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Querido Padre Angelo,
quisiera pedirle un consejo. Mi hijo G. está estudiando en Módena como diseñador de automóviles, y para Navidad nos pidió que le regalásemos una Biblia. A mi pregunta sobre el motivo de este pedido me respondió: “Por muchas razones. Una es que he visto a ‘este musulmán que dijo’… ¿Cuántos cristianos saben la Biblia? ¿Y cuántos musulmanes saben el corán? Entonces comprendí que es importante para nuestra fe conocer la palabra revelada. Si tanto los musulmanes como los hebreos tienen solamente una parte de la palabra y la saben de memoria, la estudian. ¿Por qué nosotros no debiéramos hacer otro tanto puesto que la poseemos toda?”
Otra cuestión es que ayer (evangelio del domingo 10 de diciembre de 2022) escuchando el evangelio estaba intentando comprender: el Bautista tenía esperanza en una justicia humana y no en la justicia divina y además dudaba del hecho que Jesús fuera el mesías porque había leído el antiguo testamento.
Entonces, quiero conocer el antiguo testamento en función del nuevo y sobre todo en clave moderna, porque quisiera comprender ¿cómo se aplica la palabra en la actualidad, como por ejemplo: los ciegos, los tullidos, quiénes son hoy los leprosos? ¿Quiénes somos nosotros en la historia? Somos como el Bautista que esperamos en una justicia humana.
Muchas gracias.
Sara
Respuesta del sacerdote
Querida Sara,
1. me da gusto saber lo que tu hijo te ha pedido como regalo para Navidad. Parece ser consciente de lo que dijo San Pablo: “Toda la Escritura está inspirada por Dios, y es útil para enseñar y para argüir, para corregir y para educar en la justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto y esté preparado para hacer siempre el bien” (2 Tm 3,16-17). En la Sagrada Escritura quien habla es Dios y según San Pablo el conocimiento de la Sagrada Escritura es útil por cuatro razones.
Primero, para enseñar la verdad acerca de Dios, del hombre y su destino eterno.
Segundo, es útil para convencer, para estar capacitados para dar razón de la esperanza que alberga en nosotros, como afirma San Pedro (cfr. 1 Pt 3,15).
Tercero, es útil para corregir los vicios, y por lo tanto abandonar el mal y el pecado, para caminar según Dios.
Cuarto, es útil para educar según la justicia, que como dice la Sagrada Escritura, es a menudo sinónimo de santidad.
Es por tanto el regalo más hermoso que puedes hacerle.
Y a decir verdad, hubiera sido mejor habérsela regalado antes.
2. Tu hijo habría afirmado que los musulmanes y los hebreos tienen una parte de la palabra.
Estoy de acuerdo con los hebreos, pues con ellos compartimos la revelación contenida en el Antiguo Testamento, que por otro lado está totalmente orientado hacia Cristo.
Los islámicos, en cambio, no poseen la Palabra. Tienen la revelación que recibieron de Mahoma, pero no es la Palabra (orientada hacia Cristo).
En el Corán hay llamados al Antiguo Testamento y también a Jesucristo. Pero esto no es suficiente para decir que se trate de la Palabra, y más aun si consideramos que en lo que concierne al Nuevo Testamento, se alude más que nada a los Evangelios apócrifos.
3. En cuanto a Juan Bautista y al hecho de que hubiera enviado a algunos de sus discípulos a interrogar a Jesús, si era Él quien debía venir, es necesario recordar que el Bautista no tenía duda alguna de que Cristo fuera el Mesías.
Lo había proclamado como tal ante el mundo, en el momento de su bautismo cuando dijo: «Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. A él me refería, cuando dije: Después de mí viene un hombre que me precede, porque existía antes que yo» (Jn 1, 29-30).
Siempre en esa misma circunstancia San Juan testimonia: «He visto al Espíritu descender del cielo en forma de paloma y permanecer sobre él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: «Aquel sobre el que veas descender el Espíritu y permanecer sobre él, ese es el que bautiza en el Espíritu Santo». Yo lo he visto y doy testimonio de que él es el Hijo de Dios» (Jn 1, 33-34).
4. Alguien dijo que Juan, bien sabiendo que Cristo era el Mesías, habría tenido algunas dudas porque lo veía tan humilde y hasta dispuesto a padecer en la cruz.
Santo Tomás sin embargo opone a esta afirmación, lo que dice San Juan Crisóstomo: “Juan no ignoraba la muerte de Jesús, sino que fue el primero en predicarla diciendo: «Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo».
Por lo tanto, llamándolo cordero, pone claramente en evidencia la cruz; y de ninguna otra manera fuera de la cruz él quitó los pecados del mundo.
Luego, ¿cómo habría podido ser un profeta tan grande si no conocía siquiera las cosas que competen a los profetas? En efecto Isaías dice: “como un cordero llevado al matadero” (Is 53,7)”.
5. Puesto que el Evangelio dice que Juan envió a algunos de sus discípulos a interrogar a Cristo si fuera él quien debía llegar, Santo Tomás dice: “Leemos que el Señor muchas veces interrogaba, no porque tuviera dudas, sino para eliminar una calumnia como en Juan 11, 34 preguntó acerca de Lázaro: “¿dónde lo habéis puesto”?”.
6. Por fin te preguntas como hay que leer el Antiguo Testamento a la luz del Nuevo, sobre todo cuando Jesús para comprobar que es el Mesías muestra lo que está a la vista de todos: los ciegos veían, los sordos oían, los mudos hablaban, los paralíticos caminaban y los muertos resucitaban (acababa de resucitar al hijo de la viuda de Naim).
Hay que recordar que en el Antiguo Testamento la bendición prometida se refería al orden temporal, en cambio en el Nuevo Testamento la bendición que el Señor vino a traernos es una bendición espiritual, como claramente explica San Pablo al decir: “Bendito sea Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en Cristo con toda clase de bienes espirituales en el cielo” (Ef 1, 3).
Hay que tener presente que Jesús cumplió milagros para que fueran signos. Sabemos que San Juan nunca habla de milagros refiriéndose a Cristo, sino de signos, porque los milagros que cumplía los hacía aludiendo a algo más.
Entonces con la venida de Cristo los ciegos recobran la vista porque Cristo otorga a todos una vista nueva, la de la fe que concede la capacidad de ver lo sobrenatural.
Los sordos oyen, en el sentido de que tienen la posibilidad de escuchar la doctrina evangélica que supera inmensamente a la del Antiguo Testamento, que a su vez era una imagen de la nueva.
Los mudos hablan en el sentido de que ahora pueden anunciar la palabra que es Cristo mismo.
Los cojos caminan porque Cristo rescata del mal y permite caminar ágilmente en el Camino que es Él mismo (cfr. Jn 10,10).
Los muertos resucitan en el sentido de que por fin existe la posibilidad de pasar del pecado a la gracia y de resucitar según las mismas palabras que usó el Señor en la parábola del hijo pródigo cuando dijo: “Tu hermano estaba muerto y ha vuelto a la vida” (Lc 15,32).
Juntamente con los augurios de todo bien añado los deseos de que transcurras una serena y Santa Navidad.
Te bendigo y recuerdo en la oración.
Padre Angelo