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Querido Padre Angelo:
Como madre de un hijo que vive en pareja, cada día, además de rezar y poner esta situación en el Corazón
de Jesús, me pregunto como puedo hacer para que mi hijo entienda cuán importante es optar por la vida matrimonial.
Nuestro hijo convive con una chica filipina, desde hace tres meses. Ambos se dicen creyentes y son practicantes, no tienen intimidad, y ella por su fe, pide con insistencia poder casarse, para que así su relación de pareja sea bendecida por Dios.
Por su parte él, no considera que este sea un requerimiento urgente y prefiere vivir ‘un año de prueba’, no obstante diga no dudar acerca del amor que experimenta por la joven.
Le pido una respuesta  directa a la ‘pareja’, ya que pienso compartirla con ambos.
Le agradezco desde ya su atención.
Lo recordaré e mis sencillas oraciones.
Laura


Querida Laura,

  1. han transcurido diez meses desde el envío de tu mail. En parte porque quedó sumergida bajo una pila de otras y en fin porque me temo  que aquellos que  tan determinadamente optan por convivir están tan obnubilados, que no escuchan razones.
    Parece desafortunadamente, que en la casi totalidad de los casos, la única cosa que puede hacerse es esperar el final casi inexorable de esa experiencia, a la que le falta la fuerza –también desde el punto de vista humano- de superar las inevitables dificultades.
    No quiero entrar en el tema de la sexualidad que por cierto es importante y decisivo, para que no se piense que todos los problemas se reducen a este aspecto y también porque tu hijo garantiza que vive en castidad.
  2. Mi experiencia pastoral me ha enseñado que el dolor más grande que experimentaron quienes después de haber convivido y luego volvieron sobre sus pasos, fue la pérdida de la propia libertad.
    De hecho durante el noviazgo hay momentos  para compartir juntos y otros en los que cada quien permanece en su casa, o bien con los amigos o también se participa en alguna asociación.
    En cambio la convivencia implica asumir las obligaciones de los casados: se debe estar en casa, justificar las salidas, no se puede decir sin más: me voy de paseo, me voy con mis amigos, me voy a hacerme el loco (en el buen sentido) con otras chicas.
    El regreso al hogar está cronometrado, con frecuencia le siguen caras largas, discusiones, hasta que se acaba por arrastrar una situación de la que, si bien decepcionante, se teme salir por miedo a tener que admitir que se ha cometido un error, y en efecto haber sido imprudentes,…

Y más aun cuando para organizar la convivencia se han hecho inversiones económicas, de parte de ambos y de las respectivas familias.

  1. Cuando por fin deciden que no es posible proseguir para no condenarse a una vida infernal, queda la amargura de haber estado perdiendo tiempo (en especial para la chica), de haber echado por tierra la propia juventud y las propias energías, aumentando todavía más la incertidumbre en el porvenir.
  2. Viniendo a tu caso, si tu hijo está seguro de querer a su novia aunque viva en perfecta castidad, ¿qué le cuesta esperar el momento del matrimoio? Si cree en el valor de la castidad y de esto está convencida también la joven, ¿por qué optar por la convivencia, dormir en la misma cama cuando se sabe que la castidad se verá sometida a una dura prueba?
    Si una persona tiene en alta consideración la virtud de la pureza, como dice tu hijo, esta pureza quiere protegerla, no la expone al riesgo o a la certeza de perderla.
  3. Sin agregar que si alguien la estima, quiere por cierto defenderla de la mirada ajena. Evita que alguien pueda tener malos pensamientos.
    Más aún si existen responsabilidades a nivel parroquial o en alguna  agrupación eclesial.
    A la pureza de tu hijo y de su novia, le crees tú, porque te lo ha dicho tu hijo. Pero estate segura que ningún otro se lo cree.

Es más no quieren creer aunque fueran en verdad puros como Ángeles.

       6-    Dos jóvenes que se aman y están rectamente orientados acerca de su futuro saben que comenzar
una convivencia es como si se pusieran mutuamente a prueba. Ahora bien, mirar al otro
considerándolo bajo observación, ¿no es un acto de desconfianza?
Tu hijo se dice seguro que quiere a esa chica.
Entonces, ¿por qué la pone a prueba? ¿No se fía de ella?
O bien ¿es ella quien no se fía de él?
¿Qué sinceridad puede haber entre dos personas cuando se sienten bajo examen?

  1. Toda persona desea , es más, quiere ser amada de forma incondicional y no de prueba.
    Una persona no se prueba como se hace con un objeto o un traje.
    Ahora bien “amar al prójimo como a sí mismo” implica también este aspecto: no tratar al otro como no se quisiera ser tratado por nadie, esto es “amados de prueba” o “por prueba”.
  1. Como ves no he tocado el tema de la sexualidad, por respeto a cuanto ha declarado tu hijo. Si bien las convivencias, a diferencia de otro tipo de cohabitaciones como las de los estudiantes que comparten un departamento, se caracterizan por su vida sexual. Esto según reza la misma definición de convivencia y según el sentir común.

Me parece que aun dejando de lado la vida sexual, hay argumentos suficientes para poner a la atención de los dos jóvenes y evitar que den un paso en falso.
Te aseguro a ti, a tu hijo y a su novia mi plegaria y mi recuerdo en la Misa.

Os bendigo.

Padre Angelo