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Pregunta
Hola Padre Angelo.
Disculpe mi ignorancia, quizás sea esa pregunta que le pongo un poco extraña, pero me encontré con afirmaciones según las cuales el sentimiento de miedo es una consecuencia del pecado original que Cristo no podía tener.
Para mí el miedo se convierte en un obstáculo, quizás una tentación, que tenemos que dominar sin ceder al miedo. Pero con respecto a Jesús no podía tener miedo, y mucho menos de la muerte. Realmente creo que eso sea un sentimiento humano, que forma parte del hombre, pero no es un pecado, sino una tentación.
Leyendo una oración de ofrenda de una presunta mística llamada Justin Klotz, se dice que ofrecía por los pecadores el temor de Jesús hacía la muerte para la salvación de los que están a punto de morir repentinamente por accidente, suicidio o asesinato, para que tengan una oportunidad de arrepentirse y convertirse.
Así que le pido si puede aclarármelo. Muchas gracias
Le saludo y le deseo una Feliz Cuaresma (2019).
Respuesta del sacerdote
Querida,
1. El miedo es el temor a un mal que está a punto de ocurrirnos.
Ciertamente el miedo entró en el mundo con el pecado original, ya que antes de eso el hombre era inmune al sufrimiento y a la muerte.
2. Jesús, en su naturaleza humana, estuvo lleno de gracia desde el primer momento de su existencia.
En realidad, en Él estaba la plenitud de la gracia. San Juan dice que “De sus grandes riquezas, todos hemos recibido bendición tras bendición” (Juan 1,16).
Los teólogos dicen que en Cristo había una gracia capital, la gracia del maestro. De esta gracia derivan todas como desde una fuente de gracias.
3. Sin embargo, Cristo quiso parecerse a nosotros en todo, excepto en el pecado. Quiso asumir las penas del pecado original, como el sufrimiento y la muerte.
4. Entre las diversas emociones o pasiones también experimentó la del miedo, como nos dicen los evangelistas. Esto es lo que leemos en el Evangelio de Marcos “Luego fueron a un lugar llamado Getsemaní. Jesús dijo a sus discípulos: “Sentaos aquí mientras yo voy a orar.”
Se llevó a Pedro, Santiago y Juan, y comenzó a sentirse muy afligido y angustiado. Les dijo: “Siento en mi alma una tristeza de muerte. Quedaos aquí y permaneced despiertos.”
Adelantándose unos pasos, se inclinó hasta tocar el suelo con la frente, y pidió a Dios que, a ser posible, no le llegara aquel momento de dolor. En su oración decía: “! Abbá Padre mío, para ti todo es posible: ¡líbrame de esta copa amarga!, pero no se haga lo que yo quiero, sino lo que quieres tú” (Mc 14,32-36).
5. Sobre el tema del miedo de Jesús, Santo Tomás en la Catena Aurea recoge el pensamiento de Teofilacto: «Porque había asumido toda la naturaleza humana, con todas las impresiones naturales del hombre, y en consecuencia la tristeza, la angustia, el miedo natural ante la muerte; ya que es natural que el hombre vaya a la muerte a pesar suyo».
6. Sin embargo, Jesús no sufrió emociones como nosotros.
Santo Tomás dice: «En Cristo no sólo existían las pasiones por el bien, sino también por el mal: porque tenía un cuerpo pasible, y, por lo tanto, como resultado de la imaginación de lo que es dañoso, podía haber en Él las pasiones de miedo y tristeza y otras similares… En Cristo había, por lo tanto, verdaderas pasiones, por lo que Agustín dice que Cristo «por un propósito providencial bien definido cuando quiso tomó estas mociones con una mente humana, así como cuando eligió hacerse hombre…». (De Civitate Dei, XIV, 9)” (De Veritate, 26, 8).
7. Santo Tomás añade: «Hay que señalar, sin embargo, que estas pasiones se encontraban en Cristo de una manera diferente a la nuestra en tres aspectos.
El primero, es por su objeto. Porque en nosotros la mayoría de las veces estas pasiones se convierten en cosas ilícitas, lo que no fue en caso de Cristo.
En segundo lugar, por la causa. Porque en nosotros estas pasiones suelen preceder al juicio de la razón, mientras que en Cristo todos los movimientos del apetito sensorial surgieron del imperio de la razón. Por eso dice San Agustín que «por la gracia de una libertad segurísima, Cristo asumió en su alma estas pasiones siempre que quiso, como cuando quiso hacerse hombre.»
En tercer lugar, por el efecto. Porque en nosotros a veces estas pasiones no se detienen en el apetito sensorial, sino se arrastran en la razón. Esto no ocurrió en Cristo, porque todas las iniciativas propias de la carne humana fueron contenidas de tal manera por su voluntad en el apetito sensorial que su razón no se vio obstaculizada en lo más mínimo.
Por eso San Jerónimo escribió que «el Señor para demostrar la realidad del hombre asumido sufrió una verdadera tristeza, pero para excluir un dominio de la pasión sobre su alma se dijo que comenzó a estar triste» por una propasion, indicando con la pasión lo que domina el alma, es decir, la razón, y por el término propasion el sentimiento que se desarrolla dentro del apetito sensorial, sin invasión” (Somma teológica, III, 15, 4).
Deseando que superes todos los miedos, incluso hacía al mal más grave que pueda llegar, te aseguro mis oraciones y te bendigo.
Padre Angelo
Traducido por SusannaF