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Pregunta

Padre Angelo,

En estos días he leído por casualidad opiniones contradictorias sobre la infalibilidad de la Humanae vitae.

Hace unas semanas, en la radio María, el P. Giorgio Carbone reivindicó la infalibilidad de la encíclica porque, aunque no contiene la fórmula «definimos y declaramos» (cómo está presente, por ejemplo, en la Evangelium Vitae) sí contenía las (tres, me parece) condiciones exigidas por un decreto de Vaticano II para que fuera infalible.

Pero hace unos días en la página web Vatican Insider leí un artículo del profesor Gennari (que enseñó en la Universidad Lateranense) que decía que en el momento de la presentación de la encíclica HV en julio de 1968 en la sala de prensa del Vaticano el teólogo (también de la Lateranense) Lambruschini (más tarde nombrado arzobispo de Perugia) por instrucciones del Papa – escribe Gennari – excluyó la infalibilidad de la encíclica.

¿Cómo están las cosas?

Cordialmente

Alessandro


Respuesta

Querido Alessandro,

Para juzgar lo que supuestamente dijo Pablo VI a monseñor Lambruschini, sería necesario tener el texto de las palabras precisas, que, además, dichas confidencialmente a un profesor de teología, no constituyen un acto de magisterio.

2. Es cierto, sin embargo, que Pablo VI escribió en la Humanae Vitae: «Por ello, habiendo examinado atentamente la documentación que se nos presentó y después de madura reflexión y de asiduas plegarias, queremos ahora, en virtud del mandato que Cristo nos confió, dar nuestra respuesta a estas graves cuestiones.» (n. 6).

Esta es la respuesta que el Concilio esperaba del Papa, ya que en la nota 14 del n. 50 de la Gaudium et Spes se lee: «Algunas cuestiones que necesitan una investigación más profunda y diligente han sido remitidas por orden del Sumo Pontífice a la Comisión para el Estudio de la Población, la Familia y la Natalidad, para que, una vez concluidos sus trabajos, el Sumo Pontífice pueda emitir su juicio. Siendo así, la doctrina del Magisterio, el Santo Sínodo no tiene la intención de proponer soluciones concretas inmediatamente».(t/r)

3. Pablo VI en la Humanae Vitae no dijo explícitamente que es una doctrina irreformable.

Sin embargo, habla de ella como una doctrina saludable de Cristo: «No menoscabar en nada la saludable doctrina de Cristo es una forma de caridad eminente hacia las almas. Pero esto debe ir acompañado siempre de la paciencia y de la bondad de que el mismo Señor dio ejemplo en su trato con los hombres. Venido no para juzgar sino para salvar, El fue ciertamente intransigente con el mal, pero misericordioso con las personas. (HV 29)».

No es una cuestión de opinión, sino de doctrina.

Ahora bien, la doctrina de la Iglesia, tanto en el campo dogmático como en el moral, evoluciona de manera homogénea, manteniendo así el mismo sentido y el mismo contenido (eodem sensu eademque sententia).

4. En cualquier caso, lo que Pablo VI no dijo explícitamente, lo dijo Juan Pablo II explícitamente:

«La primera, y en cierto sentido la más grave dificultad (sobre nuestro tema), es que incluso en la comunidad cristiana se han escuchado y se escuchan voces que ponen en duda la verdad misma de la enseñanza de la Iglesia. Esta enseñanza fue expresada con vigor por el Vaticano II, por la encíclica Humanae Vitae, por la exhortación apostólica Familiaris Consortio y por la reciente instrucción Donum Vitae.

En este sentido, surge una grave responsabilidad: quienes se colocan en abierto contraste con la ley de Dios, auténticamente enseñada por el Magisterio de la Iglesia, conducen a los esposos por un camino equivocado.

Lo que la Iglesia enseña sobre la anticoncepción no es una cuestión libremente discutible entre los teólogos.

Enseñar lo contrario equivale a engañar la conciencia moral de los esposos»(5 de mayo de 1987) (t/r).

5. Además, el Vademécum para los confesores del Consejo Pontificio para la Familia (12 de febrero de 1997) escribe: «La Iglesia siempre ha enseñado la intrínseca malicia de la contracepción, es decir de todo acto conyugal hecho intencionalmente infecundo. Esta enseñanza debe ser considerada como doctrina definitiva e irreformable. La contracepción se opone gravemente a la castidad matrimonial, es contraria al bien de la transmisión de la vida (aspecto procreativo del matrimonio), y a la donación recíproca de los cónyuges (aspecto unitivo del matrimonio), lesiona el verdadero amor y niega el papel soberano de Dios en la transmisión de la vida humana» (n. 2.4).

6. Conviene recordar la distinción entre el Magisterio definitivo y el Magisterio definitorio.

El Magisterio definidor enuncia dogmas de fe o de moral. Los que no lo aceptan se sitúan automáticamente fuera de la Iglesia.

El Magisterio definitivo no pretende anteponer a este aut, ni dentro ni fuera.

Ahora la Iglesia no tiene prisa por excomulgar a sus hijos. Su tarea no es esa, sino la de guiarlos hacia la salvación con la caridad de una madre que espera y deja la puerta abierta por si alguien no tiene ganas de hacer suya su doctrina.

El Magisterio definitivo, en cambio, si bien es irreformable e infalible, no fija el aut aut. Quien lo niega se equivoca, pero no por ello es excomulgado.

7. El Magisterio definidor y el Magisterio definitivo no son una alternativa a la infalibilidad o a la no infalibilidad, a la irreformabilidad o a la reformabilidad.

Y es que incluso el Magisterio definitivo es infalible, como recuerda el Concilio Vaticano II en la Lumen Gentium 25: «Aunque cada uno de los Prelados no goce por si de la prerrogativa de la infalibilidad, sin embargo, cuando, aun estando dispersos por el orbe, pero manteniendo el vínculo de comunión entre sí y con el sucesor de Pedro, enseñando auténticamente en materia de fe y costumbres, convienen en que una doctrina ha de ser tenida como definitiva, en ese caso proponen infaliblemente la doctrina de Cristo» (LG 25).

8. Juan Pablo II recordó que la doctrina enseñada por Pablo VI había tomado valor colegial, es decir, la enseñanza de los obispos en comunión con el Papa, especialmente en la exhortación apostólica Familiaris Consortio: «Este Sagrado Sínodo, reunido en la unidad de la fe con el sucesor de Pedro, mantiene firmemente lo que ha sido propuesto en el Concilio Vaticano II (cfr. Gaudium et spes, 50) y después en la encíclica Humanae vitae, y en concreto, que el amor conyugal debe ser plenamente humano, exclusivo y abierto a una nueva vida (Humanae vitae, n. 11 y cfr. 9 y 12)» (FC 29).

Y expresamente en la nota a pie de página cita el texto de la Humanae Vitae n. 11 donde dice: «La Iglesia, al exigir que los hombres observen las normas de la ley natural interpretada por su constante doctrina, enseña que cualquier acto matrimonial debe quedar abierto a la transmisión de la vida».

9. Benedicto XVI, en el 40º aniversario de la publicación de la Humanae Vitae, afirmó: «El Magisterio de la Iglesia no puede menos de reflexionar siempre profundamente sobre los principios fundamentales que conciernen al matrimonio y a la procreación. Lo que era verdad ayer, sigue siéndolo también hoy. La verdad expresada en la Humanae vitae no cambia; más aún, precisamente a la luz de los nuevos descubrimientos científicos, su doctrina se hace más actual e impulsa a reflexionar sobre el valor intrínseco que posee» (10 de mayo de 2008).

10. Lo que ha dicho el padre Giorgio Carbone no es su opinión personal, sino el sentir de la Iglesia.

De hecho, es la doctrina de la Iglesia.

Te deseo lo mejor, te recuerdo al Señor y te bendigo.

Padre Angelo


traductor Riccardo Mugnaini