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Rev.do y querido Padre Angelo,

Querría hacerle una pregunta.

En general, cuando una persona querida fallece y se separa del cariño de sus seres queridos, para llenar este vacío nos sentimos inclinados a ir al cementerio, a rezar ante su tumba, a llevar flores etc.

Pero a mí me pasa algo diferente. Me parece que me siento más en unión y cercanía con una persona queridísima e importantísima en mi vida (que ha significado mucho para mi vida espiritual y ahora desafortunadamente ha fallecido) cuando participo en la Misa. Es como si rezáramos en comunión.

Lo siento claramente, aunque es una inspiración delicada y no se trata de nada místico o extraordinario.

¿Usted cree que es posible y real en la visión de fe católica o solo es una ilusión de mi fantasía?

Le hago esta pregunta porque este hecho me consuela y me hace muy feliz. Si usted dice que es posible, ¿cómo se puede explicar racionalmente o doctrinalmente según nuestra fe?

Gracias de todo corazón por la atención y por su incansable servicio.                                           


Querido Franco,

1. Tu experiencia es la misma de Jacques Maritain con respecto a su difunta mujer Rissa.

Afirmaba sentirla de manera particular ante el sagrario.

2. La razón teológica que indicaba era la siguiente: estaba convencido de que su mujer (era un alma de extraordinaria oración, cuidadosa hacia el prójimo y siempre estaba en presencia de Dios) viviera en Dios.

Y, ya que en la tierra Dios está presente de manera particular en el sagrario, ahí la encontraba.

3. En particular, encontramos a nuestros difuntos durante la celebración de la Misa, el sacramento en el cual el Señor viene a visitarnos no solo espiritualmente, sino también con su cuerpo y su sangre.

En la Misa y en particular en la Santa Comunión, el Señor nunca viene solo, como recordaba Santa Teresa de Ávila: “¿Pensáis que viene solo? … ¿Sería posible que un tal Rey se mueva solo? No, sus cortesanos siempre están con Él rogándole continuamente por nosotros todos y nuestras necesidades, porque están llenos de caridad” (Camino de perfección, XXVIII, 2.13).

4. Es bueno ir a visitarlos al cementerio, como voy a explicar pronto.

Pero ninguna experiencia de comunión iguala la que vivimos con ellos durante la Misa, cuando sentimos que vienen a visitarnos juntos al Señor.

Y no llegan con las manos vacías, porque “ruegan continuamente por nosotros todos y nuestras necesidades”.

5. Podemos ver aquí el deseo supremo de Santa Mónica, como cuenta su hijo San Agustín: “En uno de los días de su enfermedad padeció una especie de desmayo, en que por algún tiempo estuvo enajenada de los sentidos. Nosotros acudimos, pero prontamente volvió en sí, y mirándonos a mi hermano y a mí, que estábamos allí inmediatos a su lecho, nos dijo en tono de quien pregunta: «¿Dónde estaba yo ahora?» Y después, viéndonos sobrecogidos de aflicción, nos dijo: «Aquí dejaréis enterrada a vuestra madre». Yo callaba y reprimía el llanto, pero mi hermano le dijo no sé qué palabras, que aludían a desearle como cosa más feliz el que muriese en su patria y no en país tan extraño. Ella, habiendo oído todo esto, mirándole primero con un rostro severo y desazonado, como reprendiéndole con los ojos que pensase de aquel modo, y mirándome después a mí, dijo: «Mira lo que dice éste». Luego hablando con entrambos añadió: «Enterrad este cuerpo dondequiera y no tengáis más cuidado de él; lo que únicamente pido y os encomiendo es que os acordéis de mí en el altar del Señor, dondequiera que os halléis»” (Confesiones, IX, 11).

6. Pero también es bueno ir al cementerio a visitar sus restos mortales.

Es verdad que se puede rezar por los difuntos en cualquier lugar, pero ir al cementerio significa hacer una peregrinación, dedicar nuestro tiempo a los difuntos, testimoniar públicamente nuestra fe en la vida futura y en la Comunión de los Santos.

7. La visita al cementerio, sobre todo en algunos países, se hace comunitariamente, como en la conmemoración de todos los fieles difuntos. Generalmente, tiene lugar el día de Todos los Santos por la tarde, o sea el 1 de noviembre.

También el nuevo párroco tendría que visitar el cementerio en ocasión de la toma de posesión de la parroquia. Este gesto es muy significativo porque el párroco también se hace cargo de esa parte de la Iglesia. Y ante esas Almas Santas implora la intercesión.

8. Muchos fieles van a ver la tumba de sus seres queridos para mantenerla en orden, decorada con flores y luz.

Perciben este gesto como una muestra de cariño, del vínculo afectivo que los une al familiar difunto.

Sin decir que este es al mismo tiempo una muestra de nuestra fe en la vida futura. La Iglesia promueve estas visitas y, en ciertas circunstancias, también admite la indulgencia plenaria, por ejemplo del 1 al 8 de noviembre.

9. Pero, además de la comunión con nuestros seres queridos, la visita al cementerio nos hace entrar en comunión con muchas personas que vinieron antes que nosotros.

Algunas fueron nuestras compañeras de viaje.

En virtud de sus sacrificios y de sus méritos nosotros disfrutamos de todo tipo de bienes.

10. Cuando pasamos frente a sus tumbas rezamos concretamente para ellos, algo que en otras situaciones no haríamos.

Encomendamos a ellos sus familiares y sus descendientes para que los protejan y los orienten a la vida del paraíso.

Son todas razones que muestran que la visita al cementerio es siempre algo muy bueno.

Por su puesto te encomiendo al Señor y te bendigo.

Padre Angelo


Traducido por Melanie Fornari