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Querido Padre Angelo,
Le escribo para hacerle una pregunta que me hace vivir atormentado por el remordimiento. Somos instrumentos en las manos de Dios… pero yo me siento un instrumento muy mediocre, que a menudo fracasa en el amor.
Dios de hecho me envía al mundo, me envía a hermanos que sufren, los pobres, las personas que conozco y sufren males físicos, males espirituales y soledad… yo voy… estoy presente… pero después me doy cuenta de que habría podido dar algo más… amar más… entregarme más.
Por ejemplo, esta mañana ha fallecido un antiguo colega mío. Hace dos años tuvo un ictus que le provocó una parálisis de la mitad derecha de su cuerpo. Yo estuve cerca de él. Iba al hospital a visitarlo, a la clínica y al final a su casa. Cuando no iba lo llamaba por teléfono. Él era una persona muy sola por su personalidad dura y, desafortunadamente, se alejó de todos, también de su familia. La soledad incluso lo indujo a ir a África durante tres meses. Allí se contagió con malaria de forma leve porque se había vacunado, pero la enfermedad lo debilitó aún más… estuvo otro mes en el hospital y cuando volvió a casa ya no era la misma persona. Estaba cada vez más débil, a menudo perdía el equilibrio y se caía… y esta mañana su cuidadora lo ha encontrado sin vida en el suelo de su baño. Yo lo vi hace 2 días, cuando por primera vez se puso al descubierto. Rendido a la vida y con las lágrimas que le mojaban la cara…
Logré abrazarlo (algo que nunca me dejaba hacer), lo bendije, le hice la señal de la cruz en la frente… Pasamos un tiempo juntos, él quería ir a comer fuera conmigo, pero esa mañana no podía levantarse de su cama y lo sentía mucho. Así que le prometí que la vez siguiente almorzaríamos juntos en su casa y que yo llevaría pescado ya cocinado. Al escuchar mis palabras le brillaron los ojos y estaba feliz. Después me pidió ayudarlo a buscar una casa en planta baja, porque ahora vivía en el sexto piso y era difícil en ascensor con la silla de ruedas… Yo le dije que buscaría algo, que me encargaría yo…Pero esta mañana ha llegado la noticia de que ha sido él quien ha encontrado la casa más bonita: el cielo. Pues, él era un hombre solo y cada vez que me llamaba y me pedía ir a visitarlo o me preguntaba qué tal estaba yo estuve presente… pero, ¿Cuántas veces no estuve a su lado? ¿Cuántas veces habría podido hacer algo más? Quizás no se hubiera ido a África… quizás no hubiera sufrido tanta soledad. Después de haberlo visto por última vez, hice dos veces la oración de la Divina Misericordia, porque me había dado cuenta de que su condición había empeorado. Entonces, ¿por qué ayer que estuve en casa no preparé aquel almuerzo de pescado? ¿Por qué quería esperar un día en vez de llamarlo todos los días?
Hago el mismo error con todos… quiero ayudar a todos, pero al final no ayudo a nadie. Quiero donar amor, pero al final no dono nada porque no me entrego en cuerpo y alma al prójimo.
¿Usted qué opina? ¿Cómo puedo mejorar? ¿Cómo puedo ayudar sin descuidar a mi mujer y a mi familia y pensar también en mi vida?
Gracias y que Dios le bendiga.
Querido,
Siento haber tardado tanto en contestar, pero solo hoy he leído tu correo.
1. Cuando muere una persona cercana, una persona que nos necesitaba y a la que somos apegados, se puede sentir culpa. Enseguida nos decimos: podría haber hecho más.
2. Sin duda este es el mismo arrepentimiento que tendremos al final de nuestra existencia. El escritor francés G. Bernanos dijo que al final de nuestra vida solo estaremos arrepentidos de no haber sido más santos. Dicho con otras palabras: solo estaremos arrepentidos de no haber amado más.
3. Si tenemos en cuenta lo que el Eterno Padre dijo a Santa Catalina de Siena, o sea que la santidad es caridad, pero el meollo de la caridad es la paciencia, podemos parafrasear las palabras de Bernanos y decir que estaremos arrepentidos de no haber amado un poco más, mejor dicho, de no haber sido un poco más pacientes. Porque entendemos que en muchas acciones en nuestra vida habríamos podido dar un poco más para ser mejores y agradar al Señor.
4. Sin embargo, tengo que añadir que tú has hecho mucho para este amigo.Al fin y al cabo, solo tú lo cuidabas y contigo era menos triste.
5. Además, cabe decir que tenemos obligaciones claras también con nuestro prójimo más cercano. Y nuestro prójimo más cercano está en nuestra casa. La primera caridad se ejerce aquí. No es una opción, sino un deber. La Sagrada Escritura dice: “Si alguno no provee para los suyos, y mayormente para los de su casa, ha negado la fe, y es peor que un infiel” (1 Tm 5,8). Y Santo Tomás concluye: “En consecuencia, se debe tener más caridad con los allegados” (Suma Teológica, II-II, 26, 7, sed contra).
6. Todo esto nos permite recordar que una de las gracias más grandes que pedimos al Señor es la de tener la capacidad de amarlo cada vez más. Ya que amar a Dios no es un sentimiento vacío, sino se concreta en amar al prójimo,en realidad el amor a Dios se manifiesta como un amor al prójimo cada vez más profundo: haciendo de todo para que tenga todo bien con el fin de tener el bien más grande para la vida presente y futura, que es Dios mismo.
Gracias por lo que has escrito.
Te encomiendo al Señor y te bendigo.
Padre Angelo
Traducido por Melanie Fornari