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Querido Padre Ángelo,
te escribo sobre un asunto que me toca muy de cerca: tengo 40 años, estoy casada y soy madre de dos hermosos hijos. Hace algún tiempo, el verano pasado, hice un «voto» (al menos creo que se puede llamar así) en el que le «prometí» a Nuestro Señor que los miércoles y los viernes no tomaría café (que me gusta mucho) y que sólo comería pan y agua durante el día, excepto en el desayuno y la cena, en los que comería normalmente (trabajo en una oficina como administrativo). No me di ningún límite de tiempo… y aunque sabía que habría dificultades… lo hice de todos modos, sin consultar a mi confesor…
Lo prometí para agradecer al Señor, que me ha dado inmensas gracias en mi vida… Me ha llevado a un profundo camino de conversión, (¡cuando pienso en mi adolescencia y juventud!) Ha levantado mi matrimonio después de una profunda crisis, llevándonos a mi marido y a mí a un amor cada vez más grande y maduro, y me ha dado dos hermosos hijos.
Y lo hice también para pedir por mi propia conversión y la de mi marido, para que mis hijos sigan siempre su camino en la vida… para que mis padres y mi familia de origen se conviertan (no son practicantes).
Conseguí mantener este voto durante unos tres meses, durante los cuales rezaba y ofrecía estos (pequeños) sacrificios también por otras intenciones, como la conversión de los pecadores que morían ese día.
Entonces entré en crisis, en el sentido de que me resultaba muy difícil no ir a tomar café con mis compañeros cuando estaba en la oficina… y a veces lo tomaba de todas formas porque tal vez al estar acostumbrada se me quitaba el dolor de cabeza y podía entonces retomar el trabajo con más energía… o a veces los miércoles o viernes por la mañana estaba triste o de mal humor porque sabía que no podía tomar café… ¡prácticamente esto me hizo darme cuenta de que tenía una pequeña dependencia física o psicológica del café!
Si por un lado es cierto que a veces me hace desaparecer el dolor de cabeza y trabajo mejor (y me pasa en esos días de tomarlo, por eso), por otro lado ¿hasta qué punto esa «debilidad» e incapacidad de mantener el compromiso es una tentación y como tal debe ser rechazada?
Me encontré pidiendo perdón a Nuestro Señor porque en el momento en que (quizás imprudentemente) hice el voto estaba realmente convencida de todo corazón… pero le confesé que a veces no podía cumplirlo.
Hablé de todo esto con tres párrocos… sé que exageré… (¡pero para mí es una cosa seria y me gustaría entender cómo comportarme ahora!) que me aconsejaron hacer estos sacrificios en los tiempos fuertes del año litúrgico, es decir, el Adviento y la Cuaresma, pero no en el tiempo ordinario. Me gustaría entender… ¿Me han dispensado de esta manera en tiempos ordinarios?
Mi confesor, al que confesé mis carencias en el voto, me dijo que no hiciera este tipo de renuncias, sino que me concentrara en la paciencia, la caridad en la familia, en el trabajo, la renuncia al egoísmo… (y de hecho tengo mucho que hacer en estos ámbitos).
Pero yo había prometido a Nuestro Señor hacer estas renuncias en todo momento, y en ese momento estaba realmente convencida de que las ofrecía con todo mi corazón… me parece que estoy faltando a lo que había prometido…
¿Puede ayudarme a arrojar algo de luz?
Gracias de todo corazón
Querida,
Los párrocos a los que consultó intentaron hacer su voto más racional. En realidad, cuando se hace un voto hay que sopesar bien todas las circunstancias, incluidas las que se prevén para el futuro. Por lo tanto, lo más apropiado hubiera sido que pidiera consejo a su confesor.
De hecho, una cosa es hacer un voto de entrega de pendientes a la Virgen (te comprometes a esa acción y todo está resuelto) y otra muy distinta es hacer un voto para el resto de tu vida.
2. Tomar café es a veces una medicina: hace desaparecer los dolores de cabeza y da energía. Comer sólo pan y agua en lugar del almuerzo los miércoles y viernes es un ayuno que la Iglesia nunca pide a los fieles porque sabe que no todos podrían soportarlo.
Por el contrario, la Iglesia prescinde del ayuno el Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo (una comida normal y consumiendo menos en las otras comidas) para los jóvenes y los ancianos porque por diferentes razones necesitan más energía.
Ciertamente, el ayuno a pan y agua -por el gran sacrificio que supone- es meritorio.
Pero para no correr el riesgo de encontrarse incómodo por no poder cumplir el voto, siempre es aconsejable proceder paso a paso. En lugar de ir directamente a las restricciones más duras (comer pan y agua) puedes renunciar a algunas cosas como la fruta, los dulces, el vino, comer fuera de las comidas. También es una buena idea limitar el uso de Internet. Estos pequeños actos de ayuno son de gran importancia porque ayudan a permanecer en un clima de amor continuo por el Señor y su Evangelio (la conversión de los pecadores).
Además, resulta más fácil escuchar la llamada del Señor para practicar otras renuncias o ayunos al mismo tiempo.
3. Escucha lo que dice Santa Catalina de Siena, Doctora de la Iglesia, sobre esto:
«La regla que debe seguirse es la siguiente: alejar del cuerpo los deleites y las delicadezas del mundo y la conversación con los hombres mundanos, dándole en cambio la conversación de los siervos de Dios; mantenerlo alejado de los lugares de libertinaje y dejarlo permanecer en lugares que induzcan a la devoción. El discernimiento pone en orden todos los miembros del cuerpo para que permanezcan en la modestia y la templanza:
– Que el ojo no mire donde no conviene mirar, sino que ponga delante la tierra y el cielo;
– Que la lengua evite el discurso vano y ocioso
– y estar dispuestos a proclamar la palabra de Dios para la salvación de los demás
– y confesar los pecados;
– Que su oído no se detenga a escuchar las palabras agradables, lisonjeras, disolventes o detractores que se le digan,
– y atiende a la palabra de Dios y a las necesidades del prójimo, inclinándose de buen grado a escuchar sus necesidades» (Carta 213).
4. ¡Qué hermosas son las instrucciones de Santa Catalina!
Ciertamente es más meritorio y santificador que la «lengua huya de las palabras vanas y ociosas», que «el ojo no mire donde no conviene mirar».
Es igualmente meritorio y muy santificante ir a confesarse, haciendo una breve y sincera confesión de los propios pecados. De este modo, uno se compromete a celebrar el Sacramento de la Penitencia con regularidad y frecuencia (por ejemplo, cada viernes).
De este modo, es meritorio y santificante no ir en busca de halagos y huir de la murmuración.
También es interesante la última instrucción de Santa Catalina: «atiende a la escucha de la palabra de Dios y a las necesidades del prójimo».
Esto se hace yendo a misa esos días de entre semana o leyendo la Sagrada Escritura o algún libro religioso.
De este modo, el ayuno no se queda vacío, sino que se convierte en una oportunidad para llenarse de Dios y de santos deseos hacia todos, especialmente hacia los más necesitados de alma o cuerpo.
5. Pasando a lo práctico: comprométete a ir a misa los miércoles y los viernes. Los viernes también debes confesarte. Lo repito una vez más: que la confesión sea breve, porque así se evita confesar los pecados de los demás con arrebatos personales y siempre se encontrará un confesor disponible. Todos los sacerdotes se ponen a disposición, aunque sólo sean dos o tres minutos en total.
6. Del mismo modo, escuchar o leer la palabra de Dios podría convertirse en un elemento básico, especialmente los miércoles y los viernes.
No sabes lo útil que es leer algo bueno. En ese momento el Señor entra en los corazones, los purifica, los expande, los inflama con un fervor santo y los abre a las necesidades espirituales y corporales de los demás.
7. Me gusta añadir estas otras indicaciones de Santa Catalina de Siena:
«Os ruego y os ordeno que no ayunéis, salvo en los días ordenados por la santa Iglesia, si os es posible. Pues si crees que no puedes pasar estos días ayunando, no ayunes» (Carta 174). Es hermoso observar la amplitud de miras de Santa Catalina, según la cual incluso los ayunos prescritos por la Iglesia deben omitirse si se vuelven demasiado gravosos e impiden cumplir adecuadamente con el propio deber.
8. Santa Catalina continúa: «En otras ocasiones no ayunéis sino el sábado, cuando sintáis que podéis hacerlo. Cuando haya pasado este calor, ayuna en las fiestas de María si puedes; pero no ayunes más. Y no beba sólo agua todos los días. Esfuérzate por crecer en el santo deseo de la virtud: y deja por ahora las demás cosas». (Carta 174).
9. Si sigues las instrucciones que te he dado puedes conmutar el voto tú misma. Para mayor garantía puedes someterlos a la caridad de tu confesor para que te diga algo más relevante para tu alma. De esta manera, de vez en cuando, podrás confrontarlo también en este tema.
Ciertamente, mejoraría la consistencia de tu voto y ayuno porque se ordenaría no sólo privarte de algo en señal de amor, sino también llenarte de la presencia de Dios y de su gracia.
Con el deseo de que esto sea abundante y lleno de frutos para ti y tu familia, te encomiendo al Señor y te bendigo.
Padre Ángelo