Questo articolo è disponibile anche in:
Italiano
Inglés
Español
Querido Padre Angelo,
Cuando cursaba mi primer año en la universidad, tuve un momento difícil en mis estudios y faltando poco para dar un examen para el que no me había preparado muy bien, mientras rezaba, le pedí ayuda a la Virgen, (no sé cómo definirlo si voto o propósito), prometiéndole que, de aprobarlo, me habría esmerado mejor en adelante.
Me fue bien en el examen, pero si miro estos años de universidad, sumando también el hecho que en diferentes oportunidades estuve pensando en cambiar de facultad, veo que no siempre me apliqué bien en el estudio o no hice todo lo que hubiera podido.
Por ese motivo siento que, por lo menos en parte, traicioné esa promesa que le hice a la Virgen. En relación a ello quisiera pedirle algo:
¿Se trata de una violación del voto? Si fuera así, ¿la confesión puede absolverlo o es un pecado demasiado grave?
Para tratar de cumplir con este propósito, ¿es suficiente que yo me aplique seriamente para los exámenes que me quedan, o el voto de por sí está malogrado?
Le agradezco desde ya por la ayuda que querrá darme, le aseguro mis oraciones y le saludo cordialmente.
Respuesta del sacerdote
Muy querido,
1. No hay nada grave en lo que ha ocurrido.
Es suficiente con que confieses tu negligencia.
La promesa o voto que hiciste permanece, aunque no lo hayas cumplido.
Por lo tanto no te queda que llevarlo a cabo.
2. Sin embargo, cuando se hacen votos o promesas no hay que ser genéricos.
Haberse comprometido a estudiar más, seguro que ya significa algo.
Pero casi siempre ocurre que podemos decir: “Habría podido hacerlo mejor”.
Lo mismo ocurre cuando uno dice: “Quiero rezar más”.
3. Por lo tanto hay que detallar más las cosas y ser más exactos: “me comprometo a estudiar X horas al día, excepto los domingos y festividades.
Lo mismo vale para la oración. No es suficiente decir quiero rezar más. Es necesario pasar de las palabras a los hechos y comprometerse con alguna práctica en concreto.
Por ejemplo: me comprometo a decir el Santo Rosario todos los días por todo el año o bien por un mes o una semana.
4. Al hacer un voto o promesa, no se hace sencillamente para honrarse a sí mismos o para obligarse, sino en vistas de un objetivo más alto que es el de alabar a Dios.
De este modo el acto adquiere un valor más grande y meritorio ya sea en esta vida que en la futura.
Esto es así porque se cumple no por una simple motivación humana, que ya de por sí es buena, sino para Dios, para celebrar su gloria, para abrirle la puerta a que pueda manifestar con abundantes gracias su misericordia.
5. Cumplir la promesa teniendo presente este motivo superior, se experimenta con más fuerza el compromiso. Es más, el esfuerzo que implica su cumplimiento, se sobrelleva de buena gana pues se hace por amor a Nuestro Señor, o a la Virgen o a algún Santo.
6. Si falta este fin superior, será siempre un objetivo bueno, como el de Vittorio Alfieri que cuando quiso comprometerse a estudiar seriamente se ató a un árbol y dijo: “Quise, siempre quise, intensísimamente quise”.
Pero no se adquiere ese surplus que está ligado al voto y a la promesa hecha a Dios, que constituye toda su fuerza y belleza.
7. En fin conviene tener en cuenta que cuando se trata de votos o promesas de una cierta importancia siempre es oportuno pasar a través del confesor para no presumir de las propias posibilidades y experimentar la pena de ver que que no se puede mantener lo prometido.
El voto en cuanto tal debe ser deliberado. Y se delibera mejor cuando se consideran todas las circunstancias, también gracias a la luz superior que aporta el confesor.
8. De este modo al voto se añade un acto de humildad, de obediencia, de prudencia.
Y al mismo tiempo se aprende a acudir con frecuencia y regularidad al sacramento de la confesión.
Tener un confesor que nos acompaña y se convierte en un padre para nuestra alma, es una gracia de inestimable valor.
Al desearte lo mejor para la feliz conclusión de tus estudios, te bendigo y te recuerdo en la oración.
Padre Angelo