrollo constante en la vida de gracia, en la comunión sobrenatural con Dios, te bendigo y te aseguro mi oración.
Padre Angelo