Questo articolo è disponibile anche in: Italiano Inglés Español Francés
Pregunta
Querido Padre:
Desde que leí que es obligatorio comulgar el día de Pascua me siento muy incómoda: me casé por lo civil con un hombre divorciado, tenemos dos gemelos e intentamos educarlos como una pareja equilibrada. La Iglesia siempre me ha negado la absolución; después de la publicación de AL (Amoris Laetitia), algunos sacerdotes me la concederían, otros no y entre los negacionistas menciono el magnífico Mons. del Duomo de…, el Rector de la Catedral, no estoy hablando de un cura que no sabe nada….
Entre los favorables, en cambio, está el Mons. que confiesa en el confesionario al lado del suyo, cuyo nombre ahora no recuerdo: claro, ¡bastaría con cambiar de puerta para cambiar la situación!
Yo participo en la Misa, rezo y soy voluntaria en un comedor para los pobres, creyendo así recorrer esa «vía caritatis» tan recomendada a los que no pueden comulgar.
Pero, ¿qué puedo hacer? Si hasta los curas no se ponen de acuerdo sobre mi absolución.
Y además, con todo el respeto, ¿cuándo dijo Jesús que comulgar es «una obligación»?
El Magisterio lo dice, pero no es infalible, si lo fuera los Papas nunca pedirían perdón por sus errores, y hoy está también dividido en sí mismo, como tú también puedes tranquilamente comprobar.
En resumidas cuentas, ¿cuál, entre los siguientes, es el pecado más grave: comulgar después de una Confesión hecha sin intención de interrumpir las relaciones sexuales con mi marido por parte de un sacerdote «de manga ancha» o abstenerse de la Comunión el día de Pascua? Yo creo el primero, pero me corrija, por favor, si me equivoco.
Confiando en usted, le agradezco de antemano.
Respuesta del sacerdote
Querida,
1. Contesto a la pregunta principal que has formulado de la siguiente forma: con todo el respeto, ¿cuándo dijo Jesús que comulgar es «una obligación»?
Pues bien, Jesús dijo: «En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros» (Jn 6,53).
Y después de instituir la Eucaristía durante la Última Cena dijo: «Haced esto en memoria de mí».
«Haced esto», es decir haced lo que he hecho yo. Así que diréis: «Este es mi cuerpo» y después lo comeréis.
2. Antes de adentrarnos en las razones intrínsecas de este mandamiento, me gustaría focalizarme en la premisa con la cual el Señor introduce la afirmación: «En verdad, en verdad os digo».
Es una forma judía de expresarse para introducir una afirmación importante, como la de un juramento.
Cuando la expresión es doble, como en nuestro caso, significa que es un juramento solemne.
3. Además, hay que decir que no se trata de una obligación arbitraria, sino intrínseca a la misma vía cristiana.
Es tan obligatorio como nutrirse para vivir y crecer.
4. Para comprender esta necesidad hay que tener en cuenta el objetivo de la vida cristiana, que no es simplemente llevar una buena vida o cumplir con las normas, sino la santificación, es decir, el llegar a ser partícipes en plenitud de la vida sobrenatural de Dios.
En el Bautismo, esta participación se nos proporciona como una semilla.
Para crecer, esta semilla necesita un alimento y un alimento sobrenatural, divino, que es principalmente la Eucaristía.
Jesús dijo: «Yo soy el pan de vida» (Jn 6,48).
Sin este alimento se desfallece en el camino (Mt 15,32).
5. Pero el alimentarse de Cristo no es como alimentarse de cualquier otro alimento. Porque quien recibe a Jesús no lo transforma en sí mismo, como hace con los otros alimentos que se transforman en su propia carne, más bien él se convierte en Cristo.
Lo dijeron a San Augustín con estas mismas palabras: «Manjar soy de grandes: crece y me comerás. Ni tú me mudarás en ti como al manjar de tu carne, sino tú te mudarás en mí». (Confesiones 7, 10, 16).
6. De forma muy parecida se expresó el Papa San León Magno: «La participación del cuerpo y de la sangre de Cristo hace que pasemos a ser aquello que recibimos». (Lumen gentium, 26).
De la misma forma, dice santo Tomás: «El verdadero efecto de la Eucaristía es la transformación del hombre en Dios» (Cfr. IV Sent., 12, 12, 1 ad 1).
Él mismo dice también que en virtud de este sacramento se produce una cierta transformación del hombre en Cristo por medio de la caridad: y esto este es el efecto propio del sacramento (Cfr. IV Sent., 12,12,2).
7. En realidad, eso es lo que ocurre durante la Eucaristía: Cristo actúa en el alma, la santifica, la purifica, la transforma en sí mismo, le hace recuperar la energía perdida a causa de los pecados veniales.
8. El hecho de que muchas Comuniones no produzcan ninguna transformación no depende de Jesucristo, sino de quien comulgue.
En muchos, desafortunadamente, la Comunión sólo tiene lugar materialmente, es decir, se limitan a tomar la forma consagrada sin actuar una comunión con el Señor.
Pero en sí misma la Comunión tiene un poder muy alto de transformación y de santificación.
9. Leyendo la vida de Santa Catalina de Siena entendemos que «nunca se acercaba altar sin ver alguna visión superior a los sentidos, especialmente cuando recibía la sagrada comunión» (Raimundo de Capua, Vida de Santa Catalina de Siena, capítulo V).
10. Aquí se desprende lo importante que es no sólo el estado de gracia para poder comulgar, sino también la preparación y la permanencia con el Señor después de recibirlo.
Claramente no puede actuar ninguna transformación si sólo se recibe de forma superficial.
11. Considerando esta absoluta necesidad de alimentarse de Cristo para crecer en él, la Iglesia, viendo que muchos no comulgan, recuerda que no es posible una verdadera vida cristiana y menos aún un progreso si no nos alimentamos de Jesucristo, si no le dejamos actuar en nuestra alma y en nuestro cuerpo.
Por esta razón, para animarles a acceder a esta gracia maravillosa, les dice que el no alimentarse de Jesucristo ni siquiera en el día de Pascua es como vivir la vida cristiana en contradicción.
12. Santo Tomás comenta las palabras del Señor sobre la necesidad de nutrirse de él en la siguiente forma: «La utilidad de esta comida es grande, ya que da la vida eterna: “El que come de mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna”. De hecho, este alimento espiritual se parece a al alimento corporal: sin él la vida espiritual no puede subsistir, al igual que no puede subsistir la vida corporal sin el alimento corporal» (Cfr. Comentario al Evangelio según San Juan, 6,53).
12. En la Suma de Teología dice: «Es claro que todos están obligados a recibirlo al menos espiritualmente, porque esto es incorporarse a Cristo. […] Pero la comunión espiritual incluye el voto o deseo de recibir este sacramento. […] Por tanto, sin el deseo de recibirlo no puede salvarse el hombre. Pero un deseo sería vano si no se cumpliese cuando se presenta la oportunidad de ello. Por consiguiente, es claro que hay obligación de recibirlo, no sólo porque lo manda el Señor cuando dice Haced esto en conmemoración mía. La ley de Iglesia no hace más que determinar los tiempos en que se debe cumplir este precepto de Cristo» (Suma de Teología, III, Artículo 11).
13. Considerando la necesidad de la Eucaristía para la vida cristiana, te aconsejo que verifiques la eventual nulidad del matrimonio de tu marido.
Si así fuera, tendrías la oportunidad de recorrer junto al camino de la «vía caritatis» también el de los Sacramentos, que es muy rico y precioso. Te lo deseo de todo corazón y por eso me acuerdo de ti en mis oraciones y te bendigo.
Padre Angelo
Traducido por Francesca Vannoni