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Querido Padre Ángelo

muchas gracias por su paciencia y disponibilidad. Permítanme una cosa más que voy a exponer a continuación de forma muy «sencilla» (perdónenme).

Recibí una educación católica por parte de mis padres (se lo agradezco mucho) y hasta los 16 años fui un chico realmente bueno y con principios sólidos, tanto que mis compañeros se burlaban de ello. Asistí a la parroquia, fui catequista, no juré, etc. Entonces, como les sucede a muchos jóvenes (y quizás también como resultado de un romance con una chica que salió mal) perdí el rumbo y me distancié de Dios. Seguí yendo a misa y haciendo una pequeña oración antes de dormir, pero ciertamente no había coherencia en mí porque los fines de semana con los amigos no me comportaba como un buen cristiano.

Cometí algunos pecados graves (creo que mortales), como decir palabrotas, tomar «alcohol» y tener aventuras con chicas que conocí en la discoteca…Y esto durante muchos años. He hecho todo tipo de cosas al Señor…¿Y qué hizo? Él me salvó. (Eso espero. Digo «espero» no porque dude de la misericordia divina, sino porque sé que soy un pecador y así uno no sabe…)

Entonces entré en crisis (una santa crisis). Me sentía vacío, mi vida no tenía sentido y las cosas que hacía no me hacían feliz…Así que, los viernes y sábados por la noche, empecé a quedarme en casa en lugar de salir con los amigos e ir a los clubes en busca de mujeres. Ya no me interesaba ese tipo de vida. Empecé a leer libros de santos o de teología, a confesarme, a ir a diferentes ambientes (parroquia, voluntariado, Colonia Gmg, etc.). Los sábados por la noche, empecé a ir a la adoración eucarística… Fui al seminario durante unos meses para guardar silencio en mi interior y escuchar al Señor para entender si Él tenía un plan para mí también. En diciembre de 2010 en Medjugorje conocí a una linda chica, nos casamos y el Señor nos dio tres espléndidos hijos de 7 meses, 3 y 5 años. Intentamos caminar, con todas nuestras limitaciones, detrás del Señor. Y, con el ejemplo y la oración, intentamos acompañar a los niños hacia Él. Disculpe la interminable introducción.

Quería preguntarle: gracias a Dios, mi vida ha cambiado, pero los pecados graves cometidos en el pasado ¿pueden considerarse borrados o no?

Soy un pecador incluso ahora (por supuesto), pero con la gracia de Dios, ahora estoy tratando y quiero caminar detrás de Él. Y realmente quiero entregarme a mi esposa e hijos. Cuando haya un juicio especial, ¿hablaremos también el Señor y yo de los graves pecados cometidos anteriormente? ¿Pesarán esos pecados en el juicio del Señor sobre mí? No es que discutir con la esposa sea un pecado menor ahora… entiendes.

¿Quizás, aunque intente comportarme bien el resto de mi vida, lo que he hecho en el pasado ya me excluye del cielo?

En el mejor de los casos, me espera un largo periodo de purificación en el purgatorio…. O, después de volver al Señor, ¿es como si mi vida hubiera empezado de nuevo y la anterior se hubiera borrado? ¿El hijo pródigo va al cielo?

Si no me equivoco, muchos santos importantes han pasado por un momento de conversión. A pesar de la confusión, espero haberte hecho entender lo que te pido… Si, cuando tengas un momento, puedes iluminarme sobre este asunto, te lo agradezco mucho. Muchas gracias y discúlpenme.

Gian Luca

Querido Gian Luca,

1. Al leer tu correo electrónico no pude evitar dar gracias al Señor por lo que ha hecho en usted. Es consolador pensar que el Señor siempre está trabajando para renovar las almas. Podría haberte abandonado al infierno que tú mismo habías elegido con tus acciones (los pecados que has mencionado son todos graves, es decir, mortales), pero en cambio te ha abierto de nuevo el camino del Paraíso. Me preguntas si, al final de tu vida, el Señor te presentará una factura por lo que hiciste antes de tu conversión.

2. Pues bien, el Espíritu Santo le hizo decir a David en el Salmo: » El perdona todas tus culpas y cura todas tus dolencias; rescata tu vida del sepulcro,

te corona de amor y de ternura;» (Salmo 103:3-4). Por eso el Señor perdona todos tus pecados sin excepción. En la Sagrada Escritura leemos también esto: » tú has preservado mi vida de la fosa del aniquilamiento, porque has arrojado detrás de tus espaldas todos mis pecados.» (Is 38,17).

3. Hay que recordar, en aras de la precisión, que en el momento del juicio no será el Señor quien impute los pecados. Cada uno los verá por sí mismo. Cada uno verá el estado real de su alma ante la santidad de Dios. Y si es merecedor del Paraíso, se dará cuenta de que, a pesar del gran recorrido que ha hecho con la gracia del Señor, quedan en él muchas zonas grises, muchas malas inclinaciones. De hecho, es difícil alcanzar un estado de perfecta purificación en poco tiempo.

4. Los que tienen experiencias muy intensas de vida espiritual, como las que tienen algunas personas en Medjugorje, corren el riesgo de sentirse santos. Y en realidad, durante unos días sienten una atracción muy fuerte por las cosas santas y también sienten que las tentaciones se suavizan hasta casi desaparecer. Pero los vicios del hombre pasado, que se han consolidado y se han convertido casi en una segunda naturaleza, no han desaparecido. Son como carbones calientes sobre los que se han echado cenizas. A veces basta con lo más mínimo para que vuelvan a arder.

5. Por eso, en el momento del juicio especial, no nos costará reconocer, como dice el profeta Isaías, que desde la planta de los pies hasta la cima de la cabeza no tenemos ninguna parte sana (cf. Is 1,6), que estamos llenos de imperfecciones y todavía más o menos contaminados por el pecado original, por la acumulación de faltas sucesivas y, sobre todo, por los pecados personales que, por leves que sean, han contaminado y dañado el alma. Entonces comprenderemos por nosotros mismos que necesitamos una mayor purificación, que sólo puede sernos dada por la misericordia del Señor. Esta misericordia se llama purgatorio. 

6. El purgatorio no es un castigo o escarmiento que el Señor da para compensar los pecados perdonados. Por parte de Dios, todo ha sido perdonado, incluso cancelado.

Pero por nuestra parte queda lo que aún no ha sido eliminado y que necesita ser eliminado para que nuestra alma pueda ser presentada a Cristo «como una virgen casta» (2 Cor 11,2), » resplandeciente, sin mancha ni arruga y sin ningún defecto, sino santa e inmaculada » (Ef 5,27). 

Deseando que te presentes así a Cristo al final de tus días, te acompaño con mi oración y te bendigo.

Padre Ángelo