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Pregunta
Querido padre Angelo,
Hoy, mientras estaba buscando información sobre un tema que concierne al reino de los cielos, por casualidad me he encontrado una de sus respuestas.
Mi pregunta es la siguiente: ¿Cuando seremos en el reino de los cielos reconoceremos a nuestros seres queridos? ¿O bien olvidaremos cualquier relación humana que tuvimos en la Tierra (hijos, marido/mujer, padres, hermanos, amigos, etc…)?
Le hago esta pregunta porque, al hablar con una querida amiga mía, ella afirmó que en el paraíso no nos reconoceremos, sino seremos algo parecido a un uno con Dios y sentiremos un gozo inmenso.
Pues bien, el gozo inmenso, el ser un uno con Dios y el hecho de glorificarlo y amarlo para siempre, es algo maravilloso. Pero pensar que no tendré memoria de mis hijos, de mi marido y de mis seres queridos, es algo que mi comprensión humana mira con tristeza.
Una amiga mía perdió su hijo de 12 años y espera que un día lo pueda volver a abrazar. Pensar que al llegar al paraíso ni siquiera lo reconocería, para ella sería como si lo perdiera por segunda vez y no tuviera más esperanzas. Sin embargo, lo que Dios nos hará sentir será tan grande y maravilloso que no necesitaremos nada más.
Entonces, al leer su respuesta a una pregunta muy parecida a la mía, encontré mucho alivio, porque usted, padre, decía que no solo que nos reconoceríamos, sino que también Dios mejoraría estas relaciones, y que seguiríamos sintiendo el amor para los seres queridos de manera más alta y bella.
Yo lo tenía todo claro, por lo tanto hablé con esta querida amiga mía y le dije lo que había aprendido y ella me preguntó cuál era mi fuente.
Entonces, padre, le hago la misma pregunta a usted: ¿De dónde saca estas informaciones? ¿Se trata de teorías suyas, de algunas visiones de Santos/místicos, u otros?
Muchas gracias por su respuesta, padre. Que Dios le bendiga.
Respuesta del sacerdote
Querida,
1. La Comunión de los Santos no es una teoría mía y tampoco la aprendí de las revelaciones de místicos o Santos, sino de lo que dijo Dios.
Gracias a las Sagradas Escrituras aprendemos que la vida en el Paraíso es vida de comunión con Dios y de comunión con los Santos.
San Pablo de hecho dice que “la caridad (que es la Comunión con Dios y con el prójimo) nunca deja de ser” (1 Cor 13,8).
Por lo tanto la comunión que empieza en la tierra, si es una comunión en el Señor, durará eternamente.
Sería muy extraño si, después de vivir en comunión con la Virgen, con los Ángeles y todos los Santos en esta vida, todo esto faltaría al entrar al Paraíso. Faltaría algo a nuestra beatitud.
2. Si el Señor quiere que en la vida presente vivamos en comunión, ¿por qué la vida del Paraíso, que es el cumplimiento de lo que empezamos a vivir aquí, no tendría que ser vida de comunión?
En la primera comunidad cristiana “todos los que habían creído estaban juntos, y tenían en común todas las cosas” (At 2,44).
En el Paraíso esta comunión será perfecta, indisoluble y eterna. Mejor dicho, cada uno se alegrará de la alegría del otro, se alegrará de su victoria, del bien que ha hecho en la tierra, de las victorias que ha obtenido en la tentación, de su éxito final.
3. El Credo Apostólico (la forma algo más corta del Credo que se suele recitar durante la Cuaresma y el tiempo de Pascua) dice: “Creo en la comunión de los Santos, la vita eterna. Amén.”
Ya con el Bautismo nos convertimos en “conciudadanos de los Santos” (Ef 2,19). En el más allá esta comunión va a ser completa.
4. A esta comunión se refirió explícitamente el Señor cuando, alabando la fe del centurión, dijo: “Y os digo que vendrán muchos del oriente y del occidente, y se sentarán con Abraham e Isaac y Jacob en el reino de los cielos; mientras los hijos del reino serán echados a las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes” (Mt 8, 11-13).
5. El Paraíso es al mismo tiempo comunión con el Señor y con sus amigos, que son los santos, los salvados: “Pero vosotros sois los que habéis permanecido conmigo en mis pruebas.Yo, pues, os asigno un reino, como mi Padre me lo asignó a mí, para que comáis y bebáis a mi mesa en mi reino, y os sentéis en tronos juzgando a las doce tribus de Israel” (Lc 22,28-30).
6. E incluso: “si me fuera y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis” (Jn 14,3).
Y: “Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste. La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno. Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado” (Jn 17,20-23).
7. Cuando San Pablo habla del final del mundo dice que subiremos hacia el Señor y “así estaremos siempre con el Señor” (1 Ts 4,17).
Es claro que la bienaventuranza del Paraíso es estar con el Señor. Pero, así como el Señor quiso que nos ayudáramos mutuamente de estar con Él viviendo en la caridad, así quiere que todos disfrutemos juntos en perfecta unidad también entre nosotros.
Con la esperanza de encontrarnos juntos para siempre, te encomiendo al Señor y te bendigo.
Padre Angelo
Traducido por Melanie Fornari