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Hace poco descubrí la meritoria obra que cumple respondiendo y disipando las diferentes dudas que afligen a los que se dirigen a usted.
Descubrí este sitio justamente buscando en la red algo que me ayudara a entender el momento que estoy viviendo.
Le explico: he intentado en mi vida tener presente al Señor, a veces con esmero… otras con desgano; oraba, excepto que en algunos períodos comencé a percibir que era algo así como un deber… tengo que hacerlo, me decía a mí mismo, mientras que algo me sugería que no debía ser un deber, sino un deseo… una atracción… un fruto del amor.
Tres meses atrás, después de una internación infernal, falleció mi mamá con quien vivía. Durante su estancia en el hospital intensifiqué la oración agregando a las plegarias matutinas y a las de la tarde también el Rosario, que hasta entonces nunca había rezado.
Y bien, padre, supongo que no sea una novedad deducir que este modo de dirigirme al Señor era para pedir ayuda para mi mamá, en un momento de necesidad en el que esperaba que una intervención del Cielo resolviera todo y me ayudara a aliviar el sentimiento de culpa que experimentaba por no haberme percatado de su enfermedad. En mi interior me decía que habría seguido dirigiéndome a Él independientemente de lo que ocurriera. Y he perseverado. Sin embargo, me doy cuenta de que a menudo me distraigo, que la mente se va por otra parte con el pensamiento, que mente, corazón y labios no están sintonizados, y por otra parte no estoy seguro de estar dirigiéndome al Señor como se espera que lo haga.
No sé si haga falta decir las oraciones (Pater, Ave…) que de tanto repetir mentalmente hasta ni siquiera me doy cuenta de que las estoy diciendo… o si más bien pueda dirigirme al Señor dialogando con Él como lo haría con un amigo.
El continuo repetir Avemarías me lleva a distraerme…a bostezar (¿es interferencia del maligno?). Padre quisiera poderle decir que no me falta voluntad… o por lo menos así me lo parece… pero quisiera sentir en mí que Dios me ha concedido el don de la gracia y de la fe, o bien que sigo buscando estos dones y ando por el buen camino.
Inmediatamente después del fallecimiento de mi mamá asistí alguna vez a la misa dominical… luego dejé de hacerlo, hace muchos años que no me confieso.
Padre… ayúdeme… ¿Cómo rezar? …¿qué puedo decir? ¿Cómo crear un verdadero momento de intimidad y aislamiento entre el Señor y yo?
¿Cómo puedo, como dice Jacques Philippe, tener esa paz del y en el corazón que le permitiría al Señor obrar en mí? ¿Confiar y entregarme completamente a Él?
He tratado de ser sintético y me doy cuenta de que sería necesario escribir mucho más para facilitar la comprensión, pero espero que a partir de estas palabras usted pueda darme una ayuda y si será necesario seguiré escribiéndole.
Por mientras le agradezco.
Rosario


Respuesta del sacerdote

Querido Rosario, 
antes que nada, si bien con retraso te hago mis condolencias por la muerte de tu queridísima mamá. Con mucho gusto la recordaré en las oraciones y junto a ella también te recordaré.
Estoy feliz de que el Señor te haya llevado tras nuestros pasos.
Te digo brevemente algunas cosas.

1. La muerte de tu mamá, es más, la enfermedad de tu mamá te ha hecho descubrir la necesidad de la oración, que te faltaba desde hace mucho tiempo.
Me parece que puedo decir, que así como no te diste cuenta de la enfermedad de tu mamá y seguías  andando tranquilamente, análogamente seguías por tu vida espiritual sin oración.
El Señor aprovechó la enfermedad de tu mamá para despertar tu vida espiritual.
Tenía razón el escritor francés León Bloy al decir que el sufrimiento tiene la función de despertar la presencia de Dios en el alma.
Gracias al cielo, en ti, esa presencia se ha despertado.

2. En segundo lugar acerca de la oración, te digo que no consiste solamente en el deber de repetir oraciones, sino de estar con el Señor. Debe ser como una cita diaria que no puedes ignorar.
Si vives el momento de la oración como un encuentro, sentirás que el Señor viene a llenar tu alma con su presencia y con su gracia.
Un método muy hermoso para estar con el Señor de modo fructífero es el de tomar el Rosario en mano y decir esta oración pasando las cuentas, que no consiste sencillamente en repetir avemarías.
Para saber lo que debes hacer, haz click en nuestro buscador con estas palabras: Además de decir materialmente el Rosario, ¿qué se debe hacer mientras se reza el Padrenuestro y las Avemarías?
Alcanza con que hagas click solamente en las primeras palabras. La respuesta la hallarás enseguida. Pronto te darás cuenta cuán indispensable es respirar junto al Señor, estar en su compañía, gozar de su presencia.

3. Sin embargo para probar esto es necesario que Dios esté presente en tu corazón mediante la gracia.
Así como no puedes gustar la fragancia de los alimentos con el pensamiento sin que estén en tu boca, de la misma forma para gustar la presencia del Señor necesitas que el Señor esté presente.
Y puesto que Dios no habita un alma en el pecado, lo primero que debes hacer es confesarte.
Mediante la confesión sacramental, Dios personalmente vendrá a habitar en tu corazón. Sentirás que entre tú y él existe una perfecta comunión.
Por lo tanto te exhorto a que acudas a la confesión lo más pronto posible y luego mantén la costumbre de practicarla durante todo el viaje de tu vida. Si te es posible, hazlo cada quince días.
Este ritmo servirá para mantener la frescura de la vida espiritual.

4. Contemporáneamente vuelve a santificar el domingo y demás fiestas de guardar participando en la Santa Misa, y si estás en gracia, también con la Santa Comunión.
Santo Tomás dice que así como el hombre dedica una parte de su tiempo para las varias necesidades de la vida, “por lo mismo, también cae bajo precepto moral el dedicar un tiempo, a las cosas divinas y al alimento espiritual que repara las fuerzas del alma en Dios” (Suma Teológica, II-II, 122, 4, ad 1).
La participación a la Santa Misa festiva es indispensable para conservar la gracia y sobre todo para conservar la presencia de Aquel que vive en nosotros a través de la gracia.

Confío en que harás todo esto y que por fin podrás experimentar un gran reflorecer de tu vida espiritual.
Te bendigo, te deseo todo bien y te recuerdo en la oración.
Padre Angelo