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1- San Bernardo amaba compartir un recuerdo de su niñez, cuando en espera de la Misa del Gallo se había quedado dormido en la silla y tuvo un hermosísimo sueño.
En medio del cielo vio a la Virgen María que despegando al Niño Jesús de su seno, se lo ofrecía.
Jesús sonreía a Bernardo y Bernardo le correspondía a su vez.
Jesús lo tocaba con sus manitas y lo acariciaba y él también hacía lo mismo.
Estuvieron así por algún tiempo bajo la mirada complaciente y alentadora de la Virgen, hasta que no se oyeron los retoques de las campanas que anunciaban la Misa y se despertó.

2- También en esta Navidad la Virgen María nos entrega a Jesús y nos sonríe.

Su sonrisa nos ensancha el corazón y nos invita a sonreír a nuestra vez.

Su sonrisa hace resplandecer sobre nosotros el rostro de Dios.
Y como la luz anula las tinieblas, así su resplandor, iluminando, nos llena de alegría y aniquila todo mal.

3- Las manos que nos tocan, son las mismas manos que dieron la vista a los ciegos, el oído a los sordos, la voz a los mudos, la salud a los enfermos y la resurrección a los muertos.
En esas manos está escondido como en un cofre, la omnipotencia de Dios.

4-Este es el deseo: que deteniéndonos lo más posible en oración y en meditación, podamos ver a María que viene hacia nosotros y nos trae a Jesús.
Su sonrisa aleje de nosotros todo mal.
Sus manos nos acaricien sin cesar y repetidamente. Nos traigan salud y paz a nosotros y a cuantos le confiamos.
¡Qué hermoso sería si nunca nos apartáramos de esta escena!
Acompaño estos deseos con la oración.
Bendigo y agradezco a todos, en especial a quienes de diferentes maneras colaboran con nuestro sitio y con nuestra obra evangelizadora.

Padre Angelo