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Buenos días, padre, es la primera vez que le escribo.

Mi nombre es…, tengo… años. Estoy casada desde el 20… con….

Tenemos dos niños.

Intentaré ser breve. Crecí en una familia católica practicante. De niña me alejé un poco de la iglesia. Iba a misa casi por deber… y además me aburría. Luego no fui allí por un tiempo.

Entonces hace un año me pasó algo. Empecé a acercarme nuevamente a la iglesia… Incluso aprendí a recitar el Santo Rosario. Entonces un día en Facebook me encontré con una persona… un hombre que trataba temas religiosos en su página. Empecé a seguirlo con mucho interés hasta que empezamos a escribirnos en privado. Me gustaba compartir opiniones sobre religión, etc. con esta persona… pero luego, en cierto momento, ni siquiera sé cómo la conversación giró hacia la sexualidad.

En resumen… nació una especie de relación virtual con esta persona. Recién ahora me doy cuenta de que dependía totalmente de ella… no es una excusa pero obedecí en todo lo que me decía.

Entonces ambos decidimos parar y limitarnos a la amistad.

No me había confesado desde niña y el 24 de junio, día del Sagrado Corazón de Jesús, decidí confesarme. Cuánto lloré durante y después de la confesión. Me sentí renacer. Nacida por segunda vez.

Lamentablemente, en agosto volví a cometer un error. Esta persona y yo hemos vuelto a caer en el mismo error que en los meses anteriores. Y esta vez mi marido descubrió el chat… Padre, qué dolor tan inmenso. Un dolor que nunca antes había sentido. Vi mi vida desmoronarse en un instante. Pero fue bueno que mi esposo descubriera esa charla. Fue como recibir una bofetada y despertarme de un sueño profundo. Regresar a mí.

Fueron días terribles. Lloré desde la mañana hasta la noche y no podía ni comer. Ataques de pánico. Y mis hijos vieron el dolor en mis ojos y en los de su padre. Al no poder gestionar la situación por mi cuenta y no poder hablar de ello con nadie, decidí recurrir al párroco de mi parroquia. Le conté todo y le pedí que me confesara. Tuve que pedirle perdón al Señor.

No fue fácil recuperarnos… pero todavía estamos aquí… a través de altibajos. Pero hay ocasiones en las que quizás mi marido y yo discutimos y ciertas cosas vuelven a surgir. Probablemente la herida todavía está abierta. Pero quiero estar con mi marido y mis hijos. Me di cuenta de mis errores y todavía los estoy pagando caro. A veces, sin embargo, mis fuerzas me abandonan. Pienso: «pero para qué estoy rezando… nadie me escucha» a veces me siento tan sola… luego me doy cuenta de que sólo me siento en paz cuando estoy sentada en el banco de la iglesia. No soy buena orando… Estoy aprendiendo… Quiero aprender a amar al Señor, en los momentos de alegría, pero también de dolor, pero no es fácil.

A veces siento la necesidad de confesarme incluso por cosas que pueden parecer “tonterías” pero realmente no quiero lastimar más a Dios.

Pido al Señor que me envíe un padre espiritual… una guía… siento la necesidad.

Querido Padre Angelo, ruegue por mí.

Perdón por la carta tan larga.

Un cordial y sincero saludo.

Respuesta del sacerdote

Querida,

1. Nunca hay que estar demasiado seguros de sí mismos.

El diablo sabe infiltrarse incluso cuando hacemos cosas buenas y santas.

Por eso leemos en la Sagrada Escritura: “Su táctica no debe sorprendernos, porque el mismo Satanás se disfraza de ángel de luz” (2 Cor 11,14).

2. El Señor nos ha advertido muchas veces que estemos atentos.

Lamentablemente estamos seguros de nosotros mismos y a quienes a veces nos exhortan a ser prudentes respondemos que están dispuestos a ver el mal en todas partes.

3. Entre las últimas palabras que Jesús dijo a sus discípulos en el Huerto de los Olivos, poco antes de su arresto, se encuentran éstas: “Estén prevenidos y oren para no caer en tentación” (Mt 26,41).

Aquí Jesús nos advierte que no confiemos en nosotros mismos.

Por eso es necesario recurrir a la oración, para hacer a Jesús presente y activo en nuestras vidas y para que no nos dejemos llevar a la tentación (Mt 6,13).

4. Después de decir “Estén prevenidos y oren para no caer en tentación”, Jesús añadió: “El espíritu está dispuesto, pero la carne es débil” (Mt 26,41).

5. El biblista Marco Sales comenta: “Jesús, al ver a sus discípulos expuestos a muchos peligros, comienza a exhortarlos a velar para no ser sorprendidos inesperadamente y a orar para obtener de Dios la fuerza necesaria para no caer en la tentación.

Y luego da la razón: su espíritu, es decir, su alma, está lleno de ardor y buena voluntad, pero no hay mucho que confiar en él, ya que la debilidad de la naturaleza humana considerada en su parte corruptible, que es la carne es tal que muchas veces hace vanos los deseos más ardientes y las mejores resoluciones”.

6. San Pedro, inspirado por el Espíritu Santo, escribe: “estén siempre alerta, porque su enemigo, el demonio, ronda como un león rugiente, buscando a quién devorar.”(1 P 5,8).

7. En cuanto a ti, después de la primera caída deberías haber sido más cuidadosa.

Santo Tomás dice que las tentaciones contra la impureza se vencen huyendo.

He aquí sus palabras exactas: “Siempre se debe huir del pecado. Pero el ataque del pecado se ha de superar, a veces huyendo, a veces resistiendo. Huyendo, cuando la persistencia del pensamiento aumenta el incentivo del pecado, como es el caso de la lujuria; por esa razón manda el Apóstol en 1 Cor 6,18: Huid la fornicación. Resistiendo, en cambio, cuando la reflexión profunda quita todo incentivo al pecado que proviene de ligera consideración. Es lo que se debe hacer en el caso de la acidia, pues cuanto más pensamos en los bienes espirituales, tanto más placenteros se nos hacen. El resultado será que la acidia cese.” (Somma teológica, I-II, 35, 1, ad 4).

8. Finalmente fue una gracia, como tú misma reconoces, que tu marido descubriera el chat porque ¡quién sabe cuánto tiempo hubiera durado esta historia y quién sabe cómo hubiera terminado!

Entiendo por qué escribes: “No fue fácil recuperarnos”.

9. Ahora encomiéndate a la Virgen porque ella es madre.

Si las madres saben arreglar muchas cosas, la Virgen aún más.

Te aconsejo que te comprometas a rezar el Santo Rosario todos los días.

Todo volverá a florecer y te darás cuenta de cómo Nuestra Señora siempre sabe intervenir según su propio modo de actuar. Es el de la dulzura.

Te acompaño con mi oración, te deseo todo lo mejor y te bendigo.

Padre Angelo