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Pregunta
Querido Padre Angelo,
le escribo exponiendo algunas dudas que tengo y por las que espero su respuesta.
Cuando veo niños enfermos, personas con graves malformaciones o noticias de guerras o de mucha crueldad, me pregunto: por qué Dios mío?
Me contesto: porque las enfermedades pueden ser provocadas por la contaminación, por el pecado original, por el estrés de la vida inútil que llevamos. Las guerras, la violencia, la prepotencia son causadas por el egoísmo del hombre. Pero entonces me pregunto: cuál es el sentido de la vida? Por qué Dios permite que muchos inocentes paguen? Me contesto: porque no escuchamos a nuestra conciencia y utilizamos mal nuestro libre albedrío.
Por qué tanto dolor, Dios mío?
Yo rezo mucho por el alma de mi papá y por todos mis queridos difuntos. A ellos les dedico algunas S. Misas. Quisiera tener un signo de que se han salvado. Desde que rezo el S. Rosario tal como usted lo ha indicado y participo en estas misas, la providencia me ha dado mucho. Y esto ya de por sí es una señal. Pero quisiera tenerte una más tangible y saber que han obtenido la salvación. Esta es una preocupación humana. Está mal tenerla?
Me pregunto si está bien pedirle a Dios favores para los propios problemas materiales. Un sacerdote me dijo que Él es bondad y debemos confiar en Él cuidando de no establecer una relación «de comercio» con el Señor. Esto lo entiendo. De hecho, mi oración comienza siempre con el deseo de obtener gracias espirituales, concretamente estoy buscando cambiar mi forma de vivir, pero si siento angustia, o tengo un problema, puedo pedirle a Dios una gracia material?
Gracias por su respuesta y por su obra evangelizadora.
Filippo
Respuesta del sacerdote
Querido Filippo,
1. El problema del sufrimiento de los inocentes es un misterio en el verdadero sentido de la palabra. Es decir, es una realidad oculta, porque misterio eso significa: realidad escondida.
Evidentemente queda escondida a nuestros ojos, pero no a los de Dios.
Habría que poseer los ojos de Dios para entender algo de ello . Ahora bien, tener fe significa ver con los ojos de Dios, como enseña Santo Tomás. Y los ojos de Dios nos presentan un horizonte que no es sólo el de este mundo, sino que se explaya en el de la eternidad.
2. Ahora teniendo presente que «no tenemos aquí abajo una ciudad permanente» (Heb. 13, 14) y que «así adquirirán para el futuro un tesoro que les permitirá alcanzar la verdadera Vida» (1Tm 6,19) todos nuestros parámetros de evaluación quedan alterados.
Cuando el Señor pide conversión, metanoia, pide un cambio de mentalidad, una lógica nueva, la del evangelio.
Pero a menudo, nosotros queremos ser cristianos conservando la lógica del mundo. Entonces hallamos que hay algo que no encaja.
3. La lógica evangélica es la que nos recuerda Pablo cuando dice: “Por eso, no nos desanimamos: “aunque nuestro hombre exterior se vaya destruyendo, nuestro hombre interior se va renovando día a día.
Nuestra angustia, que es leve y pasajera, nos prepara una gloria eterna, que supera toda medida.Porque no tenemos puesta la mirada en las cosas visibles, sino en las invisibles: lo que se ve es transitorio, lo que no se ve es eterno”. (2Cor 4, 16 -18).
En el cielo veremos la transformación perfecta de la lógica mundana, la realización perfecta de cuanto está escrito en el evangelio, desde el principio al final: “Muchos de los primeros serán los últimos, y muchos de los últimos serán los primeros” (Mt 19, 30).
4. Respecto a la segunda pregunta podría decir que el Señor tiene sus buenos motivos para no darnos señales tangibles acerca de la salvación eterna de nuestros difuntos.
Podría antes bien decir que los signos tangibles pueden ser dados también por el demonio, que “es mentiroso y padre de la mentira” (Jn 8, 44).
Entonces pensar que nuestros queridos difuntos estén ya en el Paraíso podría hacernos desistir de la oración y de cumplir sufragios en su favor. Esto no nos haría bien ni a nosotros ni a ellos.
Sería interés de nuestro adversario concedernos signos totalmente opuestos, como por ejemplo hacernos creer que una persona que vivió de manera disoluta y fallecida en pecado, se encuentre ya en el Paraíso y no sea de este modo necesario convertirse y ser vigilantes.
5. En tanto no nos conceda señales certeras de su salvación, el Señor nos hace caminar en la fe, dándonos el mérito que por ella nos ha sido prometido.
6. Hay que decir, sin embargo, que aunque el Señor no nos conceda signos certeros, no nos deja del todo a oscuras, pues se sirve de nuestras oraciones y sufragios para abrir una brecha entre nosotros y el cielo permitiendo que nuestros queridos difuntos nos ayuden: “Nuestra oración por ellos puede no solamente ayudarles, sino también hacer eficaz su intercesión en nuestro favor”. (Catecismo de la Iglesia Católica , 958).
Luego las gracias y las ayudas que experimentamos del cielo después de haber cumplido nuestros sufragios (son muchos quienes lo experimentan) son un signo moral de su salvación.
7. Respecto a la última pregunta: podemos pedir a Dios cualquier cosa, también bienes materiales, en especial si son útiles para nuestra santificación y la de otros.
Sin embargo te exhorto a buscar antes que nada el Reino de Dios y su justicia porque a todo lo demás, incluso del cumplimiento de tus deseos, se encargará Él mismo (cf Mt 6, 33).
Dice San Cipriano: “A quien busca el Reino de Dios y su justicia, promete dar todo como añadidura. En realidad todo pertenece a Dios y nada le falta al hombre que posee a Dios, si él mismo no le falta a Dios” (De oratione dominica, 21).
También por esto te aseguro mi oración y te bendigo.
Padre Angelo