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Pregunta
Buenas tardes padre
Mi nombre es Elisa, le he escrito en el pasado tanto para que me anime a confesarme como para preguntarle cómo se puede salvar un alma que blasfema. Ahora vuelvo a preguntarle ¿qué significa amar a sus propios enemigos? Rezo los 15 jueves de Santa Rita y como florete está indicado recitar el acto de caridad. Lo leo y me doy cuenta de que no soy un buen cristiano porque no sé amar a mi enemigo… lo desprecio, no lo estimo, ¿cómo se puede aprender la caridad y hacer de ella el centro de su propia existencia?
Gracias de antemano por su atención.
Respuesta del sacerdote
Querida Elisa,
1. Nadie puede aprender de sí mismo a amar a su enemigo, a amar a quien le hace daño.
Es natural no amarlo.
2. Jesús nos enseñó a amar a los enemigos y nos presentó la técnica cuando dijo: «Pero yo os digo: amad a vuestros enemigos y orad por los que os persiguen» (Mt 5, 44).
Esta es la técnica: orad por los que os hacen daño.
3. Cuando oramos por las personas que nos han hecho daño, en ese momento, nos abrimos a Dios y empezamos a mirar a estas personas desde su punto de vista.
Y recordamos que, justo cuando sentimos aversión por ellos, Dios los ama infinitamente y siempre desea infinitamente su bien.
Al menos por un tiempo nos resulta más fácil amarlas en Dios y querer el bien por ellos, el más verdadero, su conversión, su salvación.
3. La oración que el Señor nos ha enseñado es el «Padre Nuestro».
Como ya he mencionado muchas veces, Santo Tomás subraya que el Señor nos enseñó a decir «Padre nuestro» y no mi «Padre mío «porque quiere que todo lo que pedimos en ese momento lo pedimos no solo para nosotros, sino también para cada uno de nuestros prójimo, incluyendo por tanto también a nuestros enemigos.
4. Llegando a la conclusión: intenta rezar el Padre Nuestro lentamente y con devoción por tus enemigos.
Verás cómo al instante tu corazón se abrirá y se llenará de sentimientos buenos y celestiales.
Te darás cuenta de que no hay mejor manera de eliminar el veneno de nuestro corazón, ese veneno que nos hace sentir tan mal.
5. Una oración hecha como el Señor nos ha enseñado es meritoria no solo para nosotros, sino también para la persona por la que rezamos: meritoria de su conversión, de la conciencia de habernos hecho sufrir y también de su deber de reparación.
Que el Señor que viene por Navidad te llene de su amor por todos, especialmente del amor que tenía por sus enemigos.
Te deseo lo mejor, te recuerdo en mis oraciones y te bendigo.
Padre Angelo
Traducido por Jennifer Di Giacomo